Pablo Romero Gabella. Profesor
de Enseñanza Secundaria. IES Alguadaira. (Alcalá de Guadaíra,
Sevilla).
"Dudo
de que toda la filosofía de este mundo consiga suprimir la esclavitud;
a lo sumo le cambiarán de nombre. Soy capaz de imaginar formas de servidumbre peores que las
nuestras,.. que
se logre transformar a los hombres en máquinas estúpidas y
satisfechas, creídas de su libertad en pleno sometimiento..." (Marguerite Yourcenar, Memorias de Adriano) |
La palabra "bagauda" o "bacauda" tiene una doble etimología. Por un lado, su procedencia latina la conceptúa como "ladrón" o "revoltoso", por otro, su raíz céltica lo denota como "guerrero" o -como algunos autores han señalado- "asamblea tumultuosa". Sea cual fuere su verdadera significación, el fenómeno baugádico ha sido uno de los temas menos conocidos y apasionantes de la Historia Antigua. ¿Quiénes fueron los bagaudas? ¿Cuál es su verdadera significación? ¿Qué lecciones nos ofrece en nuestro presente? El presente trabajo intentará ofrecer una primera aproximación al tema y responder en la medida de lo posible a estas preguntas.
Desde el 235 d.C. comienza un largo período de "anarquía militar". Las luchas de los caudillos militares por el poder acaban por romper el equilibrio inestable que representó la "pax romana" de Augusto y sus sucesores. Se rompe el equilibrio entre el expansionismo y la resistencia al empuje de los pueblos "bárbaros"; entre los gastos para la guerra y el de los recursos estatales; entre la producción y el consumo; entre el campo y la ciudad; entre el poder del Senado (pervivencias republicanas) y las tendencias monárquicas de los nuevos emperadores representados por las figuras de Diocleciano (284-305) y Constantino (306-337).
Como ha señalado Walbank[1] el reforzamiento del autoritarismo estatal no fue producto de un plan preconcebido sino del resultado de los problemas de las estructuras socio-económicas del fin del "modelo esclavista". El fin de las guerras exteriores representó el estrangulamiento de las fuentes de mano de obra esclava, favoreciendo el establecimiento de nuevas relaciones económicas y sociales. ¿Fue tan importante el descenso de mano de obra esclava? Sobre este punto, las disputas historiográficas no han cesado, pero según el profesor Teja[2], la crisis económica (refiriéndose al caso de Hispania) no se produjo por cambios cuantitativos (mano de obra o producción) sino en cambios cualitativos en la estructura socio-económica. Aparecen nuevas relaciones sociales que tienden a una simplificación-polarización social. Estos cambios se pueden resumir en tres puntos:
La crisis bajoimperial tuvo como una de sus más importantes consecuencias el recrudecimiento de las luchas sociales. No obstante, y como ha señalado D. Plácido[3] la "lucha de clases" no necesariamente tiene que ser una lucha física y violenta, al contrario, bajo el aparente equilibrio de la "pax romana" existieron precedentes de los bagaudas, e incluso durante la República romana se produjo la conocida "revuelta de los esclavos" de Espartaco (73-71 a.C.). Los precedentes más inmediatos de los bagaudas fueron los casos de la "revolución de los desertores" de Materno en 186 d. C. y el de Bulla a principios del siglo III que fueron aplastados sin piedad por Sétimo Severo. Ambos se produjeron en la península italiana y estos cabecillas aglutinaron a esclavos huidos, colonos y granjeros arruinados y desertores. Según E.A. Thompson el primero no dejó de ser un simpático "Robin Hood" que pretendía ser "el emperador de los pobres y lo ladrones", sin embargo, Bulla practicó por primera vez una especie de "bandolerismo social", más cercano al fenómeno bagáudico. Tampoco debemos dejar pasar a los movimientos heréticos con alto componente social como el caso de los "circumdiliores" en el Norte de Africa (segunda mitad del siglo IV) y el "priscilanismo" hispano (siglos IV y V)
En primer lugar, hay que señalar que tradicionalmente se ha establecido cronológica y espacialmente dos fases o períodos, no sabiéndose si es uno mismo o son dos totalmente separados. Geográficamente los movimientos bagáudicos se desarrollaron en regiones periféricas de Galia e Hispania y cronológicamente:
Para Sánchez León la característica más representativa es que las zonas de origen de los bagaudas se centraban en las regiones menos romanizadas de la Galia e Hispania (Armórica (Bretaña actual) y Vasconia (País Vasco actual)).
