1. Metales

 La acuñación de moneda en los territorios helénicos de Bactriana y la India fue cuantitativamente muy abundante. Prueba de ello son los miles de ejemplares repartidos desde el siglo XVIII por museos y colecciones privadas de todo el mundo. Muy pocos proceden de excavaciones arqueológicas: poco más de 700 monedas fueron halladas en las que se realizaron en la ciudad helenística de Ai Khanum, mientras que en ese mismo lugar han sido descubiertos de manera clandestina dos atesoramientos, el primero en 1973 con 142 dracmas y tetradracmas griegas, y el segundo en 1993 con más de 1.500 ejemplares. La mayoría de las piezas han visto la luz como consecuencia de hallazgos fortuitos, desde las aproximadamente 1.500 monedas grecobactrianas que formaban parte del denominado tesoro del Oxus (descubierto en 1877) y las 627 del tesoro de Qunduz (1946), hasta el verdaderamente fabuloso tesoro de Mir Zakah. Este último bien merece un comentario. En 1992 una mujer del poblado de Mir Zakah, situado en la provincia afgana de Pakthia y no lejos de la frontera con Pakistán, sacaba agua de un pozo cuando en fondo del cubo apareció una moneda de oro. La noticia se propagó y pronto fueron excavadores clandestinos de una determinada tribu afgana los que, a un precio sangriento, se hicieron con el control de la localidad. En los años siguientes ha salido de allí uno de los mayores tesoros conocidos en la historia de la moneda: más de cuatro toneladas de metal acuñado, esto es, cerca de 550.000 monedas, sobre todo de plata y bronce, así como 350 kg de objetos de oro. Osmund Bopearachchi, especialista en el tema de la numismática grecobactriana e indogriega, ha seguido el rastro de ejemplares de este tesoro desde Afganistán a Pakistán y desde allí hasta museos japoneses o colecciones privadas europeas, si bien una parte importante del mismo llegó a Londres y de allí ha pasado a un depósito de seguridad en Basilea, donde los intentos de venderlo como un único lote han resultado infructuosos hasta la fecha. Más información sobre tan asombroso suceso puede hallarse en O. BOPEARACHCHI, “Nouvelles trouvailles archéologiques en Afghanistan et au Pakistan”, conferencia pronunciada en el C.N.R.S. E.N.S. el 5 de junio de 2001 que puede ser consultada en www.archeo.ens.fr/conferencesdumardi/bopear/bopearjuin2001.html.

En el ámbito de nuestro estudio la acuñación de moneda se realizó sobre metales muy diversos. Por un lado contamos con el esquema tradicional oro-plata-bronce, extendido por todo el mundo griego. Pero junto a estos metales encontramos acuñaciones realizadas sobre níquel y plomo, un rasgo que distingue notablemente a estas emisiones respecto del resto de las acuñaciones helénicas, sobre todo por lo que se refiere al níquel.

La moneda de oro no es muy frecuente entre estas emisiones. Tan sólo la encontramos con los dos Diodotos, Eutidemo I, Eucrátides I y Menandro. Es más: en sentido estricto, sólo los tres primeros acuñan moneda de oro propiamente dicha. En el caso de Menandro sólo podemos decir que, a la vista de los tipos utilizados, se le ha atribuido una pieza anepígrafa de oro cuyo peso corresponde a una estátera y sobre la que figuran la efigie de Atenea con caso en el anverso y la lechuza en el reverso: los diferentes autores la han considerado de carácter conmemorativo y no destinada a la circulación, y, dada la ausencia de leyenda, alguno de ellos incluso la ha atribuido a su supuesta esposa Agatocleia.

Los otros tres soberanos sí acuñan moneda de oro como tal, pero en conjunto se conocen pocos ejemplares. Tales emisiones obedecieron a motivos fundamentalmente políticos ligados al establecimiento de un nuevo poder: de hecho, nada resulta más significativo que la acuñación de moneda de oro para celebrar la independencia (como ocurre en el caso de Diodoto) o la victoria definitiva sobre el enemigo (de Eutidemo I sobre Diodoto II y de Eucrátides I sobre los Eutidémidas).

