Te lleva a la página de inicio LA ENSEÑANZA DE ARTES Y OFICIOS DURANTE LA COLONIA (MONTEVIDEO, SIGLO XVIII)

 Por Lic. Nelson Pierrotti

 ¿Qué oficios se enseñaban durante la colonia? ¿Qué se enseñaba? ¿Para qué? ¿Quiénes eran los docentes y quienes los alumnos?

 ·      Los “maestros”

 El maestro representaba el grado más alto del artesano en la época colonial, seguido por el oficial (quien no dominaba totalmente el oficio) y el aprendiz, que se hallaba en las primeras etapas de familiarización con la labor. El maestro artesano abarcaba todo el proceso de producción y debía enseñar a sus alumnos los conocimientos necesarios para que se desempeñaran eficientemente en el oficio. Invariablemente se dejaba en claro en los documentos que el maestro debía poner "todo esmero en el aprovechamiento de su aprendiz".[i] Por eso, el talento personal era de enorme importancia en la valoración que la gente hacía del artesano. Cosa que queda confirmada por el hecho de que se les citaría toda vez que fuera necesario para hacer un inventario y tasación de bienes, invocándolos para el caso como “peritos” calificados.[ii]

 Sin duda, la personalidad del maestro tenía una influencia formadora en el pensamiento del alumno, y dado que los conocimientos técnicos tienen a su vez una capacidad potencial de estructurar modos de pensar y de actuar (característicos de la actividad técnica) es probable que un cierto perfil mental distinguiera a los artesanos y a sus alumnos como grupo. De modo que la organización del trabajo artesanal y las relaciones interpersonales maestro-alumno, pueden ayudarnos a explicar algunos rasgos de la mentalidad del montevideano, además de suministrarnos pautas sobre los modos de actuar que se impusieron.

 La reglamentación gremial vigente de la época estipulaba que aquellos “enseñantes” debían dispensar un buen trato a los jóvenes que estaban a su cargo[iii], cuidar de su salud física, traerlos devuelta al taller si escapaban, encargarse de su educación religiosa y en algunos casos dar empleo u obsequiar herramientas a sus alumnos al final del periodo de instrucción. Era obligación del maestro darle "de comer, beber, y vestirlo (con) lo necesario, casa, cama y ropa limpia, tratándole bien".[iv] En un alto número de casos se requería que los "alumnos (fueran) curados a costa del maestro"[v]. Por esta razón, como lo hacen otros instructores, el maestro José Salomón (1794) se compromete diciendo que:

  "... si se enfermase el aprendiz deberé yo satisfacer todos los gastos que se originasen en su curación hasta su perfecta sanidad, pero no deberá correr el término estipulado de los tres años, pues en ese caso deberá cumplir el tiempo que estuviese enfermo"[vi].

 Una vez que el alumno se recuperaba de su enfermedad se retoma la instrucción y el tiempo vuelve a contarse. En otras situaciones es "de cargo de ambos contratantes (padre y maestro) vestirlo, curarlo en las enfermedades que tuviese, y solicitarlo en las fugas que acaso pueda hacer". En casos semejantes el maestro se obligaba a curarle por un plazo a término (que oscilaba entre quince días y un mes), y si pasado el mismo el discípulo no se recuperaba, la responsabilidad recaía en los padres o tutores.

 Tanto en caso de fuga como de enfermedad, los contratantes debían bonificar a los maestros por los días correspondientes en los que el alumno hubiera faltado. En el acuerdo hecho entre Antonio Viana, padre de Bernardo (de 11 años de edad) y el maestro herrero Diego Romero, se estipula que a éste "se le deberá bonificar con igual número de días las faltas que hiciese al trabajo el relacionado niño". En algunos casos se establecía que las faltas del menor "deberán reintegrarse siempre que excedan de un mes y sean por motivos dependientes del menor o la madre". El cuidado de la salud del joven es uno de las cuestiones por las que debe velar el maestro, un aspecto clave de su compromiso.