Primer movimiento bagáudico
(siglo III)
Las primeras noticias que tenemos sobre los bagaudas datan del año 284 cuando accede al trono imperial Diocleciano. Su zona de acción se circunscribió enteramente a las Galias. Aprovechando la inestabilidad política debida a la lucha por el poder y a las invasiones de alamanes y francos, un ejército de campesinos al mando de los cabecillas Aeliano y Amando se levantó contra el poder de Roma. La amenaza pareció tan seria que el emperador nombró a César a Maximiano y lo envió con un ejército para aplastar la rebelión y defender el occidente. La rebelión fue aplastada y se impuso el orden. En esta campaña se creó la extendida tradición sobre la llamada "legión tebana" o grupo de soldados al mando del que luego sería San Mauricio, que se negó a luchar contra otros "cristianos" y por ello fue mandado ejecutar junto a sus seguidores, convirtiéndose así en mártir y santo, junto a los dos caudillo bagaudas Aeliano y Amando.
Segundo movimiento bagáudico
(siglo V).
Este fue el más documentado e importante movimiento baugádico. Comenzó en la zona de la rebelde Armórica (Galia) sobre el 409, y fue precedido de incidentes de rebelión social en los Alpes. Como dos siglos antes, la inestabilidad política y las invasiones de "bárbaros" propiciaron el triunfo más completo de los rebeldes. Tras el impacto que representó el "saco de Roma" por Alarico (408-410), Honorio -emperador del Imperio romano occidental- mandó un fuerte ejército que derrotó y reprimió con dureza la Armórica. Pero la inestabilidad permaneció, así entre 435-437 un tal Tibatón lideró otro ejército de campesinos y esclavos que también fue aplastado con la ayuda de la caballería huna. A esta le siguió otra en el 445, reprimida con la ayuda de los alanos (los supervivientes contaron con la ayuda del obispo Germán, lo que influyó en la posterior leyenda que presentan a los bagaudas como "soldados cristianos) y tres años después un médico, llamado Eudoxio (que vivió en la corte de Atila) levantó de nuevo el estandarte de la lucha social terminando de igual manera que Tibatón. Como resultado de todo esto, Sánchez León observa que de todos estos años de lucha los revoltosos armoricanos logaron el estatuto de "federados" por Roma, obteniendo de facto la independencia.[4]
En Hispania los acontecimientos cuentan con menos fuentes, siendo imprescindible la "Crónica" de Hidacio. Los objetivos de los bagaudas hispánicos que actuaron en la Tarraconense occidental fueron las grandes "villas" y las tierras de los obispados. El clima de descomposición política que sufría Hispania favoreció los levantamientos sociales. Desde el 409 vándalos, suevos y alanos recorrían la península. La clase terrateniente hispana era la más influyente en el imperio (así lo demuestran los casos del emperador Teodosio y del obispo Dámaso). Por otro lado, el trigo hispano era indispensable para la supervivencia de la misma Roma. Así se organizaron cuerpos móviles ("cominnitattis") y cuerpos para las fortificaciones de los valles del Ebro y Duero (los "limmitanni"). A estas tropas se les unían los ejércitos privados (formados por campesinos) de los grandes terratenientes. Como ha señalado A. Balil estas medidas no solamente iban dirigidas a contrarrestar el peligro "bárbaro" sino el creciente fenómenos baugádico. El caso más conocido fue el de Basilio y sus gentes que en el 449 asoló el valle del Ebro, y en Tarazona mataron al obispo León. Como ha estudiado J.M. Blázquez, en estos tiempos Estado e Iglesia formaban una unión indivisible, y ambos eran vistos como elementos igualmente “explotadores”. Los bagaudas pactaron en diversas ocasiones con los reyes bárbaros. Así fue el caso del rey suevo Requiaro que pactó con los bagaudas de la zona de Galicia a mediados del siglo V ayudando a la lucha contra los nobles de la región. Sin embargo, fue uno de estos pueblos "bárbaros", el visigodo (el más romanizado) quién aplastó definitivamente a los bagaudas hispanos. En 454, Frederico, hermano del rey Teodorico aliado de Roma exterminó a las últimas partidas bagáudicas.