A la vez que realiza emisiones de oro convencionales, Eucrátides I acuña lo que parece ser una medalla conmemorativa, pues sólo así puede definirse la pieza de 63 mm de diámetro, 169,60 g de peso y un valor de veinte estáteras áticas sobre cuyo anverso figuran el retrato del soberano con casco de cimera, mientras que en el reverso aparecen los Dioscuros a caballo y con lanza enmarcados por la leyenda griega BASILEOS MEGALOU EUKRATIDOU, “del Gran Rey Eucrátides”. Se trata de la moneda de oro más grande y valiosa de toda la numismática antigua, una pieza única conservada en el Cabinet des Médailles de la Bibliothèque Nationale de París, y la historia de su descubrimiento parece sacada de un relato de Ruyard Kipling.

   

Eucrátides I. Plata. Tetradracma ática con los mismos tipos y la misma leyenda que la pieza de oro de veinte estáteras: retrato de Eucrátides I con casco / Dioscuros a caballo con lanza.

Imagen extraída de http://www.ancient-art.com/east.htm

(HISTORIA DE SU DESCUBRIMIENTO)

  Sin embargo, la información acerca de las acuñaciones en oro realizadas por Eucrátides resulta incompleta. Se conocen estáteras, pero la pieza que más información podría aportar nunca ha sido publicada. Todo parece indicar que actualmente forma parte de una colección privada, sin que se sepa de ella más que unas escuetas referencias recogidas en el catálogo de una casa de subastas aparecido en 1953: allí se la describe como “octodracma ática”, con unos tipos de anverso y reverso idénticos a los de la pieza de veinte estáteras, un peso de aproximadamente 26 g y un diámetro de unos 30 mm. Estos datos permiten atribuirle un valor superior al de una estátera, lo que la convierte en el eslabón entre este tipo de piezas y la de veinte estáteras y probaría la existencia de valores intermedios entre una y otras. Por otra parte se conoce una segunda serie en oro de este mismo soberano: con un peso de 7,2 g, presenta el retrato de Eucrátides en el anverso y las lanzas de los Dioscuros con palma y estrellas muy estilizadas en el reverso, y dado que no incluye el epíteto MEGAS, “El Grande”, en la leyenda, la emisión se situaría en los primeros momentos de su reinado.

  La plata fue acuñada por todos los soberanos grecobactrianos e indogriegos. Junto con el bronce, representa el mayor volumen de metal acuñado en estas regiones. Tanto la propia región de Bactriana como las áreas vecinas de Carmania y Drangiana contaban con yacimientos argentíferos. En líneas generales, las emisiones de plata responden a los esquemas acostumbrados. Pero contamos con una serie que destaca por encima de todas las demás tanto como la mencionada acuñación de la pieza de veinte estáteras por parte de Eucrátides. Nos referimos a la denominada “doble decadracma” acuñada por Amintas, pues ése es su valor según el patrón ático. Con 67 mm de diámetro y casi 85 g de peso, estas piezas sin duda no estuvieron destinadas a la circulación. En ellas aparece en el anverso el retrato del monarca y en el reverso la imagen entronizada de Tyché con cornucopia o de Zeus sosteniendo en la mano la figura de una Atenea que porta cetro y palma. Los cinco ejemplares que se conocen fueron hallados en el denominado Tesoro de Qunduz (descubierto en 1946 en Kisht-Tepe, en la provincia afgana de Qunduz, y publicado en 1965) y representan la moneda de plata de mayor tamaño conocida en toda la Antigüedad.

 

Amintas. Plata. Doble decadracma ática. Retrato de Amintas con casco / Tyché entronizada con cornucopia y haciendo un gesto con la mano derecha.

Imagen extraída de

http://icg.harvard.edu/~class164/indiagallery/source/11.html.