 La imagen que proyecta este tipo de maestro artesano de Montevideo colonial, recuerda mucho a la de sus pares europeos del medievo. Imparte conocimientos sobre un oficio, cuida de la salud física y espiritual de su alumno, y se comporta como un padre para un niño huérfano (en cumplimiento de un sentido deber religioso). La "conocida habilidad" (mejor calificación técnica y moral) y el hecho de que cuente con "tienda abierta en la ciudad" (es decir que sea alguien socialmente reconocido) es lo que decide a quién confiarán los padres, tutores o autoridades la formación de los jóvenes.[vii]

 ·      Los alumnos

 El grupo humano de los aprendices estaba integrado en el siglo XVIII, por descendientes de europeos, criollos y negros; jóvenes de clases populares, hijos de pequeños comerciantes, de familias monoparentales (en general de viudas y madres solteras), muchachos sin hogar o totalmente huérfanos. Para estos sectores sociales el desempeño de un oficio era un medio de vida aceptable, que con el tiempo quizás les permitía pasar a una condición de trabajador independiente con un taller propio. Con frecuencia los jovencitos huérfanos viven como agregados con terceros, familiares o no, con los que se han criado o conviven en el momento. El Padrón Aldecoa, muestra que es común la “agregatura” en los hogares montevideanos de 1771. Es significativo que, en algunos casos, los tutores confiesen que desconocen hasta apellido del niño y/o su procedencia. Incluso muchos de estos muchachos habitarán como agregados en casa de sus maestros de oficio. Es decir, pasarán a integrarse socialmente en el núcleo familiar del maestro.

 Los aprendices comenzaban a asimilar su oficio como dependientes insertos en relaciones de trabajo similares a las medievales, ya que recibían pago en especie (casa, comida, ropa) y/o algún dinero. El alumno "ha de servir al dicho maestro en lo tocante al referido oficio y en todo lo demás que siendo lícito se le ofreciere"(1790)[viii] Su obediencia debía ser completa, como la que un hijo otorga a un padre. Esta situación sumada al antedicho pago en especie, proporciona una vislumbre de las formas que asumen las relaciones de trabajo en aquel ámbito montevideano pre-capitalista.

 El propósito declarado así por los padres como por los tutores y las autoridades, al ubicar a los jóvenes al cuidado de maestros de oficios, es el de que lleguen a valerse por sí mismos. Tienen una clara intención social. Un muchacho de 16 años, huérfano, procedente "de los Reinos de España", "se ha encomendado a la eficacia del Ministerio de Menores para que le proporcione arbitrios de ganar la subsistencia". El mismo es puesto bajo el cuidado de José Oliveira, maestro curtidor de suelas, quien debe darlo oficial completo pagándole el jornal correspondiente.

 El tema salarial presenta algunas complejidades. En cuanto al salario u otros beneficios que recibe el alumno las fuentes de la época no siempre son específicas. Los aprendices reciben el pago acostumbrado hasta que puedan desempeñarse por sí mismos en otra tienda. O en algunos casos en el mismo taller donde aprendieron su oficio[ix]. Suelen recibir también como retribución "comida y vestido (...) casa, cama y ropa limpia, y al cabo del plazo (...) una caja de herramientas". (aunque no en todos los casos). Un niño de 10 u 11 años llamado Ascencio, libre de esclavitud, percibe "diariamente el salario que gozan los que ya son (-plateros-) hasta tanto (...) esté preparado para ejercer el oficio" (1794), un privilegio del que no todos gozan. El maestro Salomón suministra, aparte de otros beneficios, dos reales por domingo (entre ocho y diez al mes) para la sana diversión de sus alumnos. En 1811 un niño esclavo gana como ayudante en la tienda del zapatero Tomás de Souza, cuatro pesos por semana (entre dieciséis y veinte dependiendo del mes) de los que se beneficiaba su ama. Al final de su instrucción el niño sería admitido como oficial en la misma zapatería[x]. En este caso en particular nada se dice de ponerle tienda en la ciudad. Sin embargo, es un compromiso que habitualmente asumían los maestros artesanos al encargarse de la instrucción de alumnos blancos. Al expirar los cinco años de su instrucción Domingo Hernández (catorce de edad) recibirá de su maestro, el platero José de la Vega una tienda propia.

