Te lleva a la página de inicio «La Reconquista»: un periódico integrista en la Sevilla de 1908

1. Introducción: objetivos y aspectos teórico-metodológicos.

Hace ya más de veinte años que Tuñón de Lara se expresó en el sentido de que "la prensa es en sí misma objeto y fuente a la vez"1. Desde entonces se puede decir que ha comenzado a tener lugar un lento pero constante proceso de encuentro entre historia y periodismo. Por un lado, comienzan a proliferar estudios historiográficos que hallan en la prensa una fuente de incuestionable utilidad en la difícil tarea de la reconstrucción del pasado. Esto está creando nuevas exigencias formativas en el historiador por cuanto éste, educado en las técnicas y metodologías clásicas de su disciplina, no se encuentra normalmente habituado al manejo de un tipo tan específico de material como éste. Por tanto, el nuevo reto impone la necesidad de la creación de modelos concretos de familiarización de los historiadores con el espacio discursivo del periódico. Éstos deben concienciarse de las enormes posibilidades que la prensa ofrece para la aproximación a los hechos históricos que constituyen sus distintos objetos de estudio. Las hemerotecas han de ir acostumbrándose a recibir un número creciente de investigadores del pasado.

Por otra parte, la toma de conciencia del papel esencial desempeñado en la contemporaneidad por la prensa, en particular, y los medios de comunicación social, en general, en tanto factores determinantes en la conformación de la llamada sociedad de masas, ha conducido a un interés cada vez más notorio por la elaboración de síntesis históricas. Éstas conectan metodológicamente con la perspectiva anteriormente señalada2.Nos hallamos, en este caso, no ya ante la problemática del análisis de la prensa como fuente historiográfica, sino frente a los primeros desarrollos de un nuevo área de conocimiento que podemos denominar "historia de la comunicación social". En este sentido, es evidente que sólo el encuentro interdisciplinar entre la historiografía, de un lado, y diversas ciencias sociales como la socio–lingüística y la antropología, de otro, deberá ser el punto de partida que permitirá la constitución de patrones teóricos y de método basados en la sistematización, el rigor y su adecuación a las necesidades prácticas del trabajo sobre el terreno. Como consecuencia, más que al nacimiento de una nueva disciplina, asistimos al surgimiento de una pluridisciplina de rasgos ya algo definidos a la que me permito augurarle un futuro muy fecundo3.

Antes de proceder a la concreción de mis objetivos específicos, creo necesario hacer una serie de observaciones generales en el orden teórico-metodológico. En un plano de corte fenomenológico, creo que este nuevo campo de investigación se habrá de construir sobre la base de la idea esencial de que, lejos de constituir meros vehículos de transmisión objetiva y transparente de la realidad, los medios de comunicación son, ante todo, instrumentos discursivos culturales que hacen del lenguaje un modo de elaboración de una conciencia social intersubjetiva de la propia realidad. "Los acontecimientos sociales no son objetos que se encuentran ya hechos en alguna parte en la realidad y cuyas propiedades y avatares nos son dados a conocer de inmediato por los medios con mayor o menor fidelidad. Sólo existen en la medida en que esos medios los elaboran"4.

Por tanto, un análisis crítico de los mensajes informativos debe transcender los límites de la problemática de la información-desinformación en el sentido habitual en que esta oposición conceptual es concebida en los diversos debates sobre las responsabilidades sociales de los "mass-media". No entiendo la labor periodística como un limpio y aséptico compromiso desinteresado por la "verdad". Como ejemplo de esta actitud que descarto, Pastora Moreno se expresa indicando que "consideramos la desinformación como el hecho informativo que se genera de un incumplimiento de las normas profesionales o lingüísticas por parte de un periodista o emisor y que trae como consecuencia un producto informativo incorrecto dirigido a un receptor"5. Por el contrario, a mi entender, el fenómeno informativo no consiste en una presunta re-construcción de una realidad "real" pre-existente al hecho social de conocerla. La actividad periodística no es sino un instrumento-reflejo de un proceso de intercambio simbólico; es expresión de unos juegos realizadores e intencionales del lenguaje. Éstos quedan conectados a ese universo de representaciones mentales colectivas por medio de las cuales los miembros de la sociedad tratan de tomar conciencia de lo que son y encuentran las vías de conducción de sus propias expectativas vitales en un marco limitado de mundos posibles. El periodismo, desde su nacimiento moderno, es uno de los grandes espacios de la fabricación social del "sentido común".

La información es, ante todo, interpretación; es la propuesta de un modelo de comprensión de lo que de por sí es inaprensible: la existencia humana en su complejidad constitutiva. La posibilidad de la desinformación entendida como simple deformación, exageración o invención de un hecho no acontecido no puede ser conciliable, pues, con mi posición teórica. Las dialécticas objetividad-subjetividad e información-desinformación, y el problema en torno a la definición y consolidación de un "ethos" periodístico, no me parecen las cuestiones que deben preocupar y ocupar en la investigación sobre el papel histórico desempeñado por los medios de comunicación de masas -al menos, una vez que procedamos a una suspensión fenomenológica de la realidad en sí. El ámbito socio-profesional periodístico, sin embargo, claro que sí, puesto que hemos de concebirlo en su dimensión de actante social al que le corresponde su propio rol en el seno de la trama humana en el que se inserta. Los condicionamientos socio-cognitivos que apuntan hacia la subjetividad mediatizada del periodista son el referente desde el que se ha de interpretar su propio trabajo. Porque de eso se trata, tan sólo de interpretar.

