Julio Gálvez Barraza
Jamás
hubo un derroche de talentos de tal naturaleza como la experimentada en España
durante y al término de la guerra civil. Los españoles libres y pensantes de
esa época, tuvieron sólo dos alternativas: La de enmudecer allí para siempre o
adherirse al nuevo régimen o emprender el camino del éxodo e intentar
desarrollarse en otra tierra. Chile, entre otros pocos países, fue, para una
parte de esos librepensantes, la tierra prometida y el país tuvo la inmensa
fortuna de recibir a parte de ese admirable éxodo.
Aún
cuando el Chile de 1939 estaba gobernada por el Frente Popular encabezado por
el Presidente Pedro Aguirre Cerda, la ceguera y la insolidaridad de algunos
políticos, que se opusieron a la entrada de intelectuales o profesionales, fue
uno de los principales obstáculos que impidió una inmigración mas numerosa y un
mayor aporte de experiencias y conocimientos de esos refugiados. Pero estas
limitaciones no fueron suficientes. Lo cierto es que el pasaje del Winnipeg no
se nutrió de intelectuales. La inmensa mayoría la constituían campesinos,
obreros calificados, pescadores que mucho contribuyeron al "despegue"
chileno de la época. Pero no es menos cierto que gracias a la porfía de Neruda,
que embarcó a varios trabajadores del intelecto y gracias al posterior
desarrollo en Chile de los hijos de esos viajeros, apenas unos niños en el año
1939, se transmigró también un poco del conocimiento, de la cultura y de la
inteligencia que perdió España tras la catástrofe y el posterior éxodo.
Si
tenemos que hablar del aporte, de todo orden, de los refugiados españoles al
desarrollo del país que los acogía, no podemos circunscribirnos solamente a los
pasajero del Winnipeg, nombre mítico que, por otra parte y con todo
merecimiento, se ha convertido en un símbolo de la inmigración española a
Chile. La diáspora española comenzó antes del 3 de septiembre de 1939, fecha de
la llegada del barco al puerto de Valparaíso, y continuó hasta finalizar la
década del 40. Bien es cierto que, nunca antes, -ni después- del arribo del
Winnipeg, fue en un conjunto organizado tan numeroso.
Un
grupo importante de inmigrados españoles -algunos testimonios cifran la
cantidad en unas cincuenta personas-, llegó, a fines de diciembre de 1939, a
Buenos Aires a bordo de otro barco mítico; el "Formosa". La gran
mayoría de ellos siguieron viaje a Chile. Entre ellos venían Antonio Rodríguez
Romera y su esposa Adela Laliga; Vicente Mengod; el profesor Alejandro Tarragó
y su hermano, el escultor Claudio Tarragó, quien en Barcelona tenía un taller
de escultura decorativa y había ornamentado algunos edificios para la
Exposición Universal del año 1929; Eleazar Huerta y el arquitecto Germán
Rodríguez Arias. También formaron parte de ese viaje los hermanos del poeta
Antonio Machado; José y Joaquín Machado, con sus respectivas familias. Otro
grupo, menos numeroso que los anteriores, llegó a Chile en noviembre de 1940.
Entre ellos venía el poeta Antonio Aparicio, considerado junto a Miguel Hernández
uno de los más prometedores poetas jóvenes de España; el arquitecto Fernando
Echeverría Barrio; el escritor Pablo de la Fuente; el doctor José García
Rosado; Santiago Ontañón, escenógrafo, quién había colaborado en las puestas en
escena de las obras de García Lorca y el, para muchos, inolvidable discrepante
Arturo Soria Espinoza. Todos ellos formaban parte de los 17 asilados en la
Embajada de Chile en Madrid, a los que, durante 19 meses, les fue negada la
salida de España por el régimen franquista.
Por
esos años se produjo una llegada masiva de refugiados a Chile y aunque no todos
vinieron en el Winnipeg, no se puede decir que su historia, su integración y la
de sus hijos sea distinta entre si. La mayoría de ellos esperaba un corto
exilio, una situación transitoria, pero el régimen de Franco se alargó
demasiado y en poco tiempo, con similares costumbres y un idioma común,
crecieron raíces. Los españoles comenzaron a labrarse una situación y a
entregar al país de adopción el aporte de sus conocimientos en cada una de sus
especialidades, movidos por el deseo de integrarse en este nuevo mundo, tanto
como por el propósito de servirle y el de retribuir ese cálido recibimiento.
El
impacto en la sociedad chilena de tan masivo arribo fue muy amplio. El exilio
español motivó una conmoción técnica y cultural en la más extensa acepción del
término. Hasta nuestros días ha existido una tendencia generalizada a asociarlo
solamente a un plano académico y artístico, planos que, lógicamente, tienen siempre
una mayor difusión y del que existe mayor información escrita que el de los
técnicos e industriales. Muchos quizás no conocen el importante desarrollo,
cualitativo y cuantitativo, que experimentaron industrias como la de la pesca
artesanal. La llegada de varias familias de pescadores, originarias de Galicia,
el país vasco y de Tarragona, que se instalaron en Talcahuano, San Antonio,
Valparaíso e Iquique, impulsó nuevas técnicas de pesca. Los inmigrados
organizaron o reorganizaron la pesca del atún, la pesca del camarón e, incluso,
varios de ellos derivaron en la industria conservera, con lo que abrieron otros
caminos que dieron grandes beneficios y contribuyeron a mejorar la economía del
país.
La
industria del mueble fue otro de los oficios que se enriqueció con la llegada
de los republicanos españoles. Hasta nuestros días en Chile perduran industrias
como "Muebles Sur", creada en 1942 por Cristián Aguadé, Claudio
Tarragó y Germán Rodríguez Arias. Los primeros muebles fueron confeccionados de
forma casi artesanal en el patio de la casa de Claudio Tarragó. Antes de tres
años la empresa ya estaba consolidada y en 1947 ya habrían la primera sucursal
en el puerto de Valparaíso. El arquitecto Rodríguez Arias fue un verdadero
visionario, hizo los primeros diseños para la nueva empresa y creó toda una
línea de muebles en madera de pino, madera barata, abundante y de poco uso en
el Chile de esos tiempos. Luego diseñó "La Chascona", la mítica casa
de Pablo Neruda a los pies del cerro San Cristóbal en Santiago.
Oficios
como la talla en madera, la marquetería y otras especialidades que convierten a
la madera no sólo en funcionales muebles sino en verdaderas obras de arte,
también crearon escuela debido al aporte de los artesanos españoles. Igualmente
en la ingeniería observamos la contribución de los pasajeros del Winnipeg en
las obras públicas de este país. Un ejemplo de ello es el proyecto y la
construcción del puerto de la ciudad de Arica. Entre los diversos testimonios
de pasajeros del barco, hay varios de ellos que describen la nortina ciudad,
-primera escala en Chile-, como un peladero en el que no había ni muelle.
