Te lleva a la página de inicio MONTEVIDEO Y SUS MORADAS:  LAS CASAS URBANAS DEL SIGLO XVIII.

 Por Lic. Nelson Pierrotti

 Las escasas referencias hechas por los viajeros a las casas urbanas nos dejaban muchas dudas en cuanto a sus características y apariencia. Sin embargo, numerosos documentos coloniales la hacen emerger con claridad ante nosotros. El orden relativo de los elementos que la componían y su uso revelaban diversas facetas de sus moradores. De acuerdo a la época y a los materiales de construcción empleados, el tamaño, número y disposición de las habitaciones encontramos distintos tipos de viviendas que denuncian las diferencias sociales habidas.

 Según los datos suministrados por Nicolás de Herrera, en 1757 Montevideo contaba con 1667 habitantes (incluidos esclavos y domésticos) y 173 casas. El padrón Aldecoa, que fue confeccionado en 1773, revela una ciudad con 192 fincas (19 más en un periodo de 16 años), de las cuales 122 estaban parcial o totalmente alquiladas (un 63,5 %). Y 70 pertenecían a propietarios que vivían con su familia en la casa. Si bien con el aumento de población se construyeron nuevas viviendas, es obvio que el hacinamiento tendió a aumentar y con él, los problemas sociales.

 Una de las primeras casas de la ciudad, la del vecino Jerónimo Eustache, descripta por Pedro Gronardo, reflejaba el tipo de las primeras construcciones montevideanas  a las que volvemos:

 "... una casa de piedra asentada en barro y cubierta de teja, que se compone de cuatro tirantes, obra de costaneras, un tabique de adobe crudo, que divide a la casa en sala y aposento; y tiene la sala una puerta de una mano, obra de tableros con cerradura y llave. Una ventana con balaústres de madera y puerta de dos manos, y en el aposento una puerta de una mano, con armellas para candado. Todo bueno y bien tratado. Una cocina de piedra sobre horcones." 

 Para 1733 varios vecinos ya habían edificado "casa decente", formada por una sala o habitación principal (de mayores dimensiones que las restantes) un cuarto y una cocina con su despensa y horno, además de un patio. En la casa de una familia "acomodada" de los años treinta y cuarenta del siglo XVIII los pisos de ladrillo se cubrían con alfombras de lana, esteras o cueros de yaguareté. El vecino Tomás de Aquino describe su propia morada de la siguiente forma:

 "... una casa y esquina fabricada de piedra y techada con paja, con dieciocho varas (15,12 metros) de edificio, toda nueva; con más otro cuarto edificado de adobe y techado de paja, con nueve varas (7,5 metros); más otra cocina con su despensa y horno, edificada de adobe, en diez varas (8,4 metros), techada de paja, y cercado su patio de piedra, con su puerta y llave".

            De similares características era la casa de Francisco Marín (1741) de diez varas de largo (ocho metros) con "paredes de piedra cubiertas de paja con dos puertas con sus llaves" (se empleaban cerraduras similares a las de la foto) instalada en un solar de 50 por 50 varas[1] (42 por 42 metros)[i]. Treinta años más tarde Dom Pernetty, empleando una terminología europea, dibujaba una imagen perdurable sobre la apariencia de los hogares de la "clase burguesa" (según él lo dice):

 "... Cada casa burguesa está habitualmente compuesta de una sala que sirve de entrada, algunos cuartos para dormir, y una cocina, único lugar con chimenea, y donde se haga fuego. Estas casas son en realidad de una planta baja de catorce o quince pies de alto".[ii]

 Por la misma época, la casa de Francisco Gorriti[2] estaba franqueada por una puerta de dos hojas y un pequeño zaguán que comunicaba con la sala contigua, un cuarto adicional y un patio empedrado además de "dos alcobas o dormitorios ambos con dos ventanas (-con sus vidrios-) y rejas de hierro a la parte de la calle mirando al norte"[iii]; una cocina con su corredor y "un horno que está debajo del corredor" con una chimenea pequeña, además de otro cuarto con ventana que servía de despensa (1765). Un aspecto notorio de esta casa era su sistema de caños enlosados que vertían las aguas servidas a la calle. Un "pormenor" nunca citado por los viajeros.

 Otra aproximación a la casa “burguesa” lo obtenemos del detalle de las variadas "fincas" edificadas por Eusebio Vidal. Una de ellas que medía veintiocho varas y media de frente (24 metros) por cincuenta de fondo (42 metros), tenía un zaguán (vía de entrada y salida del espacio privado) enlosado y enladrillado, de cuatro metros de largo y tres con seis de alto, con dos escalones en la entrada facilitando el acceso a la casa, franqueado por dos arcos. Similares proporciones presentaba el zaguán de otra de sus viviendas con "lozas labradas" en el piso. La casa principal de Vidal tenía un frente de once metros de ancho, cinco metros de alto y un fondo de seis metros de largo. Su zaguán medía alrededor de cuatro metros de largo y casi cinco de alto. En otras casas (algunas con dos accesos) la dimensión de los zaguanes oscilaba entre estas cifras, poco más o menos. (Véase arriba la copia de uno de los planos más completos de la época colonial; en general no son detallados).