Todo esto cobrará sentido -insisto- siempre que desechemos la posibilidad de un acercamiento a la realidad como tal. La realidad social es una creación, un producto "manufacturado" socialmente con valor de utilidad en tanto tiene la capacidad de satisfacer ciertas necesidades de la vida en comunidad. La práctica y la rutina periodística son tan solo unos eslabones más de esta cadena de producción en serie del mundo como contenido de la conciencia-inconsciencia colectiva en un ámbito histórico dado. Su papel, en definitiva, queda definido por esa gran contribución al mantenimiento y transformación en situaciones cotidianas y de crisis de esa realidad intersubjetiva asumida de forma inestable por los integrantes de una sociedad implicada en la garantización conjunta de su propia autorreproducción6. En este proceso, por consiguiente, todos los miembros del espacio social cumplen funciones esenciales. Desde una teoría de la estructuralidad social, la comunicación sólo cobra entidad en el carácter circular del encuentro consumado entre emisor y receptor de los contenidos discursivos. En este sentido, será imprescindible subrayar el principio de relevancia del factor apropiación-interpretación que compete al segundo. No podremos, por tanto, dar por concluido ningún análisis sobre la comunicación de masas hasta que sea posible determinar de qué modo tiene lugar esta negociación-interacción entre el emisior/es y el receptor/es de los mensajes. La comunicación no es un hecho unidireccional; es relacional, culturalmente conflictivo y problemático.

Es quizá esto último lo que conlleva mayores dificultades de método en este terreno pluridisciplinar por cuanto la verificación de las actitudes específicas adoptadas por el lector o usuario del producto informativo escapa en gran medida a las posibilidades de control exhaustivo por parte del científico social. No obstante, creo que es factible la confección de determinados perfiles psico-sociales del receptor-tipo que accede a cada medio en concreto. Ello debe ayudarnos a calcular y aislar un conjunto de reacciones "previsibles" en su contacto directo con los mensajes, así como los condicionantes que impondrá a la hora de la producción, estructuración y presentación de los mismos por parte de los emisores.

Una vez señaladas algunas pautas de reflexión que estimo necesarias para el desarrollo fructífero de la disciplina, procederé a concretar el objetivo específico de este trabajo. Pretendo dar a conocer los rasgos formales, culturales e ideológicos que caracterizaron a uno de los ejemplos de la incipiente prensa sevillana de comienzos de siglo. Se trata de un periódico de carácter integrista –"La Reconquista"- que, fundado en 1.906 y desaparecido tres años después, constituyó un efímero modelo de pequeña empresa periodística local de partido, dentro del complejo panorama político del sistema de la Restauración española. Recuérdese que Ramón Nocedal, muerto en 1907, había protagonizado en torno a 1890 una nueva escisión en el seno del carlismo como expresión del rechazo que en algunos de sus miembros produjo la supuesta tendencia pro-liberal de D. Carlos. Con anterioridad, en 1881, los partidarios del marqués Pidal se habían desligado de la intransigencia fundando la "Unión Católica", formación política que acabaría sumándose al partido conservador de Cánovas con claros fines electorales. La atracción ejercida por éste sobre la élite eclesiástica supuso un creciente entendimiento entre ésta y el propio régimen restaurador. Es desde esta perspectiva donde se ha de entender el significado histórico del integrismo como fenómeno de reorientación de una parte del carlismo en una dirección diametralmente opuesta. El integrismo quedará conformado como residuo de un extremismo político absolutamente intolerante ante cualquier intento de articulación entre la Iglesia católica y el liberalismo, por muy conservador que éste se mostrase. De este modo, los seguidores de Nocedal siempre se mantendrán al margen de la actitud "impura" e "impía" de aquellos que, tras el fracaso de intento de sublevación sofocada por el gobierno de Silvela en 1899, habían protagonizado una nueva renovación del carlismo en términos de reconciliación legalista con el sistema. Tal es el caso de Vázquez de Mella y su "Comunión Tradicionalista".