Los
Hermanos Víctor y Raúl Pey Casado, ambos ingenieros, con revalidación del
título en Chile, a los diez años de arribar al país se desplazaron a la
limítrofe ciudad nortina y se hicieron cargo de la tarea de diseñar y construir
el nuevo puerto. A partir de esa fecha, como contratistas, los hermanos
intervinieron en el diseño y la construcción de varios puertos y espigones de
atraque en las costas chilenas. Entre ellos destacar los puertos y muelles de
Punta de Lobos, Mejillones, Huasco, Punta Arenas, Puerto Williams, Talcahuano,
Castro. Además, en la Gran Avenida de Santiago, construyeron la Ciudad del Niño
Presidente Ríos, edificio que por muchos años albergó a niños huérfanos y otros
de escasos recursos y que, gracias a la "economía de mercado", dejó
de prestar su noble servicio y fue demolido para construir nuevos bloques de
viviendas.
Como
sucedió a la inmensa mayoría de los exiliados, los comienzos laborales de los
hermanos no fueron fáciles. Víctor Pey nos cuenta que su primer trabajo fue de
topógrafo: Había
un ingeniero, ese que nos fue a recibir, me dio un trabajo para poder hacer un
levantamiento topográfico, -yo nunca había trabajado como topógrafo a pesar de
que es una rama de la ingeniería-, para un acueducto que venía desde Laguna
Negra hacia Santiago que aún se usa. Mi hermano consiguió un trabajo como
calculista, me parece que fue para el Hogar Español, era por cuenta de otro
ingeniero.
Ya
que hablamos de Víctor Pey, reseñemos también un pasaje simbólico de su intensa
vida en Chile. Me refiero a cómo un pasajero del Winnipeg devolvió la mano a
Neruda organizando el famoso cruce de la cordillera del poeta. Después de
dictada la llamada Ley Maldita que ponía al Partido Comunista fuera de la ley,
cuando Neruda tenía toda la policía del presidente González Videla tras suyo,
Víctor Pey fue uno de los que albergó al poeta y su mujer, Delia del Carril, en
su departamento de la santiaguina calle Vicuña Mackenna esquina con Eulogia
Sánchez y luego colaboró activa y generosamente en su escapada. Gracias a sus
diverso trabajos de ingeniería a lo largo de todo Chile, Pey pudo elegir
certeramente el lugar adecuado para cruzar a Neruda al lado argentino. Estuvo
coordinando la operación desde su inicio -septiembre de 1948-, hasta febrero de
1949, fecha en que el poeta estuvo a salvo. Pero no acabó ahí la generosidad de
la familia Pey. Delia del Carril, quien no cruzó la cordillera con Neruda, fue
albergada, hasta su viaje a Europa, por Manuela Casado, madre de Víctor Pey.
El
aporte de los exiliados alcanzó también a la gastronomía. No sólo la
modificaron sino que, además, indujeron nuevas costumbres culinarias, algunas
desconocidas y otras poco arraigadas en los usos de la sociedad chilena. Quizás
el ejemplo más típico, además de los "callos" y el
"cocido", sea el de los famosos "churros", fritura que
hasta nuestros días se consume en el país. Pero más allá de la incorporación de
nuevos platos o de un cierto profesionalismo de hostelería, crearon nuevos
ámbitos ciudadanos, absolutamente desconocidos en Chile. Unos cuantos
emigrantes vascos crearon el restaurant Capri, que más adelante se convirtió en
Boite. En ese restaurant, los maitres tradicionales fueron reemplazados por la
atención de esposas y familiares de los dueños, costumbre, hasta entonces no
practicada por los empresarios chilenos.
Dos
de los más importantes restaurantes capitalinos también deben su auge a la
sabía colaboración de Salvador Morera, quién llegó al país: ...sólo con
lo "puesto" (según figuraba en el pasaporte) empecé a organizar mi
vida en Chile. No tenía más estudios que los básicos y algún conocimiento de
gastronomía, pero poseía un gran espíritu de superación y la solidaridad del
pueblo chileno.[1]
A los pocos días de su llegada a bordo del Winnipeg consiguió trabajo en el
restaurant Baquedano y a los pocos años en el Waldorf y luego el Chez Henry, en
los que comenzó de ayudante de garzón. Morera llegó a ser socio del famoso
restaurant.
El
Café Miraflores, seguramente el más emblemático y mítico punto de encuentro y
de "tapeo" de los españoles, fue creado por varios de ellos; el
escritor Pablo de la Fuente y su mujer, la chilena Mina Yañez. Estaba entre los
fundadores, el vasco Joaquín Berasaluse, que era el experto en la cocina
española. La pintora Roser Bru, en un entrañable recuerdo, nos señala que: El café
Miraflores era una casa de fachada casi anónima, de un solo piso, arquitectura
de pared seguida. El café constaba de dos piezas y unas aberturas para la
cocina y dependencias. Las pequeñas mesas cuadradas se alineaban cerca del
banco continuo que bordeaba la pared. Tenía un forro de algodón café. Las
sillas eran un homenaje al asiento popular de Ibiza, con gruesa madera y totora
trenzada. Las dos habitaciones estaban seguidas por una estantería de listones
continuos, como de vagón de tren, para dejar allí las cosas. Colgaban también,
metidos en unos palos redondos, los diarios de la ciudad. En la pasada hacia la
cocina estaba endosado un mueble aparador, con varios objetos. Y allí era donde
se apoyaban los dueños del café, haciendo pedidos y cuentas.[2]
El Café Miraflores adornaba sus paredes con magnificas caricaturas del
escenógrafo Santiago Ontañón y de Antonio R. Romera. Una de ellas representaba
al arquitecto Germán Rodríguez Arias, diseñador del Café, otra, como recuerda
Roser Bru, representaba la figura de Mina Yañez tensa y angulada, esperando que
se fueran los clientes nocturnos. Estaba también la del Godofredo Yomi, que
aparecía con una escotilla en la cabeza por la que salía el Dante. Algunas de
estas caricaturas fueron exhibidas en el Centro Cultural de España de antiago,
en una entrañable recreación del Café, con motivo de celebrarse los 60 años de la
llegada del Winnipeg a Chile.
En
la capital chilena, donde hasta ese tiempo los puntos de encuentro de
escritores y poetas noctámbulos eran los bares y restaurantes del llamado
barrio chino, y en el que abundaban las Fuentes de Soda, en las que, como dice
José Ricardo Morales, no había fuentes ni había soda, el café Miraflores se
convirtió en un lugar de tertulias al estilo de los locales de las grandes
ciudades españolas. Entre los artistas chilenos fueron asiduos visitantes los
pintores Luis Vargas Rozas, Camilo y Maruja Mori, el poeta Vicente Huidobro,
Lily Garafulic, Inés Puyó, el músico Acario Cotapos, el cineasta Patricio
Kaulen. Los concurrentes españoles, por razones obvias eran innumerables. Ahí
se veían asiduamente Elena Gómez de la Sera y Arturo Lorenzo, el pintor Jaime
del Valle Inclán, hijo de don Ramón, el insigne escritor, el musicólogo Vicente
Salas Viu, el filósofo Arturo Ferrater Mora, Arturo Soria, Santiago Ontañón y
muchos más. Entre los españoles que visitaban ocasionalmente el país también se
encontraban participantes en las tertulias del Café. Un día fue León Felipe,
otro Dámaso Alonso, Corpus Bargas, Américo Castro y otros connotados
intelectuales. En una crónica en que el escritor Jorge Edwards recuerda a
Rafael Alberti, señala que Margarita Aguirre le contó la emoción que sintió
cuando, siendo niña, entró al viejo Café Miraflores de Santiago y vio en una
mesa vecina a Alberti con Neruda comiendo huesillos.[3]
El
diseño gráfico y las empresas editoriales se enriquecieron enormemente gracias
al aporte de personas como el polaco españolizado Mauricio Amster (Polonia,
1907 - Santiago, 1980), por cuyas creadoras diagramaciones llegó a ser llamado
el "Toesca de los libros", también reconocido por muchos como
"el renovador de la Tipografía chilena", sus trabajos se vieron
reflejados, además de los libros, en revistas y diarios. Poco conocido es la
anécdota del encuentro de Amster con su primer trabajo en Chile. Al llegar a la
Estación Mapocho de Santiago, los pasajeros pudieron ver, entre los miles de
carteles de bienvenida, uno que decía: "Mauricio Amster; Presentarse a la
Revista Qué Hubo". Comenzó a trabajar al día siguiente junto al director,
Luis Enrique Délano y a Volodia Teitelboim, periodista de la revista. Al poco
tiempo, José María Souvirón lo nombró director artístico de la Editorial Zig
Zag.
