LA EXPLORACION DE LAS FUENTES DE LA LUZ: REMEDIOS
VARO
Carmen
V. Vidaurre Arenas
Universidad de
Guadalajara (México)
REDER.
Red de Estudios y Difusión del Exilio Republicano
Uno de los rasgos
que caracteriza las producciones culturales del presente, es el de las relaciones
múltiples que se establecen entre obras que proceden de distintos campos de
la cultura. Este fenómeno no es algo nuevo, los estudiosos han observado antes,
por ejemplo, la forma en que la narrativa picaresca se nutrió de prácticas
discursivas características de los procesos jurídicos, así como la presencia
de la plástica manierista en la obra de Cervantes, la influencia de las coplas
en la obra de Quevedo, la de la filosofía, la música y el discurso religioso,
en la poesía y el teatro de Juana Inés de la Cruz, la presencia de la literatura
en los grabados de Francisco de Goya, el reciclaje de obras literarias en
la ópera romántica y en la danza, la influencia de la fotografía en los óleos
de los simbolistas, la forma en que música, arquitectura, danza, y plástica,
se hacían presentes en las producciones literarias modernistas, las relaciones
entre el lenguaje pictórico y los poemas en José Juan Tablada. Sin embargo, este tipo de relaciones múltiples
que se han dado en el arte, a lo largo de la historia, se torna sistemático
y como nunca recurrente en el siglo XX.
Sin duda, este campo de estudio ofrece un horizonte inagotable para los
investigadores del arte y la cultura contemporáneos, y tiene consecuencias
importantes, porque nos lleva a tomar conciencia que hay rutas comunicantes
que vinculan todas las producciones culturales en formas tan estrechas que
es difícil no concebir la cultura como un mosaico complejo, rico, diversificado,
en el que lo semejante y lo diferente se funden; esto nos lleva a cuestionar,
como nunca, las distinciones tajantes entre lo nacional y lo extranjero, lo
literario y lo no literario, lo académico y lo popular.
Quizás, en parte, por todo esto, hoy hemos elegido estudiar
la forma en que tales fenómenos se hacen manifiestos en la obra plástica de
una pintora exiliada, nacida en Anglés, un pequeño pueblo de la provincia
de Gerona, el 16 de diciembre de 1908: María de los Remedios Varo y Uranga,
conocida como Remedios Varo, quien produjo la mayor parte de su obra plástica
y literaria en México, donde murió el 8 de octubre de 1963, poco después de
haber declarado: "Soy más de México que de ninguna otra parte. Conozco
poco España: era yo muy joven cuando viví en ella".
Remedios Varo formó
parte de muchos territorios: el de una sociedad tradicional, la España de
Alfonso XIII, con su dictador, el general Primo de Rivera, con su colegio
de monjas y su academia de arte, en donde las mujeres se dedicaban a la costura
y al duro trabajo, participó de una cultura heredada por su madre originaria
del país vasco, y de otra heredada por su padre, quien era andaluz, agnóstico,
hablaba esperanto y le enseñó dibujo técnico. Remedios fue miembro de una
institución conservadora, que expulsó a Dalí por mal comportamiento, pero
también formo parte de una familia que viajaba mucho, debido a las investigaciones
sobre vías fluviales que hacia el padre, ingeniero especializado en obras
hidráulicas , a lugares como Casablanca y Tánger.
Remedios se integró
a la vanguardia catalana y al alocado París surrealista, habitó los desolados
y desgarradores territorios de la guerra civil española, donde murió su hermano
menor, y los de la ocupación nazi
en Europa, pero, sobre todo, perteneció, por voluntad, al territorio de su
refugio, donde logró crear un mundo mágico que está construido, lo mismo de
colores, líneas y texturas, que de palabras y sueños. Su producción artística,
un meticuloso y arduo trabajo lleno de crítica, humor y fantasía, está conformada
por más de 360 obras plásticas, entre las que se encuentran óleos, dibujos,
muebles, juguetes, máscaras, objetos, y un volumen de relatos, cartas a personajes
imaginarios, fragmentos y otros proyectos.
En algunas de sus obras
de los últimos años de su vida, como Tríptico, podemos localizar elementos autobiográficos
evidentes, pues no sólo figuran en ellas el ambiente de su educación, las
huellas de su participación en ciertos contextos socioculturales, sino también
evocaciones de hechos biográficos más concretos, como ocurre en “La huída”,
ya que, como el personaje de su óleo, Remedios Varo escapó, siendo muy joven,
con Gerardo Lizarraga, pintor y compañero de estudios en la Academia de San
Fernando de Madrid. En
su etapa de formación como pintora, se destacan los modelos del realismo,
aplicados al retrato, sobre todo. Posteriormente a su contacto con las vanguardias,
puso en práctica el collage y hacia 1935 realizó una serie de obras, en colaboración
con: Esteban Francés (su segundo marido), con Marcel Jean y Oscar Domínguez,
siguiendo la técnica del cadáver exquisito.