Este periódico integrista representa, pues, una valiosa fuente histórica para el conocimiento de la actitud ideológica de tan peculiar movimiento político carlista radical en los difíciles comienzos de nuestro siglo. De esta manera, desde el análisis general de los contenidos, abordaré el estudio en tanto acercamiento a las líneas de integración y articulación de su discurso político tal y como aparece construido en sus páginas. En definitiva, será posible explorar, aunque sólo sea parcialmente, un proceso concreto de elaboración de determinados estados de opinión en lo referente a aspectos fundamentales de la política española del periodo de crisis abierto tras el desastre del 98. En realidad, esta alternativa político-religiosa disfrutaba hacía tiempo de un muy reducido apoyo social, toda vez que sus posiciones en el norte del país habían sido muy debilitadas tras la pacificación llevada a cabo por la Restauración en febrero de 1876. Al margen de los mermados núcleos campesinos navarros, vascos y catalanes, el carlismo, cada vez más dividido, sólo caló de manera muy poco significativa en algunas ciudades españoles en la que pequeños grupos de celosos guardianes del romanticismo político tradicionalista giraban en torno a una prensa local de escaso seguimiento como la que representa "La Reconquista" sevillana. Sin embargo, más allá de la singularidad de tal fenómeno socio-político, creo que su actitud es en sí reflejo de algunas de las líneas maestras que definen el universo cultural político de la época. Y ello con independencia de que en 1907 y 1910 la representación en el congreso de tradicionalistas y carlistas se limitase a un 2,7% y 2,4%, respectivamente. En cierto modo, la excepcionalidad del integrismo encubre la propia normalidad, como resaltaré en mis conclusiones finales.

2. Catalogación e identificación.

El conjunto de textos analizados se encuentra archivado en la Hemeroteca Municipal de Sevilla dentro de un tomo que recoge, de modo correlativo, los números que van desde el 88 al 238. Éstos pertenecen al periodo recorrido desde el 2 de Enero de 1.908 al 28 de Diciembre del mismo año. Como adelanté, siguiendo los datos disponibles, "La Reconquista" vio la luz dos años antes para desaparecer de modo definitivo en Septiembre de 1.909. No se conservan el resto de números en dicho archivo7.

Tratándose de un "periódico íntegro-regional"8 de ámbito local, correspondió su edición a la "Unión Tradicionalista", cuyos talleres de impresión se encontraban en "El Mercantil", c/. San Eloy, 16. Su director fue Eugenio Garrido López9. En cuanto a la periodicidad de sus publicaciones, ésta era de tres tiradas por semana. En un principio, en lunes, miércoles y viernes. A partir del nº 96 (21 de Enero de 1.908), en martes, jueves y sábados.

En cuanto a su comercialización y difusión, los precios por ejemplar -siempre si nos atenemos a los ejemplares conservados- era de 0,10 pesetas, cantidad que se incrementaba a 0,25 para los números atrasados. Su servicio de suscripciones evidencia una cierta difusión del periódico más allá del ámbito local y provincial de Sevilla. Según consta en su cabecera, las tarifas y fórmulas de suscripción eran las siguientes: 1,00 peseta por suscripción mensual para el resto de España; 2,50 por suscripción trimestral para Sevilla; 10,00 pesetas por suscripción anual para Sevilla. Finalmente, 2,75 pesetas por la suscripción trimestral para el resto de España. Se ofrecía, también, un servicio de anuncios y reclamos, que, como constaba, serían a "precios convencionales". Los comunicados de 1,00 a 100,00 pesetas por línea, a juicio del director. Las mortuorias, según muestrario. Del mismo modo, era posible la correspondencia mediante envíos exclusivos al propio director.

Todos estos datos nos ilustran sobre las modestas pero suficientes dimensiones de una empresa periodística que, sin pertenecer al modelo de prensa de masas que en esa época comenzaba a emerger en España, la cual radicaba, salvo "La Vanguardia", en Madrid, representa un interesante ejemplo de lo que Alejandro Pizarroso define como "pequeñas empresas que publicaban periódicos de partido, o de carácter regionalista, además de la prensa católica, obrera, etcétera"10. Esquema, que, obviamente, se ajustaba perfectamente, tanto a las posibilidades materiales como al perfil social e ideológico del carlismo integrista.

3. Estructura formal y secciones habituales.

Este periódico estaba confeccionado según patrones habituales de la época. Con un amplio tamaño de las páginas –formato "sábana"-, su número es, invariablemente, de cuatro. Presentaba una tipografía poco llamativa, sin interés por destacar especialmente los títulos con respecto al texto. Los elementos de separación –"filetes"- huyen de todo lo que no sea una función exclusivamente organizadora de los contenidos impresos. Se prescinde, en todo momento, de las ilustraciones. En general, destaca su carácter sobrio y homogéneo, sin que se detecte, en este sentido, ningún tipo de evolución en los números de los que se dispone.

Considerando la función específicamente político-propagandística y combativa que da vida a este periódico, son los artículos de carácter programático-doctrinal, complementados con la publicación completa de disposiciones eclesiásticas -referencia continua a la autoridad legitimadora-, los que constituyen el núcleo central de sus contenidos –ocupan más del 50% de su superficie total. Por ello, en la siguiente parte de este trabajo procederé a un análisis sistemático de las líneas fundamentales del discurso político-religioso que alimenta estas páginas. Prestaré atención a una serie de artículos previamente seleccionados por considerarlos representativos del modelo socio-ideológico que en sí encarna "La Reconquista". De dicho análisis será posible, además, esbozar determinados rasgos del lenguaje utilizado, expresión del universo de representación simbólica de la realidad que se pretendía configurar.