Amster
fue asesor permanente de la Editorial Universitaria y cumplió una destacada
labor docente, como profesor de Técnica Gráfica, en la Cátedra correspondiente
del Departamento de Ciencias y Técnicas de la Comunicación de la Universidad de
Chile. Es autor de diversos textos relacionados con la impresión, entre ellos
"Técnica Gráfica",[4]
y "Normas de Composición; Guía para Autores, Editores, Correctores y
Tipógrafos"[5]. Ambos
textos no sólo son básicos en las clases a futuros periodistas, sino que
también sirven de valioso apoyo a los profesionales en ejercicio.
Muchas
son las joyas bibliográficas que le debemos al celo y cuidado de Mauricio
Amster. Entre ellas existen dos que salen largamente de lo común de nuestro
país y que son imposibles de no mencionar. Se trata de la edición de los Proverbios
Morales del Rabí Sem Tob, aparecida en 1947 en la colección del
Olivar de Babel, hecha por Amster y el escritor Enrique Espinoza y de Diez Romaces
de Amor[6],
escogidos y caligrafiados por Mauricio Amster, ilustrados con xilografías de
Jost Amman, artista suizo del siglo XVI y seguidos de una nota bibliográfica,
sucinta y muy útil, de Julián Calvo. Con esta selección, Amster nos demuestra
que no sólo era un enamorado de las letras, sino también de su contenido. Al
respecto es significativa la reseña que hace el poeta Floridor Pérez: Que
"proyectó o diagramó la edición Mauricio Amster", es algo que se lee
en muchísimos libros chilenos, por lo que su nombre es bien conocido del lector
nacional. Ese trabajo de dar un cuerpo material a la obra, lo habrá convencido
de que algunos textos son inseparables de su tipografía original, tal como
algunas personas nos parecen inseparables de su voz, por ejemplo. Así, Amster
habrá llegado a estas ediciones caligrafiadas, verdaderas creaciones
artísticas, que conservan un grato sabor de época.[7]
Quizá es poco conocido el primer trabajo
gráfico "chileno" de Amster. Lo compuso antes de subir al
"Winnipeg" y se trata del folleto -"Chile os acoge"-
entregado por Neruda a los más de dos mil pasajeros, entre ellos el propio
Amster y su esposa Adina. Es imposible pensar que Mauricio Amster imaginara en
esos días que, quince años más tarde, diseñaría otro libro con el nombre de
Chile en su título; "Resumen de la Historia de Chile",
libro escrito por Leopoldo Castedo, otro pasajero del Winnipeg.
Aún
hoy, en las actuales librerías chilenas vemos ejemplares editados por Joaquín
Almendros, creador de la editorial "Orbe", entre otros sello. En una
de sus colecciones, "Vidas Ilustres", Orbe editó una de las muchas
biografías de Pablo Neruda. Se trata de la "Biografía Emotiva" de
Efraín Szmulewicz. En él encontramos un curioso ejemplo de la integración
peninsular en Chile. El libro, editado por Joaquín Almendros, contiene un
prólogo de Vicente Mengod, autor también de una "Historia de la Literatura Chilena,
y un artículo de opinión de Antonio Rodríguez Romera. Tres refugiados
colaborando en un libro sobre Pablo Neruda.
Seguramente
una de las mayores empresas literarias intentadas en Chile por los
transterrados españoles fue "Cruz del Sur", la editorial creada y
dirigida por Arturo Soria en el año 1942. También aquí encontramos un valiosos
ejemplo de integración y aporte cultural. El soporte económico de esta empresa
fue hecho con los primeros ahorros de los mismos exiliados; Jesús del Prado,
entre ellos. Cruz del Sur constituyó un modelo de política literaria que no se
había efectuado en ninguna parte. La finalidad de la editorial era precisamente
establecer vínculos entre los autores españoles desterrados y los chilenos,
contribuyendo al conocimiento mutuo. Entre los directores de las catorce
colecciones que creó "Cruz del Sur", se reúnen los nombres de dos
destacados republicanos; José Ricardo Morales y José Ferrater Mora, junto a
otros destacados escritores chilenos, entre ellos Manuel Rojas, Mariano
Latorre, Juvencio Valle, González Vera, Ricardo Latcham y González Vera. El
primer libro que editó Cruz del Sur fue Alhué, de González Vera, en una Colección
de Autores Chilenos, cuyo director fue Manuel Rojas.
El
refinamiento de Cruz del Sur en la presentación de los libros se le debe por
entero a Mauricio Amster. El "Toesca de los libros" era de un rigor
ejemplar. Las maquetas que hacía de las publicaciones eran sencillas y
asombrosas. No faltaba ni una coma. Tenía todo perfectamente compuesto,
perfectamente equilibrado, perfectamente dosificado; los colores, los
volúmenes, el tipo de cuerpo que se empleaba en cada línea etc. Era ciertamente
un maestro y como tal es reconocido y recordado por quienes lo conocieron. No
es de extrañar, entonces, que en los libros editados se entremezclaran lo más
destacado de las letras chilenas con los clásicos y contemporáneos españoles.
La editorial "Cruz del Sur" y sus librerías, con sus libros de bajo
precio, también hay que decirlo, sin ninguna duda significó un importante hito
y contribuyó claramente al hermanamiento y difusión de los valores literarios
chilenos y españoles. Así por lo menos lo confirma el escritor José Miguel
Varas: ...a
Arturo Soria le debemos algo más, a lo menos los de mi generación: el
reencuentro con la grande y auténtica literatura española, que el liceo nos
había hecho aborrecer o despreciar. En la serie de "La fuente
escondida" que dirigió José Ricardo Morales, conocimos a Quevedo, y a
ignorados poetas del Siglo de Oro, como Francisco de la Torre, Francisco de
Figueroa, Pedro Espinoza y el Conde de Villamediana. En fin, aprendimos a leer
y gustar a Fray Luis y a San Juan de la Cruz, a Lorca, Aleixandre, Jorge
Guillén y otros contemporáneos.[8]
Pero
no es sólo la edición de libros lo que la sociedad chilena, por lo menos la de
aquel tiempo, debe a Arturo Soria, "discrepante y antimultitudinario"
como gustaba autodefinirse. Con la inestimable colaboración de su cuñado,
Fernando Puig, otro refugiado llegado a Chile en enero de 1947, recreó un tema
que ya había experimentado en España; el Archivo de la Palabra, que editó con
la voz de Neruda el primer disco con los versos de Alturas de Machu Pichu.
