Fichas didácticas  

Colaborar en

Proyecto Clío 2.0 »

Red Iris

El sistema político de la Restauración

César Layana

Marco cronológico

ALTEs el período de tiempo de la historia de España comprendido entre 1874 y 1923. Durante esta etapa se sucedieron el reinado de Alfonso XII (1874-1885), la Regencia de Mª Cristina (1885-1901) y Alfonso XIII (1901-1931).

El término Restauración se refiere a que supuso la vuelta al trono de los Borbones, que lo habían perdido tras la revolución de septiembre de 1868, llamada "La Gloriosa", que derrocó a la reina Isabel II, madre de Alfonso XII.

La Restauración comenzó el 29 de diciembre de 1874, con el pronunciamiento de general Martínez Campos en Sagunto, que supuso el final de la I República, presidida entonces por el General Serrano.

Los casi cincuenta años de duración de este período concluyeron con otro pronunciamiento militar el 13 de septiembre 1923, que dio paso a la dictadura de Primo de Rivera.

Orígenes de la Restauración

El período isabelino significó la hegemonía del partido moderado, que defendía el nuevo régimen liberal surgido tras la crisis del Antiguo Régimen, pero en sentido restrictivo, siguiendo lo que se conoce como liberalismo doctrinario.

Este régimen, que significaba el predominio político de los propietarios agrarios beneficiados por la desamortización y las clases conservadoras, bloqueaba el acceso al poder de los partidos de oposición, para quienes no quedaba otro recurso que el pronunciamiento o la revolución.

Esta situación se quebró en 1868, dando paso a una agitada etapa que se prolongó durante seis años y que conoció varios regímenes políticos: regencia, monarquía democrática de Amadeo de Saboya, república federal y república conservadora, en los que fueron poniéndose en práctica los diferentes proyectos de la coalición que hizo posible la Revolución.

La profundización de los principios liberales en sentido democrático, la defensa de las libertades y el peso político que adquirieron pequeña burguesía y clases populares no eran fácilmente admisibles para quienes habían controlado el poder en las décadas anteriores. La agitación y los conflictos bélicos (guerra carlista, guerra de Cuba, conflicto cantonal) impulsaron a las clases conservadoras a apostar por la Restauración de la monarquía.

Sin embargo, el acuerdo no fue fácil entre los restauracionistas. Un importante núcleo "moderado" optaba por la continuidad con el período isabelino. Pese a las dificultades encontradas, el político malagueño Antonio Cánovas del Castillo, procedente de las filas de la Unión Liberal, a quien se encargaron los trabajos restauradores, se decidió por la persona del príncipe Alfonso, hijo de Isabel II, y por un sistema político más abierto, donde se reconocieron progresivamente los derechos individuales del Sexenio y en el que la oposición pudiera acceder al poder por vías pacíficas.

El proceso de aglutinación de las fuerzas defensoras de la Restauración Borbónica, que no fue fácil, tuvo como hito la publicación por parte del príncipe Alfonso de su programa como rey. Ese documento es conocido como el Manifiesto de Sandhurst, cuyo nombre viene de la Academia militar inglesa donde se encontraba realizando sus estudios.

Finalmente, aunque Cánovas era partidario de una transición pacífica, el príncipe fue proclamado como nuevo rey tras el pronunciamiento de Sagunto, protagonizado por el general Martínez Campos.

El sistema político de la Restauración

Antonio Cánovas del Castillo, diseñador del sistema político de la Restauración, y líder del partido liberal-conservador.

Todos los historiadores coinciden en que el artífice fundamental de la Restauración fue Cánovas del Castillo. Conviene conocer, por tanto, cuáles fueron sus preocupaciones principales.

Cánovas había sido ministro en tiempo de Isabel II por la Unión Liberal. Si bien era opuesto al exclusivismo del partido moderado, tampoco era partidario de las libertades reconocidas en el Sexenio. Sin embargo, Cánovas llegó a la conclusión de que la única salida a la agitada política española del XIX, salpicada de pronunciamientos y revoluciones, era articular un sistema político en que las oposiciones pudieran ocupar el poder por vías pacíficas. A este sistema se le conoció como turnismo.

El turnismo se basó en la creación de dos grandes partidos, uno en sentido conservador, liderado por el propio Cánovas, el Partido Liberal-Conservador, y otro en sentido liberal, heredero del régimen de libertades del sexenio, presidido por el político riojano Práxedes Mateo Sagasta y conocido como Partido Liberal-Fusionista. A estos dos partidos les correspondía agrupar al máximo número posible de grupos y facciones, con el único requisito de aceptar la monarquía alfonsina. Por este motivo, se les conocía como partidos dinásticos.

Estos dos partidos se "turnarían" en el poder (de ahí el nombre de turnismo). A cada mandato de un partido le sucedía un gobierno del otro. De esta forma, aunque se dejaba fuera a las minorías carlista y republicana, se garantizaba una importante estabilidad, que se tradujo en la larga duración del régimen.

Claro que para ello había que basarse en un sistema no democrático, aunque fuera de carácter representativo. Es decir, se elegía un Parlamento, pero las prácticas caciquiles y el gran pacto entre los dos partidos hizo que siempre ganara las elecciones el partido que las convocaba. En un sistema democrático, el partido que gana las elecciones forma el gobierno. En el sistema de la Restauración, en cambio, el rey nombraba el gobierno, y después se hacían las elecciones para que ese gobierno tuviera una mayoría parlamentaria con la que gobernar. Esto hizo que el sistema electoral de la Restauración tuviera que descansar sobre el caciquismo.