Sin embargo, antes de llevar a cabo esta labor, he de destacar que este periódico queda estructurado, desde la perspectiva de sus contenidos, según otros núcleos secundarios que responden a diversos tipos de finalidades subsidiarias. En términos generales, éstas se reducen a la información general, el entretenimiento moralizador y la publicidad. Las secciones que habitualmente aparecen en sus páginas son las que siguen:

Es deducible, por tanto, el hecho de que la edición de este periódico contaba, a la hora de su financiación, con un apoyo publicitario muy estable dentro del esquema de pequeña empresa al que pertenecía. El 25% de la superficie del periódico corresponde a dicha función.

4. Análisis político-ideológico de los contenidos fundamentales.

La actitud y el comportamiento informativo de este periódico, como ya indiqué, se asienta sobre la base de una finalidad, en esencia, propagandística y estratégica de partido. El estudio de los artículos seleccionados evidencia que el propósito fundamental de "La Reconquista" era el constituirse como monumento ejemplar de lo que desde el periodismo católico de la Restauración se vino en llamar la "buena prensa". Con vocación claramente exclusivista, este modelo de periódico integrista-radical perseguía, ante todo, erigirse como única opción válida en el desarrollo del arte de la noticia y la opinión profesionalizada, no sólo frente a la prensa abiertamente liberal, sino también, y esto es decisivo, frente a esa otra prensa que encarnaba el espíritu católico del conservadurismo restaurador. A partir de estas premisas, los contenidos de sus artículos de entretejerán como base cristalizadora de una opinión pública unilateral, excluyente, intolerante e intransigente que debía devenir en una visión fundamentalista y unidireccional de los hechos políticos y sociales.

Un primer aspecto que merece atención es la preocupación por fijar sólidamente los soportes justificadores de la firme posición católico-tradicionalista de su ideario político. Y que mejor para ello que las bendiciones papales en un momento de creciente implicación social y política de la Iglesia. Dentro de lo que para la ocasión se denomina muy significativamente "sección de propaganda", es objeto de publicación por entregas desde el 12 de Noviembre (nº 220) hasta el 5 de Diciembre (nº230) la versión integra de la traducción en castellano de la Encíclica "De la libertad humana" -"Libertas"- promulgada por el papa León XIII el 20 de Junio de 1.888. En la medida en que la dirección del periódico pretende hacer suyas las reflexiones y declaraciones del Pontífice, considero oportuno extraer algunas ideas básicas del contenido de la encíclica publicada. El punto de partida de la misma es un encendido elogio del concepto de libertad, para posteriormente advertir que hay "un gran número de cosas, en las cuales, si se ha de juzgar rectamente, no puede ser libre el hombre". Se trata, por tanto, de una concepción de la libertad, sustentada sobre la base de una norma moral objetiva que debía poner freno, en nombre de la dignidad humana, a la adulteración impía de dicho valor de la que se hizo responsable -así se entiende- el liberalismo imperante. Esta actitud se concreta en una enérgica oposición a lo que se percibe como moral independiente y libertinismo extremo, y, de modo más específico, en una repulsa de la tolerancia de cultos, pensamiento, imprenta, prensa y educación de la que se supone que hizo gala el liberalismo español de entonces –de manera muy relativa, como sabemos.11

Para León XIII -y para el periódico-, en tanto las libertades liberales no responden a los designios divinos, éstas se convierten automáticamente en una transgresión directa de la verdadera moral objetiva cristiana. Resulta significativo que el subtítulo de la sección donde aparece el texto papal lo constituya el aserto "el liberalismo es pecado". Es la condena total de dicha opción política. En realidad, esta proposición, que actúa como macrorresumen orientador de la correcta interpretación final que el lector habría de hacer del mismo, es la reproducción literal del título de la publicación que el clérigo catalán Félix Sardá Salvany realizó en 1.884 con el objeto de marcar firmemente la actitud de un catolicismo reaccionario e irreductible ante la absorción de la efímera "Unión Católica" de Alejandro Pidal por parte del partido de Cánovas. Dicha publicación "habría de convertirse en catecismo del integrismo español"12.

Primera conclusión a la que el lector debía llegar: la deslegitimación eclesiástica del liberalismo. Esta idea-eje quedará articulada con la plasmación del principio del Estado restaurador como responsable máximo del triunfo en España de un nefasto y pecaminoso sistema político: la salvación del alma estaba en juego. Evidentemente, la lectura de estas palabras habrían de convertirse, desde el prisma integrista, en una alusión desprestigiadora y censuradora de la referencia institucional de los gobiernos del turnismo restaurador. Finalmente, León XIII concluye su particular "Dictatus papae" con una doble exaltación: primeramente, la del respeto que la Iglesia sentía por las formas democráticas de gobierno -no es este espacio para tratar el carácter ambiguo y sospechoso de las posiciones del "santo padre" en este asunto. En segundo lugar, la consideración del legítimo derecho de los pueblos a su independencia o autonomía. En este caso, el integrismo podía encontrar amparo papal para uno de los fundamentos de su doctrina: el foralismo. En fin, la encíclica, en un evidente alarde de cesaropapismo, marcaba los senderos por los que habría de discurrir la participación activa e irreversible de los católicos en la construcción de una comunidad política justa, auténticamente cristiana.