(Grabado en tres discos, el 2 de marzo de 1947). Otros registros del Archivo de
la Palabra realizados por Soria y Fernando Puig en Chile, recogen las voces de
los poetas Rafael Alberti, Nicolás Guillén, Dámaso Alonso y León Felipe.
Arturo
Soria era un hombre de una imaginación desbordante, de una inteligencia que a
veces ocultaba, porque también coqueteaba con esa inteligencia, la camuflaba
porque no le parecía bien demostrar la superioridad que realmente tenía y
jugaba con esa superioridad y jugaba con todos. Para los intelectuales chilenos
de la década de los cuarenta y cincuenta se convirtió en un mito. Su erudita
conversación y sus ocurrencias, repetidas y comentadas, llenaron una época. Los
jóvenes sólo tenían que saludarlo para incitar su rica conversación, que, más
que conversación, se convertía en monologo; "?Como está,
don Arturo?" y Soria, muy serio, replicaba: "?Yo? ?Discrepo!".
Y luego de esa agresiva respuesta comenzaba a desarrollar, con lujo de detalles
y anécdotas, sus temas favoritos; el destino de su querida España, Unamuno,
Neruda, la cultura en general. Quizá algunos no sepan que, además de su hermano
menor, Carmelo Soria, muerto por la Dina en plena dictadura de Pinochet,
también en la guerra civil española, en la Batalla de Teruel, cayó su otro
hermano, el mayor, combatiendo contra el ejército rebelde del general Franco en
un regimiento de dinamiteros. Arturo Soria volvió a España en 1959, después de
cumplir, como él dijera, veinte años y un día en Chile.
En
el verano de 1941 se fundó en Santiago el Teatro Experimental de la Universidad
de Chile, movimiento artístico que sirvió de ejemplo a muchas iniciativas
similares en Chile y en América Latina. Los fundadores, estudiantes de
Filosofía, Pedagogía, Leyes y Bellas Artes, mataban la sed y el hambre en el
café "Iris", donde, tertulia tras tertulia acabaron por echar las
bases del nuevo Teatro, que con el correr del tiempo se convertiría en el
"Instituto del Teatro de la Universidad de Chile". Entre los
fundadores encontramos nombres como el de Roberto Parada, María Maluenda, Chela
Alvarez, Bélgica Castro, Pedro Orthous, Rubén Sotoconil. Pedro de la Barra fue
su primer director, elegido de una terna en la que además figuraban Héctor del
Campo y José Ricardo Morales. También entre los fundadores del Experimental,
además del dramaturgo y luego profesor José Ricardo Morales, -pasajero del
Winnipeg- figuraban otros exiliados; Como asesor literario estaba el profesor
de castellano y brillante conocedor de la literatura española del Siglo de Oro,
Abelardo Clariana y Santiago del Campo, como maestro de ceremonias. Nos resulta
entrañable señalar que los primeros ensayos de los jóvenes del Teatro
Experimental se realizaron en el local de la "Alianza de Intelectuales
para la Defensa de la Cultura", que había fundado Pablo Neruda en 1937, y
que jugó un significativo papel en la organización del viaje del Winnipeg.
El
estreno de la compañía fue por la mañana del 22 de junio de 1941 en el teatro
"Imperio". El primer programa incluía "La guarda cuidadosa" de
Miguel de Cervantes, dirigida por Pedro de la Barra y "Ligazón",
de Ramón del Valle-Inclán, dirigido por José Ricardo Morales. Señalar que en la
obra dirigida por Morales actuaban entre otros María Maluenda y Pedro de la
Barra.
El
Teatro Experimental buscó las raíces en la tradición española de los teatros
universitarios. Esa tradición la funda en España Federico García Lorca con su
mítica compañía de teatro "La Barraca". Rescata y reactualiza el
teatro clásico español, lo revitaliza, lo hace vivir ante públicos muy
diversos. Y esa experiencia la recogen también los actores y los directores del
teatro "El Buho" de la Universidad de Valencia, en la que participaba
Max Aub y un joven José Ricardo Morales.
El
Teatro Experimental marcó un etapa distinta en el teatro chileno. No es
aventurado sugerir que, en el desarrollo del teatro nacional, hay un antes y
después del Teatro experimental. Como consecuencia de esta iniciativa se
crearon posteriormente otros grupos, entre ellos el Teatro Universitario de
Concepción y el Teatro de Ensayo de la Universidad Católica. En este último
también participó y destacó una joven pasajera del Winnipeg; la actriz
Monserrat Julio.
Por
esos tiempos, además, la destacada actriz catalana, Margarita Xirgú, estrenó en
Santiago las primeras obras de Federico García Lorca y, asimismo, obras de José
Ricardo Morales. La integración y el aporte en Chile, al muy poco tiempo de
la llegada de los republicanos, comenzaba a materializarse.
El
aporte del profesor José Ricardo Morales en Chile no se limita a la fundación
del Teatro Experimental. Habría que destacar también sus innovadores estudios
de Paleografía y la publicación del primer volumen dedicado a esta especialidad
en el país. A él se debe la formación de institutos y cátedras de Teoría de
Arquitectura, en las Universidades de Chile y Católica, de cuyo trabajo resultó
su primer libro "Arquitectónica". Bajo la iniciativa de Sergio
Larraín, el profesor Morales, además, participó en la fundación de la Escuela
de Artes de la Universidad Católica. José Ricardo Morales en un artículo
publicado en la Revista Universitaria, con motivo del 50 aniversario de la
llegada del Winnipeg, nos dice que su obra, su aporte, no hubiese sido posible: ...si no
fuera por la generosidad extrema de Chile, país que rescatándonos de la nada,
dio aliento a nuestra vida y vida a nuestra obra, brindándonos, en la medida de
sus posibilidades, los medios para poder ser el que somos.[9]
Además de una gran capacidad creativa, el profesor nos enseña su humildad.
Quiero desvelar aquí, y espero no ser indiscreto con el profesor Morales, una
conversación acerca del aporte de los inmigrados españoles a Chile. En ésta,
que tuvo lugar en la Facultad de Arquitectura de la Universidad de Chile y en
presencia de otro profesor, Fernán Mesa, José Ricardo Morales nos refirió otro
importante aporte. En los años 40, su padre, José Morales Chofré, químico de
profesión y pasajero del Winnipeg, fue el creador del primer "suero
fisiológico".