Ante la pregunta de ¿qué era el movimiento baugádico? habría que plantearse unas cuestiones preliminares. La cultura dominante, influenciada por el poder de los "mass-media", tiende en imponer una visión simplista e individualista de la historia que excluye la complejidad que comporta el análisis del conflicto social. Por otro lado, respecto a la historia social enmarcada dentro de la Historia Antigua los problemas se acrecientan aún más. Plácido advierte que es muy peligrosa la utilización del concepto de "lucha de clases". Según la ortodoxia marxista, solo existe cuando el oprimido tiene conciencia de ello, pero también es cierto que la explotación existe, aunque no exista la tan traída "conciencia de clase". Esto es lo expresara E.P. Thompson como "lucha de clases sin clases"[5]. El problema del conflicto social (no necesariamente violento) siempre ha existido y esto no implica trasladar nuestros esquemas interpretativos actuales a épocas pasadas, pero tampoco aceptar la visión que los "antiguos" se daban a sí mismos.[6]
Las causas del levantamiento baugádico presentan una doble vertiente. Las coyunturales: las duras cargas fiscales, la corrupción administrativa y el peso desproporcionado de los impuestos. Las estructurales: una reacción al proceso de concentración de la propiedad y el aumento del autoritarismo imperial. Para E.A. Thompson, los bagaudas representaban un modelo "revolucionario" que pretendía desgajarse del poder de Roma. En cambio, según uno de los últimos y más documentados trabajos el bagaudismo, no representó una revolución como la entendemos hoy. Para Sánchez León el bagaudismo puede calificarse como un "bandolerismo complejo" con una doble vertiente la del "separatismo social" (conformar una especie de "sociedad bagáudica libre") y la del "separatismo nacional".[7] Por tanto, estaríamos refiriéndonos a un tipo de "bandolerismo social", como lo definía Hobsbawm, caracterizado por su carencia de organización y de ideología. Para este autor "es poco más que una protesta endémica del campesinado contra la opresión y la pobreza, sus ambiciones son pocas: quiere un mundo tradicional...no un mundo nuevo..." [8]
¿Quiénes eran? Para G. Bravo el movimiento baugádico era un fenómeno de revuelta social básicamente de carácter campesino. Estaba compuesto por campesinos libres, colonos, libertos y esclavos contra grandes terratenientes que tienen el apoyo de los ejércitos imperiales. Por último, el autor señala sus posibles vínculos con los movimientos heréticos de carácter rigorista, lo cual supondría encontrar indicios de cohesión ideológica. Para Sánchez León el bagauda como "tipo social" no existe. Así, coexisten diferentes status: a) jurídico-económicos (libres, semilibres y esclavos); b) culturales (vascones, celtas y romanos) y c) social: pequeños propietarios arruinados, braceros, bandoleros, desertores, colonos, esclavos y elementos urbanos marginados (donde aparecen personajes de la alta sociedad).[9]
El único pasaje, a penas unas líneas, que nos habla de la vida dentro de los territorios controlados por los bagaudas es una obra literaria anónima titulada Querolus que narra una "sociedad bagáudica" en la Armórica en el siglo V. Esta sociedad estaba reglamentada por una serie de leyes (las "leyes del bosque") y reglas no impuestas por la autoridad romana, esto se manifestaba por un rechazo total hacia toda norma romana y restitución del carácter céltico. Al contrario de lo que pudiera parecer, su vida no parece anárquica (en contra de la opinión de Mazzarino de "anarquismo baugádico") ni violenta. En cambio, en los textos romanos aparece el estereotipo de "restituyó las leyes, restauró las libertades y no permitió que los propietarios fueran esclavos de sus propios esclavos". Este último presenta ciertos indicios de que se experimentó algo parecido a la expropiación de tierras y de cierto igualitarismo. E.A. Thompson arrastrado por el alo romántico del tema, llego a decir que se pretendía fundar un Estado rudimentario, con una sociedad sin terratenientes y una justicia más equitativa y "vida más agradable". No hay duda que en este último caso, el “deseo ha impulsado el conocimiento”, en palabras del hispanista e historiador Gabriel Jackson
La organización de sus ejércitos se basaba en una primitiva división entre infantería formada por campesinos y una caballería formada por pastores. Sánchez León señala la importancia de los caudillos, seguramente los más romanizados y de más alta extracción social. Su modo de obrar era la clásica formación de guerrillas. Se conocen pocas referencias a grandes batallas (como fue el caso de la Batalla de Aracelli en el 443, cerca de Pamplona).