La cuestión de fondo que aquí subyace queda perfectamente reflejada, a mi entender, en un doble artículo publicado en este periódico los días 25 y 28 de Enero de 1.908 con la firma de José Mª de los Corrales. La primera parte aparece en el nº 98 con el título "¿Debe ser político el clero?". En esta ocasión es el pontífice Pío X la autoridad inspiradora: "Todo católico está obligado a ocuparse en política y todo católico debe ser hombre de acción. En los revueltos tiempos que alcanzamos, no comprende su deber quién se desentienda de los asuntos políticos. !Sólo la lucha proporciona la lucha!". Es manifiesta en este lugar la resonancia del activismo latente del carlismo en tanto política de la acción. Así, el autor no sólo no encuentra obstáculo en la implicación directa de la Iglesia en los asuntos políticos, sino que considera ésta como un deber moral. En el nº 99 se completa este doble artículo con el título "¿Qué política debe seguir y adoptar el clero?". Las respuestas, es obvio, enlazan con el principio ideológico analizado con anterioridad. De entrada, el rechazo frontal del liberalismo. En consecuencia, el apoyo al "partido católico que sea de todo en todo católico y completamente antiliberal". Esta afirmación culmina con la referencia a los liberales fusionistas como simplemente "liberales", de una parte, y a los conservadores de Maura como "mestizos, plaga más funesta que aquellos mismos demonios de París", de otra.

Es aquí apreciable un gesto muy característico del talante antiliberal del integrismo: la utilización de un tono mucho más agresivo cuando se trata del conservadurismo, que en las ocasiones en las que la diana se sitúa sobre el liberalismo progresista-fusionista. Entiendo que es localizable un rasgo propio de la cultura política que encarnaba el integrismo: su obsesión por apropiarse de forma exclusiva del derecho de representación política de los valores tradicionales del catolicismo español frente al resto de partidos que compartían intenciones del mismo signo. De ello se deduce una concepción de partido con misión histórica esencialmente providencialista y mesiánica, un partido "que no aspira ni trabaja por otro fin que el restaurar todas las cosas en Cristo, para que Él reine y no Lucifer,[...], que no aspira a subir a Valencia, ni a Toledo, ni a parte alguna, sino al cielo". No lo olvidemos, lo que realmente otorgaba razón de ser al integrismo, en plena reconversión escindidora del tradicionalismo, era la agrupación de los sectores más sobresalientes del catolicismo español en torno al conservadurismo liberal. Lo que se dirimía era la recuperación y conservación romántico-religiosa de un espacio político absorbido por la legalidad del sistema.

Otro aspecto que estimo muy significativo a la hora de desentrañar la estructura interna del relato ideológico y propagandístico que da forma a este periódico puede ser rastreado mediante el análisis de una serie de artículos que, encabezando los números a los que corresponden, actúan como auténticos editoriales. El nº 230 (5 de Diciembre) se abre con un artículo que con la firma seudónima de Plinio lleva como título "Antes ministerial...". El pretexto del mismo es la campaña que en el año 1.908 protagonizó el obispo de Jaca contra la iniciativa desamortizadora del gobierno para apropiarse de determinados bienes eclesiásticos destinados a "Obras Pías". Pero, el verdadero objetivo es hacer un duro ataque al diario neo-conservador "El Universo". Tildado de "mestizo", como era habitual cuando se trataba del conservadurismo, este periódico se presenta como hermano menor de "La Época", periódico fundado en 1.849 y máximo exponente de la prensa conservadora durante el primer tercio del siglo XX. A "El Universo" se le acusa de que, haciéndose eco del asunto antes indicado, "cubre con silencio hipócrita los excesos de los liberales de la derecha, más funestos que los de la izquierda". El autor considera que este periódico es mucho más sensible a los intereses conservadores que a los episcopales cuando es políticamente necesario. Por otra parte, ataca la denuncia velada que cree ver en dicho diario conservador cuando parece atribuir al obispo de Jaca cierta complacencia hacia la izquierda liberal.