De
esos meses de verano, en el año 41, a la vez que se fundaba el Experimental,
rescatamos otros hechos en los que participaban los nuevos chilenos. En la II
Feria Nacional del Libro, organizado por la Sociedad de Escritores de Chile con
la colaboración de la Alianza de Intelectuales, que funcionaba en plena
Alameda, la Alianza cooperó con el aporte de 20 retratos en colores de los más
representativos valores de la historia intelectual del país. Estos retratos
fueron realizados por los pintores Edmundo Campos y el "nuevo
chileno" Arturo Lorenzo. Por cierto, a Lorenzo, durante muchos años, se le
otorgó en exclusividad la autoría del inmenso retrato del entonces presidente,
Pedro Aguirre Cerda, que colgaba de la cubierta del barco a su arribo al
puerto. El mismo se encargó de desmentir tal hecho. El retrato fue un trabajo
en equipo realizado en señal de gratitud antes de llegar a Chile. También en
esos primeros meses de 1940, con la partida de Neruda y Luis Enrique Délano a
México, se renovó la mesa directiva de la Alianza de Intelectuales. En este
nuevo directorio, presidido por el poeta y Diputado Julio Barrenechea e
integrada, entre otros, por los escritores Rubén Azócar, Ángel Cruchaga Santa
María y Nicomedes Guzmán, nos encontramos a Elena Gómez de la Serna, esposa de
Arturo Lorenzo y sobrina de Ramón Gómez de la Serna, también pasajera del
Winnipeg. En España, durante la guerra, Elena Gómez de la Serna había
participado activamente en el equipo de salvamento del tesoro artístico español.
En Valparaíso, a partir de los años 50, se dedicó a la publicidad y el
periodismo radiofónico. Fue Directora de la revista EVA de la editorial Zig-
Zag. Durante el régimen militar chileno tuvo lugar su segundo exilio. Esta vez
su refugio fue España.
El
periodismo y la radiotelefonía, además de Elena Gómez, cuenta con otros nombres
de refugiados españoles. Antonio Jaén Buendía fue un destacado personaje de las
radios chilenas. Darío Carmona, el eventual secretario de Neruda en las labores
de preparación del viaje y de selección del personal en Burdeos, se destacó,
además de la radio, en el periodismo escrito. Trabajó por muchos años en la
revista "Ercilla" y posteriormente se convirtió en uno de los mejores
periodistas deportivos del país. Y si de periodismo hablamos, destacar a uno de
los grandes periodistas "chilenos", me refiero a Isidro Corbinos,
quien llegó a Chile a bordo del Winnipeg junto a su esposa y a su hija María.
Corbinos, quien se había desempeñado como periodista en el diario La Vanguardia
de Barcelona, coloboró muchos años en la revista "Ercilla", trabajó
en el diario "La Última Hora" y, al igual que Carmona, destacó en el
periodismo deportivo. Fue profesor de la Escuela de Periodismo de la Universidad
de Chile, y cuando en el país se instituyó un estímulo para distinguir al mejor
de esa especialidad, no se dudó en darle su nombre, y así nació el "Premio
Nacional de Periodismo deportivo Isidro Corbinos".
La
historia del arte en Chile se vio enriquecida con el aporte de otro refugiado
español. Nadie puede dudar de la solvencia del crítico Antonio Rodríguez
Romera, quién en la firma de sus artículos reemplazaba el Rodríguez simplemente
por una "R.", o se ocultaba bajo los seudónimos de Critilo y Federico
Disraeli entre otros nombres. Romera, caricaturista, crítico de teatro, de cine
y sobre todo de arte, es autor de quince ensayos, todos ellos relativos al arte
chileno. Su libro "Historia de la pintura chilena", para
muchos, marcó un antes y un después en la pintura nacional y, editado en 1968,
ya va por la cuarta edición. Su destacada labor en el campo de las artes le
hizo merecer, en 1951, el Premio "Atenea". En 1950 obtuvo el Premio
Municipal por su ensayo sobre el pintor Camilo Mori y un galardón de estímulo
del Circulo de Periodistas. También recibió el Premio "Camilo
Enríquez" de la Sociedad de Escritores de Chile. Fue condecorado
"Cavalliere della Estella Solidanieta Italiana" y era Director del
Buró de la Asociación Internacional de Críticos de Arte, con sede en París. En
su faceta de caricaturista, Romera fue miembro de las Societée des Humoristes
Francaises y colaborador de numerosas publicaciones internacionales.
Como
Crítico de Teatro jugó un papel fundamental en la consolidación del nuevo
Teatro Experimental. Romera poseía un extenso conocimiento del teatro europeo
que rebasaba los existentes en el medio local, el mismo que pretendían poner en
practica los nuevos experimentalistas, que dentro de toda su revolución
escénica, habían olvidado a los críticos; no podían pretender también formar
una escuela de críticos teatrales. De ahí la importancia de Romera en los
esfuerzos universitarios. Y así se descifró a autores como Ionesco y otros que
ofrecían temas demasiado escondidos para llegar fácilmente al publico. Ese
público fue ganado por las criticas de Romera para las obras que presentaba el
Teatro Experimental; sin su apoyo habría sido un lento proceso que tal vez
habría debilitado el caminar de los artistas universitarios.[10]
Antonio Romera, quien falleció en Santiago en junio de 1975, fue durante muchos años presidente del Círculo de Críticos de Arte de Chile. Con motivo de su muerte, en un artículo de adiós al maestro, la crítica chilena Yolanda Montecinos recuerda: Fue un erudito en el mejor sentido del término, un enamorado de las artes plásticas en dimensiones raras veces vistas y además, un crítico cuya trayectoria constituye un ejemplo para generaciones futuras.[11]
La
plástica chilena de nuestros días, se ve encabezada por dos grandes pintores; Roser
Bru y José Balmes, ambos pasajeros del Winnipeg y ambos, después, alumnos de
tres grandes de la pintura chilena; Burchard, Camilo Mori y Perotti. Llegaron a
Chile siendo casi unos niños. Roser Bru comenzó a estudiar acuarela y croquis
como alumna libre en la Escuela de Bellas Artes. Fue una de las más destacadas
integrantes del Taller 99, dirigido por Nemesio Antúnez y, desde hace mucho
tiempo, su obra goza de un prestigio reconocido en los más importantes centros
del arte contemporáneo. Pero Roser Bru, en un emotivo y sincero testimonio nos
recuerda que la integración en el país de acogida fue muy difícil en sus
comienzos, sobre todo para los refugiados de mayor edad, como era el caso de su
padre, Luis Bru, ex diputado en el Parlamento Catalán. Mi hermana trabajaba en el Automóvil
Club, mientras mi madre, junto con la de Balmes y otras amigas, se dedicaron a
coser. Para mi padre fue más difícil. Trabajó en un cargo de confianza de los
Establecimientos Oriente. Fue allí que empezó su tuberculosis. No pudo ser
feliz. Él fue el gran trasplantado, el más refugiado, el más exiliado. Perdió
las razones de vida que le motivaron siempre. Murió el mismo año que
descubrieron la estreptomicina, pero ya demasiado tarde para él.[12]
José
Balmes, el mismo mes de su llegada a Chile, con doce años, también ingresó en
la Escuela Bellas Artes como alumno libre. El más chileno de los exiliados, según una
propia definición, permaneció en ella hasta septiembre de 1973, cuando terminó
como Decano. Sobre su acelerada "chilenización" el pintor, nacido en
1927, en Montesquiu, Cataluña, nos cuenta que estudió en el Liceo Barros