Es posible observar
cambios radicales entre las obras que Remedios Varo había realizado en Europa,
cuando era la compañera del poeta surrealista, Benjamín Péret, y las producciones que le otorgarían luego un destacado lugar en la
historia de la plástica del siglo XX, no sólo en nuestro país sino en el ámbito
internacional. En esas anteriores y contadas producciones, la influencia de
Max Ernst, Magritte, Dalí y Víctor Brauer, son notables, aunque debemos precisar
que se trata de influencias que provienen de las producciones contemporáneas
a las relaciones que estos artistas tuvieron con Bretón, es decir, previas
a las disidencias y posteriores distancias del automatismo que todos ellos
establecerían, incluyendo a la joven Remedios Varo. Alejamientos que estarían
acompañados por cambios patentes en las obras de todos estos artistas plásticos,
por lo que se refiere al estilo, las temáticas, las técnicas y la teoría del
arte.
En
Europa, Remedios Varo vivió entre España y Francia, hasta que las circunstancias
políticas le impidieron regresar a la primera o permanecer en la segunda.
En 1941, llegó a México, donde, tiempo después, tras diversas penalidades
y actividades creativas, se casaría con Walter Gruen, un vendedor de neumáticos
que amaba la música y que luego se dedicaría a vender discos de acetato, cuando
logró convencer a su patrón de cambiar el producto de su comercio, con el
argumento de que tanto los neumáticos como los discos estaban hechos de derivados
del petróleo, además de ser redondos. Este hombre le brindaría la seguridad
y la paz necesarias para que Remedios Varo se dedicara a pintar sus más importantes
y numerosas obras, las cuales le exigían, cada una, un promedio de ocho horas
diarias de trabajo, durante varios meses, por la detallada y minuciosa labor
miniaturista que involucraban.
Aunque son muchos los aspectos que
pueden ser estudiados en sus producciones, vamos a limitarnos aquí a considerar
algunas de las relaciones que éstas guardan con la literatura y, más específicamente
estudiaremos lo que Gérard Génette ha denominado la transtextualidad, es decir, las diversas relaciones que una obra sostiene
con otras obras.
En 1955, Remedios Varo pinta un óleo sobre masonite,
titulado Flautista. Esta obra tiene una dimensión de 75 por 93 centímetros,
en ella, emplea la técnica de la decalcomanía, que había aprendido con los surrealistas. El modo
en que la pintora utilizaba la técnica es diferente de la que le habían dado
los autores del automatismo:
[...] en vez de extraer de las
manchas las imágenes que el azar de la decalcomanía sugería, como había hecho
Domínguez, ella aplicaba la técnica en ciertas zonas predeterminadas del lienzo
con el fin de obtener una mayor profusión de detalles de superficie que realzasen
la imagen deseada.
Remedios Varo ha utilizado esta técnica,
que consistía en tallar los colores sobre el papel que había sido colocado
sobre una superficie rugosa cuya textura era previamente seleccionada para
el propósito al que estuviera dirigida (crear texturas de troncos rugosos,
de niebla, de rocas o una alfombra de pasto, por ejemplo), y ha combinado
esta técnica, que no había utilizado en ninguna de sus obras realizadas en
Europa, con los rigores del aprendizaje académico del dibujo técnico.
Como
en la gran mayoría de sus obras, emplea, en este caso, una paleta cuya tradición
habían manejado los maestros antiguos de finales de la Edad Media y del Gótico,
rica en ocres, dorados, marrones, que parecen estar cubiertos por un espeso
barniz y la patina del tiempo, lo cual contrasta con los efectos de claridad
que la niebla y los tonos elegidos para el personaje agregan a la obra. Además,
le ha dado una textura y una luminosidad especial al rostro de su personaje,
efecto logrado gracias a una incrustación de nácar, sumamente delgada, recurso que también había utilizado en Ermitaño.
El cuidado extremo puesto en el detalle, que busca crear efectos
de realismo y que se hace manifiesto, por ejemplo, en el minucioso trabajo
que puso al pintar, uno por uno y cada uno de los cabellos del personaje,
así como la atención puesta en los pliegues de la ropa, atención que parece
heredada del realismo flamenco, contrasta con la ilustración de una escena
fantástica y llena de magia.
El óleo representa a un personaje
cuyo tipo somático es característico en la obra de la pintora, se trata de
una figura delgada, ligeramente alargada, que constituye una interpretación
particular de las figuras holandesas (figuras un tanto andróginas), pero con
la diferencia de que las figuras de los maestros flamencos no tienen el alargamiento
que tienen las figuras de Remedios Varo y que corresponde a un estilo manierista
a la manera del Greco. Del tipo flamenco, Remedios Varo, ha tomado