Un "editorial" con el título "Derechas e izquierdas" encabeza el nº 232 del 10 del mismo mes. Mediante la inclusión de "recortes" periodísticos, se realiza una crítica a la prensa antitradicional, considerada enemiga de la causa católica en España; crítica que, ante todo, alienta al desprecio y el rechazo de dicho tipo de prensa. Nuevamente, aparece el calificativo de "mestiza" para hacer alusión a la misma. En lo que atañe a la representativa de la facción conservadora, los blancos de las críticas son "El Noticiero de Zaragoza", "La Lectura Dominical", y, cómo no, "El Universo". Al otro lado del espectro político del liberalismo el republicano "El País" y el anticlerical "El Liberal" vienen a ser víctimas, entre otros, del odio integrista de "La Reconquista". Una vez más, los peores calificativos, con uso de una retórica muy violenta, se dirigen a la prensa vinculada a la opción conservadora. Dos son las conclusiones que debemos extraer. Una, que estos artículos son una clara materialización del fenómeno de guerra de medios que traducía en sí mismo el enfrentamiento entre las distintas posiciones políticas de la España de la Restauración. Otra, que, dentro de esta correspondencia entre lucha periodística y enfrentamiento político, como he sugerido más arriba, los mayores esfuerzos en la pugna autolegitimadora entablada por la prensa integrista se encaminaban hacia la expulsión del liberalismo conservador y católico de ese espacio donde, desde el radicalismo tradicionalista, era imposible la cohabitación. Y ello a pesar de que ya en 1.882 el propio León XIII publicara la encíclica "Cum multa", alentando al movimiento católico español hacia la unidad de instrumentos y fines.

Ante tal actitud, ¿cuál es la prensa legítima, la "buena prensa"? Desde las páginas de "La Reconquista" la respuesta es clara. Un artículo con el título "Prensa integrista", publicado en el nº 234 del 15 de Diciembre con la firma del ya citado "Plinio", anuncia y celebra con entusiasmo la apertura de una nueva era en "El Diario de Lérida", órgano máximo de expresión del integrismo catalán. En él se da cuenta de la inauguración de nuevos talleres y el incremento de recursos materiales en el periódico hermano. Al grito de "Dios, Patria y Fueros", el autor argumenta que "sin propaganda, es infecunda la labor política de los partidos; sin periódicos no hay propaganda; sin sacrificio, no hay periódicos, y sin unidad de miras ni identidad en los fines no hay quien se sacrifique". Tan ingenioso juego de palabras debe ayudarnos a apreciar el alto grado de instrumentalización política que la prensa española, ya comenzado nuestro siglo, había alcanzado como medio de difusión de las ideas en liza. Y esto, a pesar de que, como señala Alejandro Pizarroso, el analfabetismo limitaba considerablemente el acceso a un medio que fue incrementando el número de publicaciones de manera muy significativa en el tránsito al siglo XX. No obstante, escribe el mismo autor, "en los tres primeros lustros del siglo se pasó en España de 1.347 periódicos en 1.900 a 1.980 periódicos en 1.913 (es decir de un periódico por cada 15.106 habitantes, a uno por cada 10.076; cifras que en Madrid se reducían a uno por 1.914 habitantes. Y en Barcelona a uno por 3.535 habitantes.)"13. El artículo se completa con el habitual ataque "a esos otros elementos que llamándose católicos independientes o neutros, no son otra cosa que perturbadores de toda acción eficaz y provechosa en el campo católico". Una muestra más del fenómeno al que vengo aludiendo en este trabajo: el integrismo como la cima expresiva de la imposibilidad natural de unidad del catolicismo nacional español a la hora de crear un programa político que hiciese frente a la relativa firmeza del pactismo restaurador. En otro artículo ofrecido por la firma de Eugenio Garrido López en el nº 238 del 28 de Diciembre, con el título "¡ Adelante!", se anuncia con un ánimo encendido la inminente aparición para el 2 de Enero de 1.909 de un nuevo periódico que se define como "diario político tradicionalista y antiliberal". Una nueva manifestación de la incipiente vitalidad de que gozaba este modelo de prensa en la época. Su denominación, "La Unidad Católica", sin embargo, expresaba una aspiración que parecía inviable, como acabo de añadir, al menos bajo la égida del propio integrismo monárquico-absolutista y regionalista.

