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Resumido de L. López Luján (Escuela Nacional de Antropología e Historia, México), "Los Mexica, últimos señores de Mesoamérica", en Gran Enciclopedia de España y América, vol. 1, Espasa-Calpe/Argantonio, Madrid, 1983, p. 185, por M. Pilar Rivero (Proyecto Clío).
Al fundar la ciudad de Tenochtitlán los aztecas se asentaron definitivamente hasta la llegada de los españoles. Habían salido de Aztlán (lugar que desconocemos) convencidos por el dios Huitzilopochtli para buscar un sitio nuevo. Tras un camino largo y duro llegaron al Valle de México. Se establecieron en Chapultec, pero fueron expulsados de allí. Pidieron al señor de Colhuacán una tierra donde ir, y él les dio Tizapán, lleno de serpientes venenosas; pero no fue problema porque ellos se las comieron asadas. Pasado el tiempo pidieron al señor del pueblo vecino (los culhuas) que les entregara a su hija para casarla con el dios. La muchacha fue ofrecida en sacrificio y cuando lo supo su padre, tuvieron que huir hacia los lagos. Esto era ya en el año 1323. En el lago Texcoco vieron una señal del dios: un águila, en un nopal, devorando a una serpiente; y fundaron allí la ciudad de Tenochtitlán, que significa donde está el nopal silvestre.
Al menos esto cuentan las historias aztecas.
Generalmente llamamos aztecas a los habitantes de los territorios conquistados por Hernán Cortés, aplicándo, por tanto, ese término no sólo a los propios aztecas sino también a los mexicas.
Los principales cultivos son: maíz, tabaco, chiles, fruta y maguey.
Los aztecas, y tal vez ya los teotihuacanos mil años antes, hablaban una lengua llamada náhuatl. La escritura mezclaba pictogramas, ideogramas y signos fonéticos. En sus escritos queda reflejada su propia historia, geografía, economía, religión...
Algunos códices han llegado hasta nuestros días. De ellos el conocido como Códice Borbónico es anterior a la llegada de los españoles. Es un libro-calendario con dos partes, la primera un libro de los destinos (tonalamalt) y la segunda las fiestas de los meses (xiuhpohualli).
Los poemas aztecas podian ser recitados o cantados al ritmo de tambores y trompetas. Algunas veces incluían palabras que no tenían ningún significado y que sólo servían para marcar el ritmo. Frecuentemente eran dedicados a los dioses, pero también trataban de otros temas como la amistad, la guerra, el amor y la vida. Algunos reyes fueron famosos poetas, como por ejemplo Nezahualcoyotl de Texcoco (1402-1472).
(Ejemplo: poesía de Nezahualcoyotl de Texcoco
¿Acaso en verdad se vive en la tierra?
No para siempre en la tierra,
solamente un poco aquí.
Aunque sea jade, se rompe.
Aunque sea oro, se hiende.
y el plumaje de quetzal se quiebra.
No para siempre en la tierra,
solamente un poco aquí")
Según los aztecas el mundo fue creado y destruido cuatro veces. Luego fue creado por los dioses por quinta vez. Ellos hicieron la tierra y la separaron del cielo. Después el dios Quetzalcóatl creó los hombres y las plantas que los alimentan. Los aztecas contaban esto así:
«Hicieron luego el fuego, y hecho, hicieron medio sol, el cual, por no ser entero, no relumbraba mucho, sino poco. Luego hiciron a un hombre y a una mujer: al hombre le dijeron Uxumuco y a la mujer Cipactonal. Y mandáronles que labrasen la tierra; y a ella que hilase y tejiese. Y que de ellos nacerían los macehuales, y que no holgasen, sino que siempre trabajasen. Y a ella le dieron los dioses ciertos granos de maíz, para que con ellos curase y usase de adivinanzas y hechicerías, y así lo usan hoy en día de hacer las mujeres.»
Tenían numerosos dioses:
Según los aztecas sólo se vive una vez, y la vida esta llena tanto de sufrimiento como de alegría y la única manera de perdurar tras la muerte es alcanzar la fama, si bien la propia fama desaparece cuando los mueren los que recuerdan al difunto.
Era una de las ciencias de más tradición para los aztecas. gracias
a sus observaciones determinaron con gran precisión las revoluciones del sol, de la luna,
de venus, y, tal vez, de Marte; agruparon las estrellas en constelaciones (que no
coinciden con las nuestras); conocieron la existencia de los cometas; la frecuencia de los
eclipses de sol y de luna; y pudieron crear un complejo calendario.
Esta observación del cielo les permitió
también desarrollar conocimientos de metereología y así predecir las heladas o
establecer las características de los vientos dominantes.
No obstante, cada fenómeno atmosférico era asociado a un dios: a Tlaloc las lluvias, a Quetzalcóatl Ehecatl los vientos.
La medicina también tuvo un gran grado de desarrollo. Con su
conocimiento de la naturaleza distinguieron propiedades curativas en diversos minerales y
plantas. Los sacrificios humanos religiosos (que incluían la extracción del corazón y
el desmembramiento del cuerpo) favorecieron un buen conocimiento de anatomía.
Sabían curar fracturas, mordeduras de serpientes. Posiblemente hubo
"odontólogos" encargados de realizar deformaciones dentales.