Por último, también se ha enfatizado el carácter "nacionalista" de estos movimientos. Algunos autores han visto los antecedentes de las luchas de bretones y vascones por su independencia[10]. Pero parece que más fue una reacción de las zonas menos romanizadas por su falta de integración y su necesidad de liberarse de un orden opresivo que de los primeros "héroes nacionales".
Estudiar la Historia Antigua conlleva el problema siempre difícil de la falta y la fragmentación de las fuentes. Si es así para cualquier tema, imaginemos la dificultad de estudiar un tema tan oscuro. Como señaló Hobsbawm "decir que conocemos su "historia" podría inducirnos a error". Por tanto, el estudio de los bagaudas se presenta como tarea complicada, pero no imposible como lo ha demostrado Sánchez León que plantea la problemática desde una triple vertiente: el replanteamiento de las fuentes conocidas (el eterno "volver a las fuentes" de Fevbre), el análisis de historia regional comparada y el de la "historia de las mentalidades".
Sin embargo, la fidelidad a las fuentes no significa ser su "esclavo" como han señalado los profesores Plácido y Chic García. Adentrarnos en las fuentes sobrepasa el objetivo del trabajo, pero no está de más repasar a las más significativas. Para el siglo III destaca las crónicas de Mamertino sobre la campaña de Maximiano. Para el siglo V son más abundantes destacando las de Zósimo, Rutilio Namancio, el Querolus antes mencionado, Salviano e Hidacio para Hispania.
En cuanto a la problemática historiográfica observamos cómo los debates acerca del tema han estado demasiado ideologizados en parte por el propio clima político de los años 50, 60 y 70.
E.A. Thompson fue el iniciador de los estudios más importantes en el número 2 de "Past an Present" en 1952. Su estela fue seguida autores del bloque comunista, especialmente los soviéticos del "Vestnik Dresnev Istorii". Se hacía hincapié en el concepto de "revolución social". En los 60 dentro del marxismo se abrió un polémico debate entre las tesis de Kovaliov que sostenía la idea más ortodoxa de "revolución social" y la de Staerman que entendía los conflictos sociales como la lucha entre el sistema esclavista y el feudal. En España destacaron los trabajos bajo esta perspectiva de A. Barbero y M. Vigil (1963-1965). La década de los 70 continuó esta tendencia que contempló una ingente cantidad de trabajos. Los 80 representan una vuelta progresiva a revisar las fuentes. Destacable fue la tesis de P. Dockés sobre el tema del "bosque" y de la "liberación de las masas". En España N. Santos y J.J. Sayas publican en la revista "Hispania" trabajos sobre la problemática de la Vasconia Bajoimperial.
En 1996 la Universidad de Jaén publica la ya mencionada obra de Sánchez León que es sin duda, la obra en castellano más importante y documentada.
Por tanto, para resumir, las teorías sobre la problemática bagáudica son 3:
La percepción que actualmente se tiene de los bagaudas nace en el folklore y las mentalidades de la Antigüedad y la Edad Media. Los romanos los "demonizaron" y los consideraron simples bandidos, pero también fueron "heroizados" primero por la tradición oral de los campesinos armoricanos y durante la Edad Media por los eclesiásticos entre los siglos V y XI. El "milites christiani" se convirtió en el siglo XIX en los "primeros nacionalistas" franceses, que defendían la libertad y la independencia, sobre todo a partir de la derrota de 1871 se tendió a identificar a los romanos con los prusianos. Esta exaltación patriótica también se divulgó en España a través de Patxot (republicano federalista) y Gebhardt (tradicionalista conservador) en el siglo XIX y luego en este siglo por Sánchez Albornoz.