Como se podrá comprobar, el análisis de los contenidos de los artículos seleccionados da como fruto la reconstrucción progresiva de un sistema bien articulado de imágenes, ideas y actitudes en lo relativo a lo político que configura en sí la estructura interna de un discurso que se va concretando a través de la lectura lineal de dichos artículos. Pero, antes de perfilar las conclusiones que en este sentido se pueden extraer, creo de interés hacer mención de otro artículo que ha de servirme para completar la concreción de los elementos constitutivos básicos del sistema al que aludo. En el nº 152 del 6 de Junio, dentro de la sección "noticias locales", el "Bachiller Carrasquida" (sustituto de Pero Pérez) firma "El temporal de anoche. Casas inundadas". El objeto inicial del artículo es el de dar cuenta de los daños causados en distintas casas de la sevillana calle de Recaredo como consecuencia de la lluvias torrenciales caídas sobre la ciudad el 3 de ese mes. El articulista achaca las causas del siniestro a errores en las obras de adecuación de la vía pública por parte de la administración municipal. En realidad, la intencionalidad esencial no es tanto el simple relato informativo del suceso, sino el de encontrar en el mismo una excusa para hacer reflexiones políticas de mayor alcance. Es la oportunidad para la denuncia generalizada contra la negativa gestión municipal: "no toldos para el Corpus, no pagarán las decursas de los censos, ni tendrán fin los arbitrios municipales". Pero, finalmente, remitiendo a "inundaciones artificiales", se incluye la noticia de la convocatoria de una protesta al aire libre organizada por los vecinos del barrio de San Roque, víctimas de la consolidación de una lagunas detrás de la iglesia. En un intento de canalizar en sentido integrista las movilizaciones populares de la ciudad, debe resaltarse que el autor aprovecha la ocasión para expresar una de las recurrencias ideológicas más persistentes del integrismo. Se trata de la reacción defensiva ante la indignación causada por una actitud que se atribuye al liberalismo imperante: la imputación al clero de todos los males nacionales. El autor alerta del peligro de que los problemas municipales denunciados acaben recayendo también bajo la responsabilidad de la Iglesia. Por otra parte, resulta de interés la introducción en este artículo de una idea muy representativa de la cultura política dominante de la época, siendo el integrismo un fiel exponente: el localismo. "Todo es administración local, todo". En estos términos, el autor refleja la existencia en la España de comienzos de siglo de unos modos de comportamiento político que excluyen la percepción de los problemas y conflictos desde una óptica de integración nacional. Autores como Álvarez Junco han estudiado este proceso considerándolo consecuencia directa de una cultura educativa eclesiástica instauradora de colectividades "católico-locales" más que "nacionales" españolas.14

5. Esquema de una "cultura política de súbdito": su vigencia en la España actual.

"La Reconquista" fue expresión de una parte constitutiva de esa "España que podemos calificar de centralista, agraria, frailuna, caciquil, militarista, y cerrada a las novedades artísticas y científicas de la cultura contemporánea. Un modelo más atento a las fidelidades del pasado que a los apremios del presente y provocativamente elitista"15. El discurso ideológico, basado en un concepto de adoctrinamiento imperativo, que se deriva del análisis de los contenidos de las páginas de este periódico integrista queda articulado en torno a una serie de elementos perfectamente solidarios:

En cierto modo, muchos de estos aspectos, fácilmente reconocibles en la lectura de los artículos estudiados, son, en fin, reflejos particularizados de una peculiar cultura política que, lejos de ser exclusiva del movimiento integrista que simboliza "La Reconquista", fue compartida por la sociedad española de la Restauración, con independencia de las situaciones económico-sociales, políticas y culturales de los distintos segmentos que la componían. He de recalcar que el uso que aquí hago del concepto de cultura política se inspira en definiciones como la aportada por Robert E. Dowse y John A. Hughes: "la cultura política proporciona al individuo directrices para el comportamiento político, y para la sociedad en su conjunto constituye una estructura de valores y normas que contribuye a dar coherencia al funcionamiento de las instituciones y organizaciones"16. Estos rasgos de cultura política a los que me refiero han sido objeto de estudio en distintos trabajos historiográficos, los cuales coinciden en situar el peso del catolicismo español en el origen de la construcción de una tradición absolutista monárquica inalterable17 . Como expresión de una "cultura política de súbdito" -sigo en parte el esquema de Dowse y Hughes-, dichas cualidades serían, en suma, pasividad social ante la política, disposición a la subordinación y a la obediencia acrítica, percepción localista de lo político, violencia, intolerancia y exclusivismo, todo como obstáculo de una imposible cultura política participativa basada en ideales de cohesión social y respeto real de la diferencia. En lo que respecta al fenómeno que me ocupa, "las doctrinas carlistas sirvieron de cauce orgánico al pensamiento corporativista, por el que se inclinaba la doctrina pontificia de finales y comienzos de siglo, y que sirvió de fundamento, de una parte a los proyectos corporativistas que cobraron esperanzas con la dictadura del general Primo de Rivera o se mutaron en actitudes francamente prefascistas al fundarse la Unión Patriótica española, y de otra a los pequeños grupos totalitarios que imitan deliberadamente al fascismo italiano o a las doctrinas del nazismo alemán en los años posteriores a la guerra mundial"18.
 

Sin duda, "La Reconquista", desde su lugar histórico específico, puede constituir una útil fuente histórica para la profundización en este tema que, desde la óptica actual, todavía parece tener cierta vigencia en el inconsciente colectivo sobre el que se generan las actitudes y comportamientos políticos de la sociedad democrática española de fines del siglo XX. Santos Juliá se ha expresado en este sentido al referirse al estilo impuesto por las élites políticas de la transición democrática indicando que: "empujaron a las gentes hacia los márgenes de la política, buscando más el aplauso que la participación. Quisieron tranquilizar y acabaron por desmovilizar; no querían ver a gente en la calle y se encerraron en restaurantes. Una política al resguardo de las miradas de las gentes se acabó por convertir en una política de ámbitos cerrados, asfixiante"19 . Es evidente que el proceso político de este país sigue discurriendo, todavía hoy, por los mismos derroteros. El peso de la historia determina, en definitiva, la persistencia de ciertos hábitos propios de una cultura política española en la que la desinformación, el absentismo, el escándalo, la crispación, el amiguismo y la intriga promovidos por los partidos impiden la cristalización de proyectos coherentes capaces de dar respuestas viables a los problemas diarios en un marco de relativa estabilidad. Ello, en resumen, es el resultado de la enorme dificultad con la que se está construyendo una verdadera conciencia política ciudadana. Nuestra democracia, formalmente representativa, no parece transcender el verdadero ámbito de la participación. Nos enfrentamos al descrédito deslegitimador de los partidos y a la erosión creciente de la confianza popular en unas instituciones que siempre se han percibido ajenas e inaccesibles: el déficit democrático.