Se conocen reacuñaciones sobre piezas de este metal. El fenómeno ha sido interpretado bien como símbolo de conquista en función de la cual el soberano vencedor acuña sobre las piezas del monarca derrotado, o como indicio de escasez de plata.

  Evidentemente, el bronce fue acuñado en grandes cantidades, pues tradicionalmente ha sido la moneda de uso común en los intercambios cotidianos. Por esa misma razón son pocos los soberanos que no lo acuñan -Platón, Apolofanes, Estratón II-, y aunque siempre existe la posibilidad de que sí lo hicieran, resulta extraño que ninguna de sus acuñaciones más abundantes haya llegado hasta nosotros. La proporción aplicada en la aleación es la misma que aparece en los bronces de Alejandro: ocho partes de cobre por una de estaño. El primero llegaría desde Carmania, mientras que el segundo abunda en la propia Bactriana y en la India.

 

Eutidemo I. Bronce. Doble unidad. Cabeza de Heracles con barba / caballo con las patas delanteras levantadas.

Imagen extraída de http://www.wildwinds.com

La utilización del plomo como metal de acuñación constituye un caso especial dentro de nuestro tema. Sólo conocemos una serie, emitida por Estratón II, pues aunque la leyenda no resulta demasiado legible, hay que recordar que de ninguno de ellos nos han llegado acuñaciones sobre bronce. Cada pieza cuenta con un peso de 8,6 g y muestra en el anverso a Apolo con una flecha en las manos y en el reverso un trípode. Con todo, el fenómeno de la acuñación sobre plomo no pasa de ser una curiosidad.

  Por contra, lo que sí llama poderosísimamente la atención es la existencia de monedas acuñadas en níquel. Del níquel no se tendrá conocimiento en Occidente hasta 1751, cuando A. F. Cronstedt lo descubre como metal aislado, y las primeras monedas de cuproníquel aparecerán en Europa a mediados del siglo XIX. Sin embargo, lo encontramos como el metal en el que se acuñan las monedas de tres soberanos grecobactrianos: Eutidemo II, Pantaleón y Agatocles.

 

Eutidemo II. Níquel. Doble unidad. Cabeza laureada de Apolo / trípode

Imagen extraída de http://www.wildwinds.com

Según los análisis realizados por W. Flight en 1868 y confirmados por A. A. Moss en 1950, el níquel de estas monedas está compuesto en un 77% por cobre, en un 20% por níquel propiamente dicho y en un 1,04% por hierro, a lo que se suma cobalto, estaño, plata y azufre por tratamiento deficiente al trabajar la aleación. Ésta se conseguiría a partir de la fusión de la pirita magnética que contiene sulfuros de cobre, níquel y hierro mezclados con cuarzo. En esa misma época los chinos ya conocían cierto “cobre blanco” de composición muy similar a la de dichas acuñaciones: 79% de cobre, 16% de níquel y 4% de hierro (en ocasiones cinc). W. W. Tarn aprovechó dicha coincidencia para plantear la posibilidad de que Eutidemo I hubiese emprendido una expedición hasta el Turquestán chino. Sin necesidad de llegar a tales extremos, el níquel pudo llegar a Bactriana ya como aleación a través del intercambio comercial y en forma de lingotes. Sobre su discutida función en el sistema metrológico hablaremos en el siguiente apartado.

  Concluyendo: plata y bronce dominan en la escala de metales acuñados; el oro es relativamente escaso; el plomo constituye una curiosidad; y el níquel nos sorprende apareciendo en escena casi dos mil años antes de ser conocido en Europa. Y un último apunte: Alexander Cunningham intentó clasificar la moneda grecobactriana e indogriega en función del porcentaje de metal imaginando que la composición se degradaría con el tiempo y que, de este modo, el progresivo envilecimiento permitiría establecer una cronología relativa de los reinados de los diferentes soberanos que acuñaron moneda. En vano: los análisis de Flight demostraron que el porcentaje de plata en las tetradracmas, didracmas y dracmas griegas e indogriegas era prácticamente idéntico, y lo mismo encontró en la moneda de bronce.

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