Dentro del movimiento socialista los bagaudas aparecieron como los "primeros proletarios revolucionarios" partir de la segunda mitad del siglo XIX. Incluso Zola los cita en su obra sobre los campesinos La Tierra (1887) como referencia de la lucha tradicional del campesinado. Igualmente el "mito revolucionario" pasó a los sectores más ortodoxos de la historiografía marxista ligados a los regímenes del llamado "socialismo real". Esta vertiente de marxismo "instrumental" hizo del historiador un propagandista cerrado en verdades inmutables. Crudamente el disidente yugoslavo M. Djilas nos cuenta como el régimen titista, al referirse a un levantamiento campesino de 1804, obligaba a que "los historiadores practicaran en los hechos una cirugía plástica, catalogándose de guerra campesina con los ingredientes de la revolución burguesa". [11]
Todo lo visto no puede ayudar a entender la historia desde nuestra propia realidad y liberarnos del "peso de lo imaginario" (Plácido) que como una costra a través del tiempo deforma y "utiliza" los acontecimientos históricos. Según Foucault el conocimiento histórico es "ético y político", ya que procede de una toma de posición por parte de un individuo (el historiador). La Historia se sitúa en el continuo juego dialéctico entre la conciencia de que lo "otro" (pasado) se hace "yo" (presente), permitiendo al sujeto comprender que el "yo" se hace "otro" en el conocimiento histórico[12] . La concepción, desde un punto de vista marxista, puede resumirse en estas palabras de Domingo Plácido: "la Historia nunca enseña para actuar en las mismas situaciones, porque todas las situaciones nuevas... el progreso en el conocimiento científico, enfocado dentro del conocimiento de la lucha de clases es el que permite ampliar la capacidad de poder actuar sobre acontecimientos..."[13].
Los bagaudas en sentido estricto no pensaron en "revolucionar"
el mundo clásico, lo más probable es "que sólo hubieran intentado cambiar
de puesto con sus antiguos opresores"[14].
Pero no debemos olvidar, como ha señalado F. Braudel, que significaron una
"ruptura" en la Antigüedad: las clases desheredadas entraron en los
registros históricos (incluso se acuñaron monedas con efigies de bagaudas),
cosa que rara vez sucedía. Esto nos hace pensar que había algo más que simples
partidas de bandidos, ya que dejaron para la posteridad un reflejo en esa
"historia profunda". Para Braudel "somos herederos de una agua
profunda sobre la que navegamos mal, a ciegas. Esa superficie de historia no es
propicia, sin duda: nos creemos libre en ella y la libertad es en esencia la
ilusión feliz de ser libre..."
[15].
En conclusión, respondiendo a la pregunta que titula este trabajo, ¿fueron los bagaudas revolucionarios?, rotundamente no, simplemente porque no carecían de un modelo de sociedad alternativo. A la vista de los datos que hemos sintetizado, los bagaudas fueron más bien rebeldes al poder de Roma, un poder cada vez más dictatorial y opresivo. Como señaló Albert Camus, el “revolucionario” conlleva en su interior a un “conservador” del nuevo orden que quiere imponer. Por el contrario, el “rebelde” desarrolla una relación crítica al orden existente. El revolucionario se mueve en la esfera de la política, el rebelde procura distanciarse de él[16].
AAVV, Historia de España Antigua, vol. II, Madrid, 1978.
AAVV, Conflictos y estructuras sociales en la Hispania Antigua, Madrid, 1981.
BALIL, A. "La defensa de Hispania en el Bajo Imperio. Amenaza exterior e inquietud interna", en Legio VII Gemina, León, pp. 601 y ss.
BRAUDEL, F. Escritos sobre la historia, Barcelona, 1997.
BRAVO,G. "Las bagaudas. Vieja y nueva problemática" en Actas del Primer Congreso Peninsular de Historia Antigua, Santiago de Compostela, 1988, pp. 187 y ss.
----- "Las revueltas campesinas del Alto Valle del Ebro a mediados del siglo V d.C. y su relación con otros conflictos sociales contemporáneos (Una revisión sobre Bagaudas)” en Actas del Primer Coloquio sobre Historia de la La Rioja, Logroño, 1983, pp. 219-230.
----- Revueltas internas y penetraciones bárbaras en el Imperio, Madrid, 1991.
FOUCAULT, M. Les mots et les choses. Une archéologie des Sciencies humaines, París, 1966.
HOBSBAWM, E.J. Rebeldes primitivos. Estudio sobre las formas arcaicas de los movimientos sociales en los siglos XIX y XX, Barcelona, 1968.
PLACIDO, D. Introducción al mundo antiguo: problemas teóricos y metodológicos, Madrid, 1993.