Notas

1.TUÑÓN DE LARA, M.: Metodología de la historia social de España, Madrid, Siglo XXI, 1977, p. 8.

2. Cabe destacar, en lo que respecta a nuestro país, una obra de conjunto tan interesante como TIMOTEO ÁLVAREZ, J., y otros: Historia de los medios de comunicación en España. Periodismo, imagen y publicidad (1900-1980), Barcelona, Ariel, 1989.

3. Un material valioso para la introducción a la práctica metodológica para el estudio de la prensa como fuente y objeto histórico en sí mismo lo constituye GAY, J. C., TITOS, M.. y VIÑES, C.: "Metodología para la historia de un periódico", en Actas del III Coloquio de Historia de Andalucía, Tomo III, Córdoba, marzo 1983, pp. 309-327.

4. VERÓN, E.: Construir el acontecimiento, Barcelona, Gedisa, 1995, p. II.

5. MORENO, P.: "Comunicación y Desinformación en el contenido periodístico", en A.A.V.V., Información y ciencia. Pliegos de comunicación 2, Sevilla, Departamento de Comunicación audiovisual y publicidad, periodismo y literatura, Universidad de Sevilla, 1995, p. 104.

6. Para un acercamiento a la perspectiva sociológica sobre la que incido será necesaria la consulta de BERGER, L. Y LUCKMANN, T.: La construcción social de la realidad, Buenos Aires, Amorrortu, 1995.

7. Los datos que aporto en lo relativo a la catalogación puede consultarse en BRAOJOS GARRIDO, A., y TORIBIO MARTÍN, M.: Guía de la Hemeroteca municipal, Sevilla, Exmo. Ayuntamiento de Sevilla-Delegación de Cultura, 1990, vol. I, p. 99.

8. Esta es la denominación literal que aparece bajo el título de "La Reconquista".

9. Como ejemplo de los estudios que comenzaron a realizarse hace ya algún tiempo sobre la prensa local en el periodo estudiado destacaré RUIZ MANJÓN-CABEZA O.: "Notas sobre el estudio de la prensa local del primer tercio del siglo XX: Objetivos de investigación", en Actas del III Coloquio de Historia de Andalucía, Tomo III, Córdoba, marzo de 1983, pp. 293-298. También, CAMERO J., "La prensa andaluza durante la Restauración: el caso de Cabra", en Actas del III Coloquio de Historia de Andalucía, Tomo III, Córdoba, marzo de 1983, pp. 299-307.

10. PIZARROSO QUINTERO, A.: De la Gazeta Nueva a Canal Plus. Breve historia de los medios de comunicación en España. Madrid, Editorial Complutense, 1.992, p. 93.

11. Recuérdense, en lo que respecta a la naciente España de la Restauración, los tímidos "avances" que, en este sentido, propició la constitución canovista de 1.876 en contraste con la filosofía política inspiradora de los anteriores textos constitucionales de 1869 y 1873; este último tan sólo como proyecto frustrado.

12. REDONDO, G.: La iglesia en el mundo contemporáneo, t II. Pamplona, Eunsa, 1.979, p. 69.

13. Ibíd, pp. 82-83.

14. ÁLVAREZ JUNCO, J.: "Los intelectuales: anticlericalismo y republicanismo", en GARCÍA DELGADO (Ed), Los orígenes culturales de la II República, Madrid, Siglo XXI, 1.993.

15. GARCÍA DE CORTÁZAR, F. y GONZÁLEZ VESGA, J. M.: Breve historia de España (I), Barcelona, Altaya, 1996, p. 49.

16. DOWSE, R. E. y HUGHES, J. A.: Sociología política, Madrid, Alianza Editorial, 1.993, p.284.

17. Destaca, entre otros, CAZORLA PÉREZ, J.: "La cultura política en España", en GINER (Dir), España. Política y Sociedad, Madrid, Espasa-Calpe, 1.980.

18. MARTÍNEZ CUADRADO, M.: Historia de España Alfaguara 6. La burguesía conservadora (1974-1931), Madrid, Alianza editorial, 1980, p. 474.

19. JULIÁ, S.: "Raíces y legado de la transición", en Memoria de la transición, Madrid, El País, 1.996, p.459.

Rafael Vidal Jiménez [Lcdo. en Geografía e Historia. I.E.S. Torre del Rey de Pilas (Sevilla)] Proyecto Clío