Partidos políticos

Los dos grandes partidos de la Restauración fueron el Partido Liberal-Conservador y el Partido Liberal Fusionista, conocidos como "liberales" y "conservadores" respectivamente. Fueron los únicos partidos que ocuparon el gobierno en este período.

No se trataba de partidos modernos de masas, tal como los conocemos hoy, con sus sedes, agrupaciones, y afiliados. Se trataba de partidos de notables, es decir, la reunión de varios líderes políticos con sus respectivas clientelas, sus órganos de prensa, sus apoyos locales. Así, cada uno de estos políticos lideraba una facción. La misión del líder era mantener unidas a las diferentes facciones del partido, y repartir los beneficios del poder equilibradamente entre ellos. Si un partido perdía la unidad interna mientras estaba en el gobierno, el rey podía quitarle su confianza y llamar a la oposición para que formara nuevo gobierno y convocara las elecciones, mediante lo que se conocía como "decreto de disolución". Por ello, era necesario que el líder del partido fuera una figura con el carisma suficiente como para aglutinar en su torno a todas las facciones. Durante el último cuarto de siglo, Cánovas y Sagasta fueron los líderes indiscutibles, pero tras su muerte se sucedieron las divisiones internas a sus respectivos partidos.

El Partido Liberal-Conservador fue el primero de los dos que se constituyó. Su líder era Antonio Cánovas del Castillo, quién intentó aglutinar en su seno a los antiguos moderados partidarios de Isabel II (aunque anulándoles políticamente), y a los miembros de la Unión Liberal, incluidos aquellos que, como Romeo Robledo, apoyaron la revolución de 1868. También englobó en sus filas a personalidades destacadas, como el general Martínez Campos (aunque luego pasó a las filas liberales) y también a grupos cercanos al tradicionalismo, pero que aceptaban la legitimidad alfonsina, como la Unión Católica de Alejandro Pidal.

A la muerte de Cánovas, el partido tuvo dificultades para encontrar su relevo, y comenzaron divisiones internas entorno a figuras emblemáticas del partido: Silvela, Maura, Dato...

Práxedes Mateo Sagasta, principal figura del partido liberal-fusionista

El partido Liberal-Fusionista surgió más tarde, ya que las facciones que lo iban a componer estaban desorganizadas tras el fracaso del Sexenio. El proceso, que no fue fácil, se consolidó en 1881, cuando accedieron al poder bajo la dirección de Sagasta, su líder durante el último cuarto de siglo. Su programa fundamental era desarrollar los derechos de la Constitución de 1869.  

En el fusionismo se fueron dando cita los diferentes partidos monárquicos del Sexenio: constitucionalistas, radicales... En su política de atracción hacia la izquierda tambien absorbieron a finales del XIX a los posibilistas de Emilio Castelar.

Al igual que ocurrió con los conservadores, la muerte de Sagasta supuso la división interna de las diferentes facciones. A ello se sumó el hecho de que su programa político estaba agotado a la altura del cambio de siglo, por lo que fueron desarrollando nuevos rasgos en su identidad, como el anticlericalismo.

La característica fundamental del republicanismo, o mejor, de los republicanismos, fue precisamente su división. Los más conservadores eran los posibilistas de Castelar, que terminaron en el partido liberal. La facción más numerosa, y la que contaba con una mayor implantación popular, era el partido republicano federal, liderado por Francisco Pi i Margall.

Si bien denunciaron el caciquismo en múltiples ocasiones, no acaban de escapar a él. Tampoco eran partidos de masas, aunque su sustento popular era mayor, especialmente en las ciudades.

Uno de los movimientos políticos y sociales más característicos, y a la vez controvertidos, de la historia contemporánea española es el carlismo, sobre el cual los especialistas no terminan de mostrarse de acuerdo. Durante la Restauración, el carlismo, que había sido derrotado militarmente en 1876, tardó en reorganizarse, y no participó apenas en las elecciones anteriores a 1890. A partir de ese momento, sólo tuvo cierta fuerza en las provincias forales (Alava, Guipúzcoa, Navarra y Vizcaya), aunque en ocasiones se ha sobrevalorado su implantación en aquellas. El carlismo también sufrió divisiones, la más importante de las cuales dio lugar al partido integrista.

Marco jurídico

El marco jurídico de la Restauración estaba basado en la Constitución de 1876. Consta de 89 artículos, distribuidos en 13 títulos. Fue promulgada el 30 de junio de 1876.

En ella se recogen los principios del liberalismo doctrinario. La soberanía reside en "las Cortes con el rey", es decir, no hay un reconocimiento total de la soberanía popular. Sin embargo, se recogieron también derechos individuales de la Constitución de 1869. En cualquier caso se procuró redactarla con cierta ambigüedad, de forma que posteriormente se podía legislar en sentido restrictivo o en sentido expansivo. Muchos artículos hacen referencia a que su contenido se desarrollará en otras leyes.

TEXTO COMPLETO DE LA CONSTITUCIÓN DE 1876

Otras iniciativas legislativas de gran importancia durante este período fueron las leyes electorales de 1878, 1890 y 1907, el Código Civil, la ley provincial de 1882, la legislación laboral, etc.