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Los dos grandes partidos de la Restauración fueron el Partido Liberal-Conservador y el Partido Liberal Fusionista, conocidos como "liberales" y "conservadores" respectivamente. Fueron los únicos partidos que ocuparon el gobierno en este período.
No se trataba de partidos modernos de masas, tal como los conocemos hoy, con sus sedes, agrupaciones, y afiliados. Se trataba de partidos de notables, es decir, la reunión de varios líderes políticos con sus respectivas clientelas, sus órganos de prensa, sus apoyos locales. Así, cada uno de estos políticos lideraba una facción. La misión del líder era mantener unidas a las diferentes facciones del partido, y repartir los beneficios del poder equilibradamente entre ellos. Si un partido perdía la unidad interna mientras estaba en el gobierno, el rey podía quitarle su confianza y llamar a la oposición para que formara nuevo gobierno y convocara las elecciones, mediante lo que se conocía como "decreto de disolución". Por ello, era necesario que el líder del partido fuera una figura con el carisma suficiente como para aglutinar en su torno a todas las facciones. Durante el último cuarto de siglo, Cánovas y Sagasta fueron los líderes indiscutibles, pero tras su muerte se sucedieron las divisiones internas a sus respectivos partidos.
El Partido Liberal-Conservador fue el primero de los dos que se constituyó. Su líder era Antonio Cánovas del Castillo, quién intentó aglutinar en su seno a los antiguos moderados partidarios de Isabel II (aunque anulándoles políticamente), y a los miembros de la Unión Liberal, incluidos aquellos que, como Romeo Robledo, apoyaron la revolución de 1868. También englobó en sus filas a personalidades destacadas, como el general Martínez Campos (aunque luego pasó a las filas liberales) y también a grupos cercanos al tradicionalismo, pero que aceptaban la legitimidad alfonsina, como la Unión Católica de Alejandro Pidal.
A la muerte de Cánovas, el partido tuvo dificultades para encontrar su relevo, y comenzaron divisiones internas entorno a figuras emblemáticas del partido: Silvela, Maura, Dato...
Práxedes Mateo Sagasta, principal figura del partido liberal-fusionista |
El partido Liberal-Fusionista surgió más tarde, ya que las facciones que lo iban a componer estaban desorganizadas tras el fracaso del Sexenio. El proceso, que no fue fácil, se consolidó en 1881, cuando accedieron al poder bajo la dirección de Sagasta, su líder durante el último cuarto de siglo. Su programa fundamental era desarrollar los derechos de la Constitución de 1869.
En el fusionismo se fueron dando cita los diferentes partidos monárquicos del Sexenio: constitucionalistas, radicales... En su política de atracción hacia la izquierda tambien absorbieron a finales del XIX a los posibilistas de Emilio Castelar.
Al igual que ocurrió con los conservadores, la muerte de Sagasta supuso la división interna de las diferentes facciones. A ello se sumó el hecho de que su programa político estaba agotado a la altura del cambio de siglo, por lo que fueron desarrollando nuevos rasgos en su identidad, como el anticlericalismo.
La característica fundamental del republicanismo, o mejor, de los republicanismos, fue precisamente su división. Los más conservadores eran los posibilistas de Castelar, que terminaron en el partido liberal. La facción más numerosa, y la que contaba con una mayor implantación popular, era el partido republicano federal, liderado por Francisco Pi i Margall.
Si bien denunciaron el caciquismo en múltiples ocasiones, no acaban de escapar a él. Tampoco eran partidos de masas, aunque su sustento popular era mayor, especialmente en las ciudades.
Uno de los movimientos políticos y sociales más característicos, y a la vez controvertidos, de la historia contemporánea española es el carlismo, sobre el cual los especialistas no terminan de mostrarse de acuerdo. Durante la Restauración, el carlismo, que había sido derrotado militarmente en 1876, tardó en reorganizarse, y no participó apenas en las elecciones anteriores a 1890. A partir de ese momento, sólo tuvo cierta fuerza en las provincias forales (Alava, Guipúzcoa, Navarra y Vizcaya), aunque en ocasiones se ha sobrevalorado su implantación en aquellas. El carlismo también sufrió divisiones, la más importante de las cuales dio lugar al partido integrista.
Cesar Layana Proyecto Clío |