Aunque la medicina era practicada por hombres y mujeres, parece ser que sólo las mujeres
podrían encargarse de ayudar en los partos. La medicina estuvo muy ligada a la magia,
pero el hecho de no atribuir la causa científicamente correcta a cada enfermedad no
significó que no se aplicase el remedio conveniente.
Gracias a sus conocimientos de física los orfebres pudieron emplear varias técnicas en su trabajo (como la de la cera perdida), fundir oro con la plata, etc. Elaboraban todo tipo de figuras y adornos pulseras, collares, pectorales, pendientes, etc. Frecuentemente el metal se combinaba con piedras preciosas (turquesa, amatista, jade, cristal de roca) o con conchas.
Se construyeron pirámides escalonadas en Cholula, Xochicalco y Teotihuacán.
Los aztecas fueron hábiles escultores. realizaban esculturas de todos los tamaños, diminutas y colosales, en ellas plasmaban temas religiosos o de la naturaleza. Captaban la esencia de lo que querían representar y luego realizaban sus obras con todo detalle.
En las esculturas de gran tamaño solían representar dioses y reyes. Las de pequeño tamaño se reservaban para la representación de animales y objetos comunes. Se usó la piedra y la madera y, en ocasiones se enriquecían con pintura de colores o incrustaciones de piedras preciosas.
El color es fundamental en la pintura. Se trata de un color plano, sin matices ni sombras y, posiblemente con connotaciones simbólicas. Aparece ligada a la arquitectura, decorando los edificios.
Los adrornos hechos con plumas tuvieron gran importancia en América Central. Las plumas más apreciadas eran las del quetzal (verdes) las del tlauquecholli (rojas) y las del xiuhtototl (azul turquesa). Con ellas hacían tapices y adornaban mantas, máscaras rituales, escudos o trajes de guerreros.
Las leyes eran muy severas. Como en otras culturas antiguas los castigos eran diferentes según fuera el delito y el rango de quien lo cometía. Generalmente el castigo era más duro si quien había cometido el delito era un funcionario o noble importante.
Existía la pena de muerte para los delitos de asesinato, traición, aborto, incesto, violación, robo con fractura y adulterio. En este ultimo caso se procedía a la lapidación aunque la mujer era estrangulada previamente. Los guerreros podían escapar de la pena de muerte aceptando un destino permanente en zona fronteriza.
La embriaguez era considerada delito. Sólo era permitida, en algunas circunstancias, para los ancianos y los guerreros profesionales. El castigo podía ser la muerte o el rapado de cabeza (si era la primera vez que alguien no importante cometía esta falta).
El emperador azteca poseía un poder ilimitado, que abarcaba todas las cosas y todas las personas. Junto a él, los guerreros y sacerdotes formaban el grupo social de mayor poder. Los guerreros eran el principal apoyo del emperador y permitió la creación de un imperio muy poderoso pero aislado políticamente.
Apenas había grupos sociales intermedios. Si acaso, los comerciantes enriquecidos de la capital, que conseguían ascender intercambiando sus riquezas por prestigio en las fiestas que organizaban y ofreciendo alguno de sus esclavos como victima de un sacrificio ritual (cosa poco frecuente por ser muy costosa).
La mayor parte de la población eran artesanos, agricultores, servidores públicos, etc., que se organizaban en grupos de parentesco llamados calpulli.
También había esclavos que se usaban para el trabajo agrícola, el transporte, el comercio o el servicio doméstico. Algunos lo eran temporalmente, hasta que pagaran una deuda o una condena. Otros eran prisioneros de guerra que podían ser sacrificados a Huitzilopochtli.
La educación era obligatoria. Las chicas eran educadas por sus madres en casa para realizar las tareas del hogar. Sólo las nobles podían ir a aprender a una especie de monasterio donde vivían hasta el momento del matrimonio. Para los chicos había dos tipos de escuelas: el telpochcalli y el calmecac. En el primero se estudiaba en la escuela pero se iba a dormir a casa; el segundo era un internado prácticamente reservado a los nobles.
La enseñanza de la religión era muy importante , pero también se aprendía escritura, lectura, historia y música.
Sólo había dos formas de relaciones sexuales permitidas: las que tenían lugar dentro del matrimonio; y las de guerreros solteros con sacerdotisas dedicadas a la prostitución ritual. Estas últimas estaban protegidas por la diosa Xochiquétzal, se presentaban adornadas y maquilladas y proporcionaban al hombre alucinógenos y afrodisiacos que estimulasen su apetito sexual. Siempre mantenían este tipo de relaciones antes de que lso guerreros partiesen a la batalla. El adulterio, sin embargo era severamente castigado (ver: leyes).
Cada aspecto de la vida sexual estaba asociado a un dios diferente. Así, Xochipilli era el dios de las flores, del amor, de la fertilidad y de las relaciones sexuales ilícitas; al igual que su esposa, la diosa Xochiquétzal, quien, además era protectora de la prostitución (que como se ha dicho antes, era lícita). Por su parte, Tlazoltéotl era la diosa del placer, la voluptuosidad, la fecundidad y la fertilidad. Ella protegía a las parturientas, a las parteras, a los hechiceros relacionados con el mundo amoroso y a los hombres de intensa actividad sexual.
L. López Luján (Escuela Nacional de Antropología e Historia, México), "Los Mexica, últimos señores de Mesoamérica", en Gran Enciclopedia de España y América, vol. 1, Espasa-Calpe/Argantonio, Madrid, 1983, pp. 170-188.
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