PRIETO ARCINIEGA, A. El fin del imperio romano, Madrid, 1991.
ROSTOVTZEFF, R. Historia social y económica del Imperio Romano, vol. II, Madrid, 1981.
SANCHEZ LEON, J.C. Los bagaudas: rebeldes, demonios, mártires. Revueltas campesinas en Galia e Hispania durante el Bajo Imperio, Jaén, 1996.
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WALBANK, F.W. La Pavorosa Revolución. La decadencia del Imperio Romano en Occidente, Barcelona, 1997.
UN PEQUEÑO TEXTO PARA REFLEXIONAR.
El historiador británico E.A. Thompson,[17] como gran parte de los especialistas, cree que el único texto extenso que trata de la forma de vida sobre los bagaudas es la ya citada comedia anónima titulada Querolus (siglo V d.C.). En dicho pasaje, el protagonista, Querolus, pide al Lar[18] familiar qué hacer para ser en el futuro feliz. Entre unas de sus proposiciones está la de convertirse en “bandolero”, es decir en un “bagauda”. Según Thompson, este término no tiene que ver, como han afirmado otros historiadores, con la pertenencia a los bárbaros, denominados en los textos contemporáneos como “rustici”.[19]
Este pasaje lo reproducimos a continuación, recogiéndolo de la ya citada obra de E.A. Thompson:
LAR: Ya lo tengo: tan bueno como que estas pidiendo. Vete y vive en los márgenes del Loira.
QUEROLUS: ¿Qué pasa allí?
LAR: Los hombres viven allí bajo la ley natural. Allí no
hay dolor. Las sentencias capitales se pronuncian allí bajos los robles y están
grabadas en huesos. Allí incluso los rústicos hablan y los particulares emiten
juicios. Puedes hacer lo que te plazca. Si fueses rico serías llamado “patus”[20] (que es como nuestra
Grecia habla, Oh, bosques, oh soledades ¿quién dijo que erais libres?). Hay
cosas mucho más importantes de las que no digo nada, pero esto será suficiente
para continuar.
QUEROLUS: Yo no soy rico y no me sirve para nada un
roble. No quiero esas leyes del bosque.
LAR: Entonces bien, busca algo más cómodo y honorable si
no sabes pelear.
Poco más se desconoce de las “pretensiones sociales” de los bagaudas, que para el autor del “Querolus” son absurdas; de tal forma que su personaje dice expresivamente “no me sirve para nada un roble”, y la verdad, las tan arcádicas “leyes del bosque” no son precisamente de su gusto.
Sin embargo, el texto nos remite, en su contexto de crítica satírica a ese mundo imposible de los libres habitantes de los bosques armoricanos, a una serie de elementos interesantes para trabajar y relacionar históricamente con nuestros alumnos. Estas pueden ser las siguientes, aunque pueda parecernos en un principio disparatado:
· La idea de una remota y utópica “Edad de Oro” de la cual ya habló el griego Hesiodo (siglo VIII a.C.), donde todo es perfecto y en armonía con la Naturaleza.[21]
· El utopismo de la vida libre del “hombre salvaje”, que tanta importancia tendrá en el pensamiento occidental a partir, sobre todo, de las ideas de J.J. Rousseau en el siglo XVIII.
· El concepto de “ley natural” o “ley del bosque” que tanto se divulgará en la memoria colectiva popular, a través de personajes como Robin Hood incluso esos galos irredentos como son Asterix y Obélix.
En gran medida la continuidad de los elementos que aparecen en todo lo relacionado con los bagaudas, se enlazan con una la permanencia de un sustrato campesino común a todas las culturas, como bien ha explicado Carlo Guinzburg en su obra El queso y los gusanos.
De esta forma, y como conclusión podemos decir que “casi en todas partes esos sueños revisten un carácter campesino y están ligados al recuerdo de una rica economía de subsistencia, a la nostalgia de un estado de armonía entre el hombre y la naturaleza, sin ninguna noción precisa de progreso”. [22]
[1]
WALBANK, La Pavorosa
Revolución. La decadencia del Imperio Romano en Occidente, Barcelona, 1997,
p. 148.
[2]
TEJA, R. "Economía y
sociedad del Bajo Imperio Romano". Historia de España Antigua, vol.
II, Madrid, 1978, pp. 529 y ss.