Borgoño: Allí
me chilenicé definitivamente, porque si no te chilenizabas en el Barros
Borgoño, que era llamado la Universidad del Matadero, o los mal hablados le
llamaban los matarifes, si no te chilenizas allí quiere decir que eres
realmente estúpido.[13]
Durante
la dictadura de Pinochet vivió un segundo exilio, esta vez compartido con su
esposa, Gracia Barrios, e hija, Concepción Balmes, ambas destacadas exponentes
de la plástica nacional. En Europa, Balmes trabajó y enseñó en academias y
universidades, (profesor de Pintura Mural en la Universidad de París, entre
otras), realizó exposiciones y pintó murales que reforzaron la lucha del exilio
chileno por contribuir a la recuperación de la democracia. Fue uno de los
organizadores y dirigente del "Chile Crea", la majestuosa
manifestación solidaria del mundo con nuestro país. El pintor permaneció ocho
años en Francia y gracias a una gestión de la UNESCO, en 1982, le permitieron
volver a Chile. A su vuelta, después de ocho años de exilio, declaró: Fue entonces
que comprendí que nunca había salido de Chile. A uno le pueden vendar la vista,
y hacerlo caminar con los brazos en cruz aspirando profundamente. Y uno que es
de allí sabrá perfectamente donde está. El sonido y el olor del océano Pacífico
no se pueden confundir. El mar de Isla Negra es único.[14]
A su regreso, aún bajo dictadura, el pintor comenzó a enseñar su oficio en la
Universidad Católica de Santiago. José Balmes, presidente por varios años del
gremio de los artístas plásticos, la APECH, recibió el máximo galardón que se
puede otorgar a un artista chileno; El Premio Nacional de Artes 1999. La tarde
del 25 de agosto del mismo año, en el Ministerio de Educación, durante la
ceremonia en que recibió el premio de manos del Ministro, Balmes habló de las
circunstancias históricas en la vida del ser humano. En esa ocasión señaló: Si en las
elecciones de 1938[15]
hubiera triunfado Gustavo Ross, yo no estaría aquí. El Winnipeg fue el
producto, la creación de un poeta, Pablo Neruda, y de la decisión de la
sociedad chilena. El momento era el más propicio para esta gesta nerudiana y
del Frente Popular que presidía don Pedro Aguirre Cerda a la cabeza de un
conglomerado de seres humanos magnificos.
José
Balmes es querido y admirado por los chilenos, sobre todo por los chilenos que
lo han visto luchar por un nuevo orden, por una mayor justicia social, por los
que lo han visto prodigar su experiencia y su inspiración creadora. Este inquebrantable
compromiso le ha traido más de algún inconveniente. Durante la detención en
Londres de Augusto Pinochet por orden del juez español Baltazar Garzón, Balmes
se convirtió para la extrema derecha en el paradigma de sus desgracias. El
pintor no sólo era un declarado militante de izquierda, sino que también
recordaron su origen español. Los fascistas criollos, con la cobardía que
conlleva el anonimato, lo amenazaron de muerte.
Su
chilenidad está fuera de toda duda, nadie la cuestiona. Lo ha demostrado con
los hechos, con su arte y con sus palabras: Siento que esa presencia que significó el Winnipeg es
muy fuerte en mí, se me produjo un hecho paradojal: por lo joven que era, soy
el más chileno de los exiliados, y uno de los que guardo el recuerdo de su
significado de una forma muy fuerte. Poco después de la llegada, ya sentí que
este país era el mío.[16]
Balmes ha hecho de su
lucha y de su arte una estética y una ética de existencia. Asi lo
señala Volodia Teitelboim en uno de su innumerables escritos, y continúa: Su deber es
hacer conciencia, contribuir a recuperar la memoria, terminar con el autoexilio
y la regresión generalizada, rechazar el conformismo, la antidemocracia. Su
divisa es no dejar caer los brazos, no darse nunca por vencido, desplegar el
arte y las banderas de la dignidad, reconquistar los valores del espíritu
libre. Enorme tarea para un sólo hombre la que encomienda Volodia,
aunque nunca, que sepamos, Balmes ha dejado de asumirla.
También
fueron pasajeros del Winnipeg la pintora Magdalena Lozano, quien practicó la
docencia durante mucho tiempo. En la escultura nacional encontramos el nombre
de otro destacado; Claudio Tarragó, pasajero del "Formosa".
La
historia de la música chilena fue motivo de estudio para otro republicano. En
el año 1960 se editó el libro "La creación musical en Chile", de
Vicente Salas Viú. El destacado musicólogo, además de Director de la "Revista
Musical Chilena", llegó a ser Director del Instituto de
Extensión Musical de la Universidad de Chile, donde realizó una amplia obra
administrativa. Además, Salas Viú, publicó en Chile otro libro, "Las primeras
jornadas y otras narraciones de la guerra española", reimpreso
en Santiago luego de ser publicado en Barcelona en el año 1939.
Similar
es la didáctica participación en el desarrollo musical chileno de la pianista
Diana Pey Casado, fallecida en Miami, Estados Unidos, en su otro exilio, el
chileno. Llegó a Chile acompañada de su madre, Manuela Casado, su esposo, el
ingeniero Lorenzo Colli y sus dos hermanos, Víctor y Raúl. Uno de ellos, Víctor
Pey, nos narra el comienzo de la nueva vida: La primera de la familia que encontró
trabajo en Chile fue mi hermana. Encontró trabajo en la Radio Cooperativa
Vitalicia, que se llamaba en esa época. Y el que le consiguió el trabajo, a los
cinco o seis días de llegar, muy pocos, era un periodista, director de la
revista Ercilla. Era peruano. Manuel Seoane, un hombre muy valiosos, muy
meritorio. El tenía un amigo en la radio Cooperativa Vitalicia. Y llegamos a
Manuel Seoane porque él fue a recibirnos entre la gente, cuando llegamos a la
estación Mapocho. Ahí nos encontramos con unos chilenos que eran ingenieros y
la mujer de uno de los ingenieros, Jose Saitua, era peruana y conocía a Seoane.
Ella empezó a trabajar en la radio a los pocos días. Hacía dos programas, uno
como Diana Pey, que tocaba, uno o dos días a la semana. Y después acompañaba a
cantantes. El director de la radio en esa época era Renato Deformes, después
llegó un muchachito que venía del sur, se llamaba Raul Matas.
Siendo
muy joven y además de su trabajo como concertista y acompañante en Radio
Cooperativa, Diana Pey ingresó como alumna a la Escuela de Artes Musicales de
la Universidad de Chile. Permaneció en ella hasta el año 1973, en que llegó a
ser vice Decana y Decana subrogante.
Otros
músicos que se identificaron y contribuyeron con la cultura chilena fueron; el
violinista Enrique Iniesta y su esposa, la pianista Giocasta Corma; el
percusionista Valcárcel; el finísimo guitarrista Albor Maruenda y recordemos
que también fue pasajero del Winnipeg el tenor catalán Juan Arnot.
Así
como la historia de la música y de la pintura chilena, la propia historia de
Chile contó con un valiosos investigador. El connotado historiador chileno
Francisco Antonio Encina encontró un notable colaborador en uno de los
pasajeros del Winnipeg. El ya citado "transterrado" español Leopoldo
Castedo, (Madrid 1915- Madrid 1999) no sólo colaboró con Encina, sino que, como
hemos dicho, resumió la grandiosa obra del historiador. El Resumen de la Historia de Chile,
de Castedo, hace algunos años, ya sobrepasaba la decimoséptima edición.