 No solamente se ponía de por medio la obligación moral que acompañaba la instrucción, sino también la obligación por ley (ante los "señores Jueces y Justicias") como garantía de que se enseñará completamente el oficio, tal como "el maestro lo sabe". Ocultar algo podría significar afectar el desempeño posterior del alumno.

 Práctica, teoría y ejercicio son los "componentes" de la instrucción técnica que los contratantes exigen con todo énfasis. Si en el primer año no muestra interés en el aprendizaje del oficio o se lo ve carente de capacidad para el mismo, entonces el padre o tutor deben retirarlo para que se dedique a otro oficio "y no pierda tiempo" (valoración frecuentemente reiterada).  

ACTIVIDADES:

 

  1. Buscar en el diccionario el vocablo artesano y compararlo

  2. Discutir en clase por qué las relaciones laborales en Montevideo colonial eran de tipo precapitalista.

 

 Proyecto Clío

DICCIONARIO:

 ARTESANO: Oficial mecánico que gana de comer con el trabajo de sus manos y con especialidad se entiende del que tiene tienda pública y se ocupa en tratos mecánicos.

OFICIO: La obra que cada uno debe hacer, según el lugar y estado que tiene. Se llama también al trabajo o ejercicio en que se emplean varios artífices según las reglas del arte que cada uno profesa.

 (Definiciones tomadas del Diccionario de Autoridades de la Real Academia Española, 1726-1739).  

  BIBLIOGRAFÍA Y FUENTES:

 ARDAO, A. Etapas de la inteligencia uruguaya. Montevideo. 1965.

ARIAS, José. Universidades del trabajo; proemios, antecedentes, finales, Montevideo, Imprenta Letras, 1947.

BENTANCUR, A. El puerto colonial de Montevideo. Montevideo. F.H.C.E. 1997.

BENTANCUR, A. El puerto colonial de Montevideo (1790-1806). Montevideo. Tomo I, 1998; tomo II, 1999.

CAMPAL, E.  Azara y su legado al Uruguay. Montevideo. Banda Oriental. 1969.

CAPILLA DE CASTELLANOS, A. Montevideo en el siglo XVIII. Montevideo. Nuestra Tierra. 1971.

CASTELLANOS, A.  Historia del desarrollo edilicio y urbanístico de Montevideo (1829-1914). Montevideo. Junta Departamental. Biblioteca Artigas. 1971.

DE MARÍA, i.  Rasgos biográficos de hombres notables de la República Oriental del Uruguay. Montevideo. Claudio García. 1939.

ESTRADA, Dardo.  Historia y bibliografía de la imprenta en Montevideo 1810-1865. Montevideo. Librería Cervantes. 1912.

FERRÉS, C. Epoca colonial. La Compañía de Jesús en Montevideo. Montevideo. C.C.U. 1975.

GRUNWALD RAMASO, J. Vida, comercio e industria en el Montevideo antiguo. Montevideo. Barreiro y Ramos. 1970,

MENDEZ, E. La gente y las cosas en el Uruguay de 1830. Montevideo. Tauro. 1969.

PIERROTTI, N. Las ciencias en la educación montevideana del siglo XVIII. En Sociedad y cultura en el Montevideo colonial. F.H.C.E. e Intendencia Municipal de Montevideo. 1998.

 


[i] AGN AJ PEP 1801. T. 1, f. 402

[ii]AGN AGA 1765. Archivos Particulares. Caja 1, carp. 1, pieza 11. AGN AJ 1790. Caja 94, fs. 38 - 40. AGNA Buenos Aires 1799. Leg. 3, exp. 7, f. 19. Se refiere a un testamento hecho en Maldonado.  

[iii]AGN AJ PEP 1791. T. 1, f. 134.  1806. T. 2, f. 965.

[iv] AGN AJ PEP 1790. T. 1, f. 254.

[v] AGN AJ PEP 1791. T. 1, f. 131.

[vi]AGN AJ PEP 1794. T. 1, 420 v.

[vii] AGN AJ PEP 1802. Tomo único, f. 134. AGN AJ PEP 1803. T. 1, f. 19-20.

[viii] AGN AJ PEP 1790. T. 1, f. 254.

[ix]AGN AJ PEP 1802. Tomo único, f. 135.

[x] AGN AJ PEP 1811. T. 2, f. 399.