[3] PLACIDO, Introducción al
mundo antiguo: problemas teóricos y metodológicos, Madrid, 1993, p. 371.
Para uno de los padres del marxismo, F.
Engels, la violencia tiene el papel "instrumento por medio del cual el
movimiento se abre camino y hace saltar, hechas añicos, las formas políticas
fosilizadas y muertas" en F. ENGELS, "Anti-Dühring" en Temas
militares, Madrid, 1975, p. 37.
[4]
SANCHEZ LEON, J. C., Los
bagaudas: rebeldes, demonios, mártires. Revueltas campesinas en Galia e
Hispania durante el Bajo Imperio, Jaén, 1996, pp. 21-22.
[5] PLACIDO, D. Ob. cit., pp. 101-102
[6] THOMPSON, E. P. Tradición,
revuelta y conciencia de clase. Estudio sobre la crisis de la sociedad
preindustrial, Barcelona, 1979.
[7]
VILAR, P. Introducción al vocabulario del
análisis histórico, Barcelona, 1980, p. 131, cit, en PRIETO ARCINIEGA, A. El
fin del imperio romano, Madrid, 1991, p. 85.
[8] HOBSBAWM, E. J., Rebeldes
primitivos. Estudio sobre las formas arcaicas de los movimientos sociales en
los siglos XIX y XX, Barcelona, 1968, pp. 16-17.
[9] SANCHEZ
[10]
BARBERO, A. y VIGIL, M.
"Sobre los orígenes sociales de la Reconquista", BRAH, nº 156
(1964), pp. 271-337.
[11] DJILAS, M.,
"Historiografía ideológica", Historia 16, nº128 (1986), p.
116.
[12] FOUCAULT, M. Les mots et les choses.
Une archéologie des
Sciencies humaines, París, 1966. pp. 350 y ss.
[13] PLACIDO, D., ob. cit., pp.
68-69.
[14] WALBANK, F.W., ob. cit., p. 141.
[15]
Para la primera cita "F.
Braudel, l’Antiquité et l`Historie Ancienne.
Intervista a cura di Jean Andreau e Roland
Étienne, in presenza di Maurice Aymard", en Quaderni di Storia, nº
24 (1966), pp. 5-21, para la segunda BRAUDEL, Escritos sobre la historia,
Barcelona, 1997, pp. 155-156.
[16] CAMUS, Albert, El hombre
rebelde, Buenos Aires, 1967.
[17] THOMPSON, E.A. “Revueltas
campesinas en la Galia e Hispania Bajo Imperial”, en AAVV, Conflictos y
estructuras sociales en la Hispania Antigua, Madrid, 1981, pp. 73-74. Las
citas que continúan pertenecen a dichas páginas.
[18]
Recordemos que los lares eran los dioses
familiares de los romanos, donde se incluían antepasados de la familia.
[19] De entre la amplia
bibliografía sobre esta obra, destaquemos dos trabajos en español: CLOSA
FARRÉS, J., “Per Vestigia Plauti: la visión jocosa del Querolus”, en III
Congreso Andaluz de Estudios Clásicos, Universidad de Sevilla, 1988, pp.
201-207; SANZ BONEL, V.M., “La aportación pagana, Querolus y Rutilio
Namauniano, al carácter cristiano de los bagaudas” en Aragón en la Edad
Media. Estudios de economía y sociedad, nº 16, 2000, p. 1471.
[20] De esta palabra, de origen
presumiblemente celta, se desconoce su significado.
[21]
Es interesante recoger lo escrito por el gran
historiador de las mentalidades, Carlo Guinzburg: “"En
las sociedades fundadas sobre la tradición oral, la memoria de la comunidad
tiende involuntariamente a enmascarar y a integrar los cambios...inmovilidad de
la imagen del pasado. Las cosas siempre han sido así; el mundo es lo que es.
Sólo en los períodos de transformación social profunda surge la imagen.
generalmente mítica, de un pasado distinto y mejor; un modelo de perfección,
frente al cual el presente aparece como una decadencia, una degeneración...la
lucha por tra degener el orden social se convierte en tal caso en un intento
consciente de volver al mítico pasado",
en El
queso y los gusanos, Barcelona, 1991, pág.126.
[22] DROZ, J. (dir.), Historia
general del socialismo, vol. I: De los orígenes a 1875, Barcelona,
1984p.16.