El
inmenso aporte a la cultura chilena del profesor, historiador, cineasta y
cónsul honorario, Leopoldo Castedo, es muy difícil de resumir, aunque sí
podemos enumerar algunas de las que fueron sus multiples actividades; Su
primera publicación en Chile fue la "Historia ejemplar de Santiago de
Chile", en el año 1942. Con este libro inaugura una larga serie de
ediciones que sumarían hasta setenta en el transcurso de su vida. Con el título
de "Chile en el corazón" apareció su primer artículo en el diario La
Nación de Santiago. Lo escribió pocos días despues de su arribo al país y con
él comienza la larga serie de articulos que publicó en diarios y revistas y que
suman centenares. Como académico fue Profesor en la Escuela de Periodismo,
Cátedra de Historia de América, en la Universidad de Chile; Profesor en la
Facultad de Bellas Artes, Cátedra de Historia del Arte Iberoamericano, en la
misma Universidad. Realizó, además, la película "La Respuesta", que,
en 1961, representó a Chile en III Certamen Internacional de Cine Documental
Ibero Americano y Filipino, realizado en Bilbao y en el que fue galardonado con
la Medalla de Oro al mejor film en conjunto y Medalla de Plata al mejor film
sobre una ciudad iberoamericana. Entre 1960 y 1979 vivió en Estados Unidos como
profesor de la State University de Nueva York y como académico visitante en
Washington y California.
Castedo,
además, ha sido funcionario de la CEPAL y asesor del Banco Interamericano de
Desarrollo, BID; Cónsul Honorario de Chile desde 1960 hasta el 11 de septiembre
de 1973. Fue miembro de la Sociedad Chilena de Historia y Geografía y miembro
de la Sociedad Científica de Chile. Recibió dos de las mayores condecoraciones
que entregan los gobiernos de Chile y España. En Mayo 1996, El Presidente
Eduardo Frei Ruiz-Tagle le otorgó, por su valioso aporte a la cultura nacional,
la Condecoración Orden al Mérito Docente y Cultural "Gabriela
Mistral" en el grado de Gran Oficial. Por su parte, el Rey Juan Carlos I
hizo otro tanto con la condecoración Isabel La Católica.
En
1997, gracias al apoyo de la Fundación Andes y al Fondo de Cultura Económica,
Castedo publicó sus "Contramemorias de un Transterrado". Memorias que
se abren y cierran con dos "renacimientos". El primero, su rescate de
las ruinas de una fábrica de armas en el Madrid de 1936, en plena guerra civil,
que le deja, entre otras secuelas, un ojo inutilizado. El segundo en Chile,
cuando los médicos le alejan de un cáncer y todavía puede pensar en una madurez
llena de proyectos.
Considerado
como uno de los intelectuales más destacados de Chile, Castedo falleció en
Barajas, Madrid, el domingo 10 de octubre de 1999, producto de un infarto,
minutos antes de que el avión en que viajaba con destino a Washington
despegara. Había viajado a España para presentar en la Casa de las Américas su
útimo libro, -Fundamentos culturales de la integración latinoamericana, editado
por el Fondo de Cultura Económica-, actividad trás la cual tenía programado
viajar a Washington para pasar unos días de vacaciones junto a su esposa, la
poetisa chilena Carmen Orrego. Su cuerpo, siguiendo su voluntad, fue incinerado
y sus cenizas trasladadas a Chile. En el mes de junio de 1998, en una
entrevista publicada en el diario La Época de Santiago, Castedo había
declarado: No
me quiero morir todavía, pues me quedan muchos libros por escribir.
Entre
1941 y 1947, José Ferrater Mora enriqueció la cátedra de Filosofía Moderna y
Contemporánea en la Universidad de Chile. En 1942, Ferrater publicó "España y
Europa". En Buenos Aires se publicaron los libros que escribió
en Chile; "Unamuno"; "Variaciones sobre el espíritu";
"El
sentido de la muerte". Pablo de la Fuente, escritor centrado en
la temática del exilio, editó en Chile "Sobre tierra prestada";
"Los
esfuerzos inútiles" y "Este tiempo amargo", narración que
obtuvo el Primer Premio del concurso de novelas de la Alianza de Intelectuales
de Chile en 1949. Arturo Serrano Plaja, que permaneció poco tiempo en el país,
escribió el cuento "Del cielo y el escombro", que da
título al libro de este género publicado en Buenos Aires. De Antonio Aparicio,
poeta y periodista, es "Cuando Europa moría o doce años de terror nazi".
En
la valiosa contribución, de todo tipo, aportada por los inmigrados, es de
justicia destacar otros nombres, como el de la poetisa Elvira Magaña; el
profesor Alejandro Tarragó, fundador de la "Windsor School", de tan
buenos recuerdos para sus antiguos alumnos y que contaba entre sus profesores a
Antonio R. Romera y Andrés Sabella. Cómo no señalar nombres como el del
profesor Wenceslao Roces, Vicente Mengod, Eleazar Huertas, notable profesor en
la Universidad de Chile y famoso por sus estudios sobre el Mío Cid; Antonio de
Lezama Mason, quien colaboró en el diario vespertino Noticias de Última Hora,
ejerció como profesor de literatura y biblioteconomía y, además, se desempeñó
como representante extraoficial del Gobierno Republicano en el exilio; el
periodista Carlos de Baraiba; el catalán Juan Guasch, nacido en Chile debido a
un viaje de trabajo de su padre, pero criado en Arenys de Mar. Luego fue
pasajero del Winnipeg y se desempeñó por muchos años como Secretario del Centro
Catalán en Santiago; el fotógrafo José María Gancedo y su esposa Pilar Lage
Bobadilla. Gancedo, gracias a su habilidad y a su máquina fotográfica, atesoró
la más importante colección de fotos a bordo del Winnipeg y a su arribo a
Valparaíso; el matrimonio formado por Santos Bustos y Concepción Berasaluce, él
fue fundador y primer bailarín del grupo de folklore del Gobierno Vasco. En
Chile fueron los protagonistas de la pelicula documental Notas para un retrato
de familia, de la cineasta Angelina Vásquez.