 

Las casas de tipo medio (que admiten varios niveles) disfrutaban de algunas "comodidades" (como cuartos, salitas, altillos, patios, terrenos, aljibes, fuentes o pozos de agua) de las que no se disponía en los hogares más pobres. Estaban construidas con materiales duraderos y sus habitantes eran también sus propietarios. Sin embargo, las dimensiones son menores, tienen pocas habitaciones y de menor tamaño que las fincas denominadas burguesas.

José Aguiar, natural de Málaga, vivía en una casa promedio de doce y media varas de frente y treinta de fondo (10,5 por 24 metros) "constante de puerta de calle, sala, aposento, otra salita pequeña con su alcoba, cocina, un altillo en el fondo y otro sobre la dicha puerta de calle" (1796)[iv]. Otros referentes (entre tantos posibles a tomar) son los de María Nicola Estela (procedente de Buenos Aires) que vivía en una casa de "una sala, una alcoba y una cocina".[v] Y del gallego Domingo González domiciliado en una finca extramuros de la ciudad "compuesta de sala y alcoba y edificada en terreno de trece y media varas de frente y dieciocho de fondo"[vi].

 

Conviviendo en espacios mucho más limitados los integrantes de los sectores populares de la sociedad montevideana experimentaban su vida cotidiana de un modo muy diferente[vii]. Los muebles dentro de la casa eran escasos, casi siempre los elementales. Las habitaciones y los objetos se compartían. La situación bélica y económica del primer tercio del siglo XIX agudizó las carencias debido a la continua destrucción de bienes generadas por las diferentes invasiones y luchas por la independencia[viii].

 

PARA RECORDAR

  • El progreso edilicio de Montevideo fue acelerado por la inmigración y el desarrollo portuario

  • Las casas revelan un importante proceso de diferenciación social

     

Las personas de menores recursos vivían en "casitas" (un diminutivo frecuentemente utilizado en los expedientes) de paredes de terrón, en piezas alquiladas, en conventillos o en casillas propias o arrendadas[ix]. En 1773 un 63% de la población es inquilina. Pero buena parte de la misma estaba conformada por hombres solteros, frecuentemente artesanos, como el peluquero filipino Dionisio Málaga[x]. Para sus propietarios el conventillo era una de sus fuentes de ingresos, quizás la principal y a menudo la única.

 

Petrona González (viuda bonaerense) era dueña una casa:

 

"... en la que se hallan construidas una sala con su alcoba correspondiente y ocho cuartos alquilados"[xi], sin cocina. Miguel Sepúlbeda tiene en el Barrio Sur una casa de la que alquilaba cinco cuartos ubicados en el fondo, sin ningún otro aditamento.[xii] José Moreno, natural de Buenos Aires, compartía su casa "compuesta de sala, alcoba y tres cuartitos" con tres inquilinos[xiii]. María Sayago, también bonaerense, contaba entre sus "bienes gananciales dos cuartos de tierra en el Barrio del Alto y calle que llaman del Pino en cuyo terreno está edificada una salita, aposento y cocina". En esta casita habitó por cuarenta años hasta el fallecimiento de su esposo (de 1756 a 1796), sin haber abonado un alquiler a su considerado dueño:

 

"... debo a Don Manuel de Albarate, vecino de Mendoza o a sus herederos, un cuarto de tierra (...) hace cuarenta años, en cuyo intermedio de tiempo jamás me ha pedido su importe (...) declaro (...) que el otro cuarto de tierra contiguo me costó y lo compré en veinte pesos".[xiv]

 

La vivienda de otros, dentro o fuera de muros, es tan o todavía más modesta. No pocas son realmente marginales. Bernardo Gómez (extremeño) y Josefa de Alba (gallega) describen sus viviendas respectivamente como "una casilla de madera en que habito". Otros como el gallego Francisco Reyes que vive en "una casa a medio hacer", se instalaban en hogares precarios propios, alquilados o asentados en tierras ajenas. Ana María González, montevideana, vive con su primer esposo en "un rancho de madera que estaba fabricado en tierra ajena". En su segundo matrimonio pasa a vivir a "un rancho de piedra" en una situación material algo mejorada[xv]. El italiano Juan Restelín (natural de Cerdeña) habita también en una vivienda precaria, "un rancho con cinco tirantes y dos paredes de adobe en una cuadra de terreno" (1795).[xvi] Dominga Boa (gallega) habitaba "un rancho (...) en tierras de Don Vizente Piñeirúa (...) al que pago un peso de renta cada año y un pollo o una gallina"[xvii] (caso interesante de pago de un alquiler en dinero y en especie).[xviii]

 

Todos los datos anteriores nos suministran una imagen de primera mano en cuanto a las características de la casa urbana y el aspecto general de la ciudad, además de la organización de los espacios físicos, que enriquece sensiblemente nuestra comprensión sobre la calidad de vida de los montevideanos.

