LA PUJANZA DE LAS LETRAS FRENTE
A LAS ARMAS EN LA NOBLEZA DE LA ESPAÑA DE LOS AUSTRIAS
Carmen Mª Cremades
Griñán
Aparecido por primera vez en Miscelánea
Medieval Murciana. Vol. XIX-XX. Años 1995-1996. Págs. 55-66
RESUMÉ
La noblesse est, á la fois, de naissance, militaire, féodale, et elle
donne son esprit á toute la société.Tout cece rapelle étonnamment le Moyen-Age.
Le dédain des professions autres que la militaire vient du temps où les
invasions, l'affaiblissement du poivoir supreme, l'insécurité perpétuelle,
avaient fait du soldat l’homme nécesssaire, et les périodes de paix n'avaient
jamais été depuis assez longues, la force de l’Etat assez grande por faire
oublier que les biens les plus précieux, dont tous les autres dépendent,
sont l'indépendance et la sureté, ni tout ce que chacun doit à ceux qui
garantissent.Le caractère honorable de l’exploitation du sol por l’entretien
personnel rapelle le temps où la monnaie était rare et où l’homme d'armes
recevait en fief, pour assurer son existence, un morceau de terre.
L’idée de race, sans doute la constatation de la supériorité
que l'exercice des armes das le jeune age, l’exemple domestique, la tradition,
peut-etre aussi des aptitudes morales et physiques acquises et transmises
par hérédité, donnaient habituellement, dans l'ensemble, à la postérité
des nobles
|
"Y así conviene que con las artes liberales
se domestique y adorne la sciencia política", factor crucial que marca una notable distinción
con los movimientos bélicos de la Edad Media y los siglos XVI y XVII. De esta
forma el espíritu humanístico impregna la sociedad y es aplicado vivamente por
la élite socio-política, lo que favorecería el establecimiento de dos polos
antagónicos que se repelen: de un lado el avance del pueblo con una tendencia
hacia las lenguas locales, marginando el latín y estudios clásicos y por otro
lado los centros financieros y aristocráticos donde el gusto por los clásicos
predomina y surge la figura del patricio, alejando ó despreciando al plebeyo.
Reflejos que se perciben en los poemas épicos, y alcanzan
su plenitud en el Quijote, cotidianidad combinada con el espíritu de
la caballería (J. Marías, 27). Reflejos que se observan en el ánimo para la
lectura, las armas y desprecio hacia las mismas; locura frente cordura. Constantes
que han movido las directrices de un pueblo durante siglos.
El eclipse de la vocación guerrera de la nobleza, favoreció
las múltiples oportunidades de la vida dedicada al ocio, legado humanístico
y cultivo de la educación. "Quien no tenía vocación personal por las letras
había por lo menos, heredado libros y obras de arte, tenía que alternar con
personas instruidas ... según costumbre satisfacía su vanidad costeando la impresión
de un libro, en cuya pomposa dedicatoria se exaltaba en términos ditirámbicos
su estirpe..." (Domínguez Ortiz, A., 162)
Frente a la sobriedad, austeridad y asceticismo del reinado
de Felipe II, la vida en la sociedad española de los Austrias menores fue mucho
más animada. En todos los campos de la cultura hubo una fase de enorme florecimiento
que superó a la anterior. La relativa retracción que podía percibiese en la
acción bélica de España, no coincidía con la expansión del pensamiento, literatura
y el arte; se desarrollaba una vida más dinámica, socialmente más abierta y
libre, con alto florecimiento literario y artístico. El mayor esplendor en estos
dominios correspondió a la época de Felipe II y se prolongó durante todo el
reinado de Felipe IV. Tras la edición del Lazarillo de Tormes, no se
publicó ninguna novela picaresca en la segunda mitad del XVI, coincidiendo con
el gobierno de Felipe II. Posteriormente, aparecieron Guzmán de Alfarache
y el Buscón.. Toda la vida literaria de Cervantes se concentró entre
1605 y 1616, fue un hombre que vivió en tiempo de Felipe II, pero fue un escritor
de la época de Felipe III. Para Julián Marías esta segunda etapa constituiría
"la dilatación de la vida". La vida española se dilata y a la vez
tiene menos tensión. Cervantes, como miembro activo de la sociedad de finales
del reinado de Felipe II absorbió intensamente la realidad cotidiana de estos
momentos, en que España, verdaderamente apasionada, estaba en todas partes y
se afanaba por todo. Fue una época, según Marías de expresión. La vida de Cervantes
refleja esta coyuntura: la absorción de realidad durante la primera parte de
su vida, la expresión a la que dedica sus últimos años, y que va a ser la casi
totalidad de su obra. La obra de Cervantes se engendró en los momentos de inicio
de decadencia política y financiera y se expresó en la fase de debilitamiento
europeo.
El cambio de mentalidad de la clase nobiliario supuso
una crítica severa en las obras literarias "Las viejas armas que hay en
su casa están tomadas de orín"(El Quijote), "e tienen las armas guarnidas
de oryn/ préçianse muchos de rropas brosladas/ e porque no tengan arcas despobladas/
esconden la doble, guardan el florín" comenta Villasandino. Sin embargo,
alguna parte de este estamento nobiliario, compraba libros y los leía
Durante la primera parte de la centuria del
seiscientos, escribieron y publicaron Quevedo y Góngora y se representaron obras
de Lope de Vega, y Tirso de Molina. Fue también la época de madurez del Greco,
llegado a España durante la construcción del Escorial, para el cual pintó San
Mauricio, que no fue valorado positivamente por Felipe II.
Las obras dramáticas alcanzaron las más altas cimas del
arte con las que el teatro español inauguraba una gran etapa que iba a ser prolongada
más allá de la segunda mitad del siglo gracias a las obras de Calderón. Es importante
remarcar la labor intersocial del drama, comedia ó tragedias¡ bien los teatros
eran construidos para entretenimiento de los príncipes y su corte, los públicos
iban adquiriendo una asistencia variada y una notable presencia de mujeres.
Había coincidencias entre los teatros públicos de Londres y los de Madrid fundados
a finales del siglo XVI, como el Corral de la Cruz (1579) y el Corral del Príncipe
(1582). Sin embargo, en España no desempeñó el mismo papel preponderante que
en la vida social de Londres.
Las piezas se escribían en lengua vernáculo, principalmente,
pero no hay que subestimar la importancia de obras dramáticas que se escribían
y representaban en latín. En los países católicos, desde España a Polonia, las
órdenes religiosas dedicadas a la enseñanza, y especialmente los jesuitas, usaban
de forma deliberada las representaciones teatrales de los colegios con propósitos
educativos y propagandísticos. Si el lenguaje cuidado y culto iba dirigido a
unos espectadores instruidos, el gran énfasis puesto en los efectos especiales,
en la música y en la danza e incluso en los entremeses pretendía captar círculos
mucho más amplios que abarcaban desde cortesanos y aristócratas de ambos sexos
hasta burgueses e incluso villanos. Muchos espectadores que no eran nobles,
eran burgueses acomodados, como comerciantes 6 gente de leyes, otros escritores
6 aspirantes a escritores, y en general gente de un nivel de formación parecida.
Los teatros de Madrid siguieron a lo largo de este periodo
atrayendo espectadores de todas las clases sociales. Felipe IV, que tenía pasión
por el teatro y por las actrices, tenía un aposento (palco) especial en cada
uno de los teatros públicos y a los cuales iba de incógnito. El clero tenía
reservadas localidades en los teatros. Los espectadores más distinguidos, tanto
hombres como mujeres, seguían las representaciones tras las celosías de las
casas circundantes al patio donde se levantaba el escenario; una zona de la
parte de atrás estaba reservada a las mujeres, la llamada cazuela y la parte
posterior del patio a los hombres que permanecían de pie.
A lo largo
de la década de los cuarenta a cincuenta del seiscientos que engloba las obras
maestras de Lope de Vega y Calderón se encuentra una infinita variedad de interacciones
entre teatro y sociedad. En todos los países europeos, el pequeño mundo del
teatro refleja en alguna forma lo que sucedía en el mundo exterior. Ya fuese
dominado por la corte ó se orientase hacia círculos más amplios de la sociedad,
el teatro, la farsa, el ballet y la ópera muestran como en un espejo las aspiraciones,
los temores y sufrimientos de una época dominada por guerras entre países y
guerras civiles sirviendo de válvula de escape a las preocupaciones y angustias
de la vida cotidiana, gracias al brillo de unas representaciones en las que
lo exagerado y lo grotesco eran características señaladas.Desde un punto de
vista teórico, el noble era el elemento más puro y honesto de la sociedad. Muchos
tratadistas de la época sobre la nobleza, en especial los que dirigen sus obras
hacia la cuestión de la educación de los nobles, coinciden en señalar que debe
aparecer ante sus contemporáneos como el compendio de todas las virtudes humanas
(Piccolomini, A., 1577).
La persistencia
de los más puros valores nobiliarios es un hecho que cubre todo estudio sociológico
de las elites de los siglos XVI y XVII. "De lo humano aprenda lo necesario
para saber conservar y aumentar sus utilidades y sus honras, para descubrir
la ignorancia y apreciar la sabiduría, para no ser engañado del lisonjero solista
ni aborrecido ó desestimado del verdadero sabio..." (Lope de Vega, 10).
Por eso se da mucha importancia a que el maestro de un noble tiene que dar a
éste en su niñez y juventud una formación completa para que con este tipo de
enseñanzas integrales pueda llevar siempre una vida recta huyendo de todo lo
degradante del ser humano.(López de Montoya, cap. XII).
"
Que sus juguetes sean libros y armas",más preocupado por la crianza "
de un príncipe desde la cuna hasta la tumba' se mostraba Saavedra Fajardo y
para ello dedicó sus emblemáticas Empresas. Esta buena educación es más
necesaria en los príncipes que en los demás, porque son instrumentos de la felicidad
política y de salud pública (Saavedra Fajardo, Empresa U). Para mandar
es menester sciencia, insiste Saavedra y continua en la Empresa IV "
en la planta de un edificio trabaja el ingenio; en la fábrica, la mano. El mando
es estudioso y perspicaz; la obediencia, casi siempre ruda y ciega". La
vida es maestra y debe reflejar vivencias o actos heroicos por medio del arte
y, para conseguir ese medio didáctico, Saavedra Fajardo incita a que las estatuas
y pinturas fomenten "en el pecho del príncipe gloriosa emulación"(Empresa,
11): "Escriba el pincel en los lienzos, el buril en los bronces y el cincel
en los mármoles los hechos heroicos de sus antepasados, que lea a todas horas,
porque tales estatuas y pinturas son fragmentos de historia siempre presentes
a los ojos". Cuidado especial merece esta puntualización descrita por el
autor de las Empresas.
La atracción
hacia la lectura podía conducir a efectos negativos, del mismo modo que el cultivo
exagerado a las letras y ciencias. Muestra de ello es la locura mantenido y
desarrollada por el Quijote. Las palabras que pone Cervantes en boca de su personaje
en el momento que despierta del profundo sueño indican la necesidad de una selección
de libros que favorezcan la formación del alma: "Yo tengo juicio ya, libre
y claro, sin las sombras caliginosas de la ignorancia, que sobre él me pusieron
mi amarga y continua leyenda de los detestables libros de caballerías. Ya conozco
sus disparates y sus embelecos y no me pesa sino que este desengaño ha llegado
tan tarde que no me deja tiempo para hacer, alguna recompensa, leyendo otros
que sean luz de mi alma'.
La enseñanza
intelectual de las letras el conocimiento de diversas lenguas es muy necesario
en el príncipe, porque el oír por su intérprete ó leer traducciones está sujeto
a engaños á a que la verdad pierda fuerza y energía, "y es gran desconsuelo
del vasallo que no le entienda quien ha de consolar su necesidad, deshacer sus
agravios y premiar sus servicios" la retórica-"un príncipe que ha
menester que otro hable por él, más es estatua de la majestad que príncipe "la
poética "es la poesía tan familiar en las cortes y palacios y hace cortesanos
y apacibles los ánimos", la filosofía, la historia, e incluso las ciencias
(las matemáticas, la cosmografía, la geometría, la astronomía), y la física
de las armas, los caballos, etc. deben formar parte de la educación del noble
tema al que dan mucha importancia los escritores de la época en contraste con
la educación del hombre plebeyo de una manera lo más completa y elevada posible,
como medio conducente a aquel objetivo de orden moral.
Lope de
Vega manifiesta esta amplia formación humanística para lograr un perfecto señor:
"Tenga en primer lugar, conocimiento de lo más pulido de su lengua.(..)
alcance de la lengua latina y de la toscana (... ) lo que le baste para entender
bien los libros considerables escritos en ellas (... ). A la noticia de lo que
llaman letras humanas, se aplique con curiosidad. No tanto a la parte crítica
( ... ) cuanto a la elección de los ritos, gobierno y costumbres antiguas (...
) de la retórica y poética estudie lo que pueda hacer un cortesano ( ... ) Luego
subiendo a cosas mayores, ponga mayor cuidado en entender y resolver los libros
(... ) de los filósofos (... ) Lea frecuentemente los políticos e historiadores
( ... ). de las matemáticas, ni sea ignorante ni trabaje por ser muy científico
en todas sus partes. En la astrología no hay para qué afectar tanta noticia,
que divirtiéndole en lo curioso (... ) le haga descuidar de los precipicios
de la tierra (... ). De la cosmografía, geometría y astronomía conviene hacer
más caso" (Lope de Vega, A., 10 y ss.).
Pero no sólo interviene como causa de esta
preocupación la importancia de la formación del noble para desenvolverse con
diligencia en el esperanzador futuro que le estaba aguardando. Ante todo, su
educación le debía preparar para comportarse de acuerdo a su rango. Uno de los
elementos de este comportamiento es que teóricamente debía ser el modelo a imitar.
Sus acciones tenían que ser ejemplos de los más 66 nobles" comportamientos
humanos. A ello estaba obligado por el honor del que está revestido y por el
ejemplo de sus antepasados.
La nobleza debe encarnar, pues, los mejores
valores de la sociedad. Desde esta perspectiva no nos puede extrañar que el
valor supremo de orden moral, la religión llegue a estar muy relacionado con
los nobles como miembros de la minoría de poderosos. El modo de vida ante todo
religiosos que debían manifestar los caballeros de hábito y comendadores de
las órdenes militares, es una buena muestra de esa suposición de que debían
ser los garantes de las mejores costumbres. " Porque de ordinario y por
la mayor parte , los nobles caballeros hijosdalgo, tienen todas las virtudes
, así morales como teologales( ... ) Y así por esta razón estimamos mucho a
los nobles, porque confiamos de ellos han de imitar el valor, y seguir la virtud
de sus ascendientes..." (Moreno de Vargas, B. fol 52, r).
A lo largo del siglo XVI se fue incrementando la tendencia
al cultivo de las actividades intelectuales por parte de gran parte de la nobleza
(Domínguez Ortíz, 161). En Cataluña algunos monasterios tenían una sección dedicada
a la formación de los vástagos de las buenas familias; hacia 1560 los monjes
de Montserrat contaban entre sus alumnos apellidos tan ilustres como Requesens,
Monrodón, Erill, Pinós o Queralt además de los hijos de varios ciudadanos honrados
de Barcelona.
La razón principal de esta tendencia no es otra que la
facultad que indudablemente poseían de disfrutar de las mejores oportunidades.
El verdadero monopolio que llegaron a detentar en los colegios mayores , verdaderos
reductos exclusivistas de la formación de la clase nobiliario (Hernández Franco,
77), les permitió acceder a los más altos puestos de la administración y la
Iglesia como auténticos profesionales especializados. Con unos claros objetivos
educativos selectivos para los primogénitos de las grandes casas fundó la Compañía
de Jesús el Colegio Imperial de Madrid, reinando Felipe IV. Los segundones solían
ir a las universidades "que por no ser señores de sus casas han menester
valerse de las letras para comer"(Domínguez Ortiz, 163). No hay que olvidar
que la afición por las letras constatada en numerosos grandes señores del Renacimiento
español produjo reconocidos talentos literarios
. ..... muchos no se determinan en dar la sentencia... cuál de estas
dos partes de honra tiene más lugar, las armas ó las letras..." (Isaba,
M. de , 103), polémica que subraya algún autor de la época afirmando con bastante
sagacidad "que también en las palabras hay armas" (etiam in verbis
armas esse, Erycio Puteano, en Introducción a Idea de un príncipe cristiano
... 162).
Hay un árbol genealógico privilegiado en que se puede
descender, por líneas de parentesco cercano, desde el canciller Ayala hasta
Jorge Manrique, pasando por el Marqués de Santillana y Fernán Pérez de Guzmán.
Se dieron variadas relaciones de mecenazgo: caballeros poetas no muy encumbrados
y apareció el tipo de erudito de salón, corno Juan de Mena, al parecer de extracción
"media", pero que pudo llegar a ser amigo del privado don Alvaro de
Luna., (entre otros Garcilaso de la Vega, Diego Hurtado de Mendoza, Juan de
Tassis, Bemardino de Mendoza, etc.) y grandes adeptos por la cultura corno el
primer Marqués de Tarifa -humanista y famoso coleccionista de antigüedades-
ó Don Fernando Afán de Ribera que reunía bajo su amparo a un distinguido círculo
cultural.
La figura por excelencia que reúne las condiciones humanistas
es el primer marqués de Santillana. promovió la traducción de clásicos como
la Ilíada, el Fedón, la Eneida, las Metamorfosis, algunas tragedias de Séneca,
Cicerón, la Divina Comedia y el Boccaccio latino. Su muerte fue llorada por
Gómez Manrique en su Planto, en el predomina el verso repetitivo de ¿dónde
están?, base para las Coplas de su sobrino Jorge.
Esta última faceta, común a una gran parte
de la alta nobleza europea, nos proporciona el segundo aspecto positivo del
estamento nobiliario: el mecenazgo. Es bastante notorio que esta tendencia de
índole cultural, característica fundamental del Renacimiento, fuese llevada
hasta sus últimas consecuencias por magnates españoles. De su decidido amparo
y protección hacia escritores y artistas nos dan suficientes muestras los prólogos a numerosas obras literarias de
autores de reconocida fama universal. Sin desmerecer su loable labor, hay que
destacar el generalizado afán de Grandes y Títulos por deslumbrar con su magnificencia
a sus contemporáneos.
Constancia de ello son los innumerables
escritos más ó menos históricos, elogiosos o falseados que constituyeron las
crónicas históricas. Estas fueron una mina de interesante lectura desde el siglo
XV y en las cuales se desprende la evolución de ese enfrentamiento, citado anteriormente,
entre la sencillez medieval y la elocuencia humanística. Se fue pasando de la
crónica de tipo alfonsí -recopilaciones impersonales de sucesos que importan
a la realeza la historia como "galería de retratos", enfrentamiento
de grandes hombres y caídas de príncipes , hasta llegar a un complejo sentido
de la historia como centrada en alguna figura carismática, con lo cual se deja
ver una vida común y sucesos menudos, bajo la creciente concepción de la historia
como totalidad unidad.
Unos y otros se disputaban el honor de poder
rodearse de los mejores poetas y artistas. No es de extrañar que sus grandes
mansiones se convirtieran en ocasiones en auténticos núcleos de actividades
intelectuales del más alto nivel y alguno de sus propietarios hicieran sus pequeños
pinitos como pintores, escritores y bibliófilos (Pike, 125 y ss.).
Por otra parte están las obras impresas
que hacen referencia a la nobleza y que son numerosas. Libros elogiosos que
ocultaban la parte negativa de los personajes nobiliarios y que nos ofrecen
una riqueza de datos sobre operaciones financieras, mentalidad y costumbres.
Frente a éstos, los llamados libros verdes se ocupan, casi exclusivamente de
sacar a la luz pública todo los aspectos negativos de las familias nobiliarias.
Entre todos el más conocido y divulgado es el Tizón de la nobleza
En la segunda mitad del siglo XVII floreció
en Cataluña un nuevo género literario, las oraciones fúnebres, destinado a perpetuar
la memoria de los aristócratas más prominentes.
La afición de los propios monarcas por ciertos
temas, actuó como espejo en el que se miraron numerosos nobles de la Corte.
Y especialmente Felipe IV se caracterizó especialmente por el gusto al teatro
y a la pintura. Rubens comentaría de su protector real "realmente disfruta
enormemente con la pintura". Y esta atracción por el arte permitiría que
el monarca se convirtiese en un gran coleccionista del siglo XVII, tan solo
emulado por Carlos I de Inglaterra.
Velázquez y Rubens trabajaron en Palacio
intensamente y a la vez aconsejaron al rey para la selección de obras. La tendencia
al coleccionismo pronto surgió un rápido efecto. Desde el clan de Olivares hasta
diversos nobles fomentaron el coleccionismo. La creciente afición de Felipe
IV fue fomentada por numerosos regalos de cortesanos que deseaban un favor real.
Destacaron el Marqués de Leganés, quien reunió en su palacio unas 1333 obras
en tan sólo veinticinco años y Luis de Haro que obtuvo una gran colección de
cuadros por medio de Alonso de Cárdenas, embajador español en Londres. Pintura
que fue destinada en la decoración de El Escorial. porque " es un teatro
a donde , continuamente van a parar todo el año tantos extranjeros, y lo admiran
por maravilla tan grande" que reemplazaría la mala pintura por la buena.
Y de este modo la sacristía y las dos salas capitulares se transformarían en
un museo con piezas de Tiziano, Veronés, Tintoretto, Rafael, Rubens, Reni, Ribera
y Van Dyck.
También de las filas nobles surgieron grandes
coleccionistas como el Duque de Alcalá, el Duque del Infantado, el Almirante
de Castilla, el Conde de Benavente y el Príncipe de Esquilache
Una vez más este fenómeno social tuvo sus
raíces en la centuria de¡ quinientos. Pero fue en la siguiente cuando la opción
de algunos pocos individuos escogidos, llegó a ser una necesidad para todo el
mundo que aspirase a la fama y a la reputación. "En poco tiempo, los argumentos
de las teorías humanistas del arte fueron aceptados y convertidos en dogma.
Las artes, y en particular el de la pintura, fueron consideradas un estado superior
de la actividad humana. Por esta razón se comprende que los grandes gobernantes
requiriesen grandes colecciones de arte" (J. Brown, 96)
La conjunción de los intereses de ostentación
grandilocuente de su superioridad socioeconómica de los grupos dirigentes con
las sinceras inclinaciones hacia el mundo de la cultura, se verá reflejada de
modo ostensible en la creación y conservación de obras de arte que con tanta
admiración contemplamos en nuestros días. La erección de aquellos imponentes
palacios, símbolos en muchas ocasiones de los movimientos más vanguardistas
en arquitectura civil, constituyen quizás el testimonio más perdurable del esplendor
de un grupo social que encontraba en el arte un vehículo de manifestación de
su poder luego su tapicería guarnecida
de trofeos y banderas, significando ser ganadas por sus antecesores, edificando
palacios, torres, iglesias, sepulturas, epitafios y letreros y a la redonda
de sus escudos tanta guarnición de grebas, bufas, quijotes, yelmos, espadas
y montantes, dando principio a casas y linajes que vemos en esta edad"
(Isaba, M. de,102). Un poder que de esta manera también hallaba un instrumento
eficaz de conversación y continuación en los esquemas mentales de aceptación
de la superioridad de un grupo dominante.
En este último sentido, la literatura debe
ser considerada como un mecanismo de perpetuación y en cierto modo de auto-defensa
en favor de la clase dirigente. Una vez abandonada por la nobleza su primitiva
función de las armas, se tiene que justificar de la manera más explícita posible
su papel de élite dominante de la sociedad. Por medio de los escritos se intenta
demostrar que los valores caballerescos siguen siendo plenamente vigentes. La
novela de forma intencionada, propagandística, pretende en ocasiones presentar
este tipo de valores típicamente nobiliarios como incluso fortalecidos con el
advenimiento de los nuevos tiempos y la gestación del Estado Moderno (Maravall,
201) De una forma indirecta, la afición por la lectura de libros de caballerías
durante el siglo XVI puede también ser considerada como muestra de ese interés
de perpetuación del más puro ideal nobiliario.
Hay que resaltar que desde el mundo de los
tratadistas y escritores surgieron desde finales del siglo XV la oposición ó
crítica a la nobleza que abusa de sus privilegios para cometer toda clase de
injusticias y desmanes. En la novela y el teatro, mucho más contestatarios y
opositores al sistema dominante que la imagen de sumisión y conservadurismo
que han pretendido muchos historiadores y críticos literarios, se clamaba también
contra la falta de virtud y los excesos de la nobleza española, en general.
Se tiende, con el beneplácito de la opinión popular (sus obras son siempre el
fruto de lo que espera recibir y de alguna manera el catalizador de su sentir),
hacia la disminución del papel excesivamente dominante que el estamento nobiliario
pretende sustentar. Sin embargo, los valores nobiliarios siguen siendo los más
auténticos. El mundo que muestran sigue estando inundado y protagonizado por
elementos aristocráticos, tanto en las personas como en las formas, manteniéndose
relativamente cerrado hacia otros estados y con el tono de desprecio por los
humildes y servidores (Lasperas, 75).
Las críticas, frontales 6 veladas, no atacan
al estamento nobiliario directamente. Nadie pretende la desaparición de la nobleza.
Sólo se pide la revisión y el control de sus funciones (Maravall, 213). De esta
forma, se conserva en lo esencial el fundamento básico de la existencia del
orden nobiliario: la desigualdad. Al imponerse y perpetuarse los privilegios,
fruto irremediable del orden social no igualitario, como una de las formas de
convivencia, la cultura siguió conservando un tono eminentemente continuista.
Era una cultura de reproducción del dominio aristocrático.
La nobleza española del Antiguo Régimen era un grupo
dominante de la sociedad. Poco importaba la pérdida de su primitiva función
, las armas, para que fuese considerada como una clase superior en la organización
social. La persistencia de los esquemas mentales de desigualdad y jerarquización,
y su expresión en la pervivencia de los privilegios jurídicos eran valiosos
instrumentos que aseguraban una buena dosis de continuismo. La superioridad
derivada de estas concepciones se veía plasmada en el orden político, económico,
social y cultural; situación ésta que engendraba, a su vez, la firme apoyatura
del infinito valor de la opinión ajena y del " parece ser". "
No faltarían artes que con pretexto de honor y favor pudiesen remediar el exceso
de las riquezas, poniéndolas en ocasión donde se consumiesen en servicio del
príncipe y del bien público, pero ya ha crecido tanto la vanidad de los gastos,
que no es menester valerse dellas, porque los más poderosos viven más trabajados
con deudas y necesidades, sin que haya substancia para ejecutar pensamientos
altivos y atreverse a novedades" (Saavedra, Empresa XV).
La nobleza ya que no podía seguir manteniendo su posición
hegemónico debía asumir una nueva función social basada en el espectáculo y
la pública ostentación. "El árbol cargado de trofeos no queda menos tronco
que antes. Los que a otros fueron gloria , a él son peso, así las hazañas de
los antepasados son confusión y infamia al sucesor que no las imita. En ellas
no hereda la gloria, sino una acción de alcanzan¡ con la emulación" (Empresa
XVU). Indudablemente, las ciudades ofrecían para ello un escenario inmejorable
para que se transformase la vida cortesana medieval en unos centros humanísticos
ó se fomentasen más las inquietudes artísticas y de embellecimiento de los hogares.
La asociación entre cultura y poder cuyo destino principal
era la de alcanzar altos cargos burocráticos y a la vez obstaculizar
el vertiginoso ascenso de los comerciantes enriquecidos a los puestos más apetecibles,
pues " poderoso caballero don dinero" que abriría todas las puertas
sociales que favorecía en cierto modo el ascenso de graduados cuyo "ánimo
es más excelente que el cuerpo ..y por esta causa lo que por letras y ciencias
ha subido en grande estado y fama como quiera que fuesen de muy bajo suelo y
linaje, no debieron ser tenidos y reputados que los que se jactan y vanaglorian
que descienden de nobles e ilustres padres" (Guardiola, J. de B., fol.
22). Movida de los nobles por conservar un control en el poder público que la
define Gutiérrez Nieto como neoennoblecimiento. "Cuando la nobleza
estuviera estragada con el ocio y regalo, mejor consejo es restaurarla con el
exercicio y con los premios, que levantar otra nueva. Estímulo en la conciencia
de pertenecer a una colectividad vieja y heroica en la cual en el pasado algunos
consiguieron sobresalir y ser considerados como nobles y ser considerados como
tales a través de una acción militar (Gutiérrez Nieto, 432).
Las cualidades de un buen cortesano debían centrarse
en su habilidad con la espada, brillantez en los ejercicios distinguidos como
la caza o la equitación, pero sin exhibiciones atléticas. Además, cuidará la
danza, la música, el ingenio en la conversación y en la composición en prosa
y verso, sobre todo para agradar a las damas -pues, comenta Castiglione, sin
Laura no habría escrito Petrarca pero sin ser un literato, ni un humanista profesional
"de lo humano aprenda lo necesario para saber conservar y aumentar sus
utilidades y sus honras, para descubrir la ignorancia y apreciar la sabiduría,
para no ser engañado del lisonjeo sofista, si aborrecido ó desestimado del verdadero
sabio" (Lope de Vega, 10). Pero, lo más importante es que todo eso lo haga
sin darle importancia, evitando la afectación " y, para decir quizá una
nueva palabra, usar en todo un cierto desprecio, que esconda el arte y muestre
que lo que se hace y se dice, se hace sin fatiga y casi sin pensar en ello".
También cuida Castiglione las calidades de la dama."para
saber tratar con cualquier género de hombres honrados". Para ello la dama debería tener conocimiento de letras, de música,
de pintura y de baile, "y traer, como es razón, a los que andan con ella
de amores, acompañando siempre con una discreta templanza, y con dar una buena
opinión de sí, todas aquellas otras consideraciones que han sido enseñadas al
cortesano; y haciéndolo así, parecerá bien a todos hablando ó riendo, en juegos,
en burlas, y en fin en cuanto hiciere".
"Maravillome -dijo entonces, riendo Gaspar Pallavicino
que, pues dais a las mujeres las letras, la continencia, la grandeza del ánimo
y la templanza, no queráis también que ellas gobiernen las ciudades, y hagan
leyes, y traigan los ejércitos, y que los hombres se queden hilando o en la
cocina (....) yo no he querido darles este cargo, porque mi intención es formar
una dama, y no una reina... ¿No sabéis que en filosofía se tiene esta proposición,
que los que tienen las carnes más delicadas tienen más sutil el entendimiento?
Por eso las mujeres, por ser más delicadas de carnes, serán de entendimiento
más sutil, y de ingenio más hábil para la especulación que los hombres"
(Baltasar de Castiglione, El Cortesano, Trad. Juan Boscán, 1534).
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