En
Valparaíso se recuerda con cariño la labor del escritor y político Modesto
Parera Casas, que fue uno de los que no viajó a Santiago y decidió quedarse en
el puerto. Parera y su esposa pasaron su primera noche en un hotel: luego se
formó una bolsa de trabajo en la Casa España y se ubicó a la gente. Al segundo
día de llegar, yo fui empleado de la Municipalidad; mi señora fue empleada para
cobrar avisos de una revista que se llamaba "La semana
internacional". Y con eso empezamos una nueva vida.[17]
También se quedó en Valparaíso el matrimonio formado por Piedad Bollada y el ex
marino Eloy Alonso, padre de Agnes América Winnipeg Alonso, nacida a bordo del
barco. En el puerto, Alonso, natural de la localidad de Abanto y Ciérvana en la
Provincia de Vizcaya, se convirtió en talabartero, empleado de barraca, de
fábrica de muebles, entre otros oficios, que complementó adecuadamente con la
pasión por el fútbol. Así, este español vizcaíno no sólo se hizo socio del Club
de Fútbol Santiago Wanderes, sino que llegó a ser tesorero e integrante de los
Viejos Tercios. Diego Moya Tornero, otro pasajero del mítico barco, se
convirtió en un prospero empresario del comercio porteño; El prolífico
santanderino Laureano Miranda, una verdadera enciclopedia, según sus amigos,
viajo a Chile y se quedó en el puerto junto a sus ocho hijos. La mayor de ellos,
Virginia, recuerda sus escazas pertenencias en el momento de su arribo a
Valparaíso: Tan
pronto descendimos del barco y cumplimos con los trámites correspondientes nos
llevaron en buses al Centro Español. No teníamos documentos, había un pasaporte
colectivo. Desde allí, en los mismos buses nos fueron distribuyendo en los
alojamientos que estaban preparados. a mi familia le correspondió ir a una
residencial situada en la calle Independencia, entre calles San Ignacio y Simón
Bolívar. No traíamos nada. Sólo una hermosa tela holandesa, con la cual mi
madre nos hizo un traje que lucíamos con orgullo, pero la planta de nuestros
zapatos no era más que un cartón que suplía la suela ya desaparecida.[18]
En
la ciudad de San Fernando se radico y aportó su trabajo el catalán Eugenio
Castell, padre de Andrés Martí, otro niño nacido durante la travesía del barco.
Castell llegó a esa ciudad una semana después de haber desembarcado en
Valparaíso. En ella vivió el resto de su vida y de ella guardó siempre buenos
recuerdos. En 1989, con motivo de cumplirse los 50 años del arribo del
Winnipeg, Eugenio Castell declaró: ...al recordar lo que viví en el curso de casi tres
años de guerra entre hermanos, padres e hijos, de haber pasado 5 meses en un
campo de concentración y ese largo viaje por mar en un barco en el que casi no
cabíamos, al recordar las cosas buenas y también malas que tuvimos que
afrontar, tomo conciencia de lo que me ha dado este pueblo de San Fernando y de
la gran fraternidad y humanismo del pueblo chileno para ese grupo de refugiados
que llegamos en busca de paz, trabajo y tranquilidad.[19]
En
la ciudad de Los Andes encontraron cariño y acogida tres pasajeros del
Winnipeg: Andrés Gálvez Peñuelas, Benito Jiménez Aranda y Rafael Martínez
González. Su primer aporte fue participar en la construcción del Hospital de la
ciudad. Con el tiempo se dedicaron a la actividad comercial, crearon fuentes de
trabajo y compartieron sus triunfos y sus derrotas con sus conciudadanos.
En
1989, bajo el auspicio de la Embajada de España y de diversas instituciones
culturales, se celebraron los cincuenta años de la llegada del Winnipeg. Dentro
de los actos conmemorativos se realizaron varias charlas y conferencias y,
simultaneamente, se publicaron dos libros y se estrenó una pelicula[20].
La prensa publicó decenas de artículos y estudios relativos al tema. Revisando
toda esa rica información podemos rescatar que en 1989, en Chile, no quedaban
más de 260 sobrevivientes de esa multitudinaria expedición. Pero se estimaba,
en esa fecha, en más de quince mil los descendientes de los pasajeros del
Barco. Estos descendientes, la semilla del Winnipeg, también se deben contar
como parte de ese valioso aporte al desarrollo de nuestro país.
Con
toda seguridad el aporte de los exiliados españoles a Chile es digno de un
estudio mucho más profundo que el insinuado en este artículo. La rápida
integración de los transterrados en nuestro país permitió que su aporte y su
obra se diluyera en nuestra sociedad, lo que la hace más difícilmente destacable.
Proyecto Clío
[1]Salvador Morera Mas. Revista Universitaria N? 27, Santiago, 1989. pág. 22.
[2]Roser Bru. "El Café Miraflores" Revista Rocinante N? 1, Santiago, Noviembre de 1998.
[3]Darío Oses, Revista Cuadernos, N? 40, Santiago, 2000. pág, 26.
[4]Mauricio Amster, "Técnica Gráfica". Editorial Universitaria, Santiago de Chile, 1977. 220 páginas. (Este libro es una versión ampliada y corregida de otro libro de Amster "Técnica Gráfica del Periodismo)
[5]Mauricio Amster. "Normas de Composición;...". Editorial Universitaria, Santiago de Chile, 1969.
[6]Diez Romances de Amor. Selección de Mauricio Amster. Editorial Universitaria, Santiago de Chile, 1975. 78 páginas.
[7]Floridor Pérez. "Romances de aquí y allá..." La Provincia, Ovalle, 4 de marzo de 1976. pág. 3
[8]José Miguel Varas. "El Discrepante" Revista Araucaria de Chile N? 12, Madrid 1980 p. 207
[9]José Ricardo
Morales. "Un testimonio, una Dedicatoria" Revista Universitaria N? 27, Santiago 1989. pág.
24.
[10]Mario Cánepa Guzmán. "La presencia de Romera en nuestro teatro". El Mercurio, Santiago 27 de marzo de 1977.
[11]Yolanda Montecinos. "El adiós a un maestro" Las Últimas Noticias, Santiago, miércoles 25 de junio de 1975.
[12]Roser Bru. "Viaje en el Winnipeg de la Familia Bru". Revista Universitaria N? 27, Santiago, 1989. pág. 20.
[13]Intervención del José Balmes en la Mesa "Aportes del exilio; Las artes" en el Centro Cultural de España, lunes 13 de septiembre de 1999, con motivo de la conmemoración de los 60 años de la llegada del Winnipeg a Chile.
[14]Raul Pizarro, "El retorno de Balmes". Araucaria de Chile, N? 17, Madrid 1982. pág. 145-148.
[15]La elección presidencial tuvo lugar el 25 de agosto de 1938. Pedro Aguirre Cerda, candidato del Frente Popular, derrotó por estrecho márgen a Gustavo Ross Santa María, candidato de los partidos de derecha. Aguirre Cerda asumió la presidencia el 24 de diciembre del mismo año.
[16]Maura Brescia. "Las remembranzas de un niño exiliado de doce años, medio siglo después" (José Balmes). Diario La Época, Santiago, 3 de Septiembre de 1989. pág. 29.
[17]Modesto Parera casas. "Al recibirnos, Chile cumplió con la frase "O el asilo contra la opresión" La Estrella, Valparaíso, 2 de Septiembre de 1989. págs. 26-28.
[18]El Mercurio, Valparaíso, 3 de Septiembre de 1989. p. 17-18.
[19]Eugenio Castell. La Región, San Fernando, 31 de Agosto de 1989. p. 5
[20]Los libros presentados en esa ocasión fueron: "Los Españoles del Winnipeg" de Jaime Ferrer Mir (Ediciones Cal Soga, Santiago, 1989, Imprenta Salesianos.) "Winnipeg Cuando la libertad tuvo nombre de barco" de Angélina Vásquez (Ediciones Meigas, Con el patrocino del ICI. Agosto de 1989) y se estrenó el film "Notas para un retrato de familia" de Angelina Vásquez.