 

ACTIVIDADES
  1. Realiza un esquema descriptivo de los diferentes tipos de casas del Montevideo colonial.

  2. Busca información sobre los ranchos de madera.

 

Proyecto Clío

DICCIONARIO:

ARMELLA: Anillo de hierro u otro metal que por lo común tiene una espiga para clavarle y asegurarla en parte sólida.

BALAUSTRE:  Especie de columna pequeña que se hace de diferentes maneras, y sirve para formar las barandillas de los balcones y corredores, y para adorno de las escaleras y otras obras.     

HORCÓN: Horca grande. Se llama así a las horcas que se ponían para fortalecer las ramas de los árboles, cargadas de frutos.

 (Las definiciones fueron tomadas del Diccionario de Autoridades – Real Academia Española – 1726 a 1739).

 BIBLIOGRAFÍA Y FUENTES

 BENTANCUR, A. El puerto colonial de Montevideo. Montevideo. F.H.C.E. 1997.

BENTANCUR, A. El puerto colonial de Montevideo (1790-1806). Montevideo. Tomo I, 1998; tomo II, 1999.

BOIX, E. Bosquejo histórico de la arquitectura en el Uruguay. Montevideo. Sociedad de Arquitectos del Uruguay. 1920.

CASTELLANOS, A.  Historia del desarrollo edilicio y urbanístico de Montevideo (1829-1914). Montevideo. Junta Departamental. Biblioteca Artigas. 1971.

GRUNWALD RAMASO, J. Vida, comercio e industria en el Montevideo antiguo. Montevideo. Barreiro y Ramos. 1970,

LOCKHART, W. La vida cotidiana en la colonia. Montevideo. Arca. 1967.

LUCCHINI, A. El concepto de arquitectura y su traducción a formas en el territorio que hoy pertenece a la República Oriental del Uruguay. Montevideo, U. R., Facultad de Arquitectura, Instituto de Historia. 1986.

MÉNDEZ, E. La gente y las cosas en el Uruguay de 1830. Montevideo. Tauro. 1969. MONTERO BUSTAMANTE, R. Arquitectura colonial Montevideana. En "Revista Histórica". Montevideo. El Siglo Ilustrado. 1909,

PÉREZ MONTERO, C. La calle 18 de Julio. Montevideo. “Revista Histórica". Tomo VIII.

PERNETTY, D. Histoire d'un voyage aux isles Malouines, fait en 1763 & 1764... París, 1770.

SANCHEZ BLANCO, F. Europa y el pensamiento español del siglo XVIII. Madrid. Alianza. 1991.

 


[1] Vara española mide 0,84 m.

[2] El zaguán presentaba en general una forma rectangular, aunque los hay también cuadrangulares. A este tipo corresponde el de la casa del primer gobernador de Montevideo, José Joaquín de Viana. Según Pernetty, el zaguán era casi cuadrado y no recibía luz más que la proveniente de una sola ventana con vidrio.

 


[i] AGN AJ 1741. Civil 1, exp. 10, f. 14.

[ii]Pernetty, D. Histoire d'un voyage aux isles Malouines, fait en 1763 & 1764..

[iii] AGN AGA 1765. Archivos particulares (1726-1782). Carp. 1, fs. 61-ss.

[iv] AGN AJ PEP 1796, t. 1, f. 347 v.

[v] AGN AJ PEP 1794. T. 2, f. 886. 

[vi] AGN AJ PEP 1797, t. 2, f. 497.

[vii] AGN AJ PEP 1792, t. 2, f. 67.

[viii] Mendez, E. La gente y las cosas en el Uruguay de 1830.

[ix] AGN AJ PEP 1792. T. 1, f. 138 v.

[x] AGN AJ PEP 1795 T. 1, f. 547 v.

[xi]AGN AJ PEP 1796, t. 2, f. 875.

[xii] AGN AJ PEP 1799, t. 2, f. 766.

[xiii] AGN AJ PEP. 1797. T. 1, f. 390 v.

[xiv] AGN AJ PEP 1796, t. 1, fs. 32 v, 138 v, 224, 224 v, 268.

[xv] AGN AJ PEP 1795, t. 1, f. 135 v.

[xvi] AGN AJ PEP 1795. T. 1, f. 261. 

[xvii] AGN AJ PEP 1794. T. 2, f. 550; 1795 t. 1, f. 309 v.

[xviii] AGN AJ PEP 1793. T. 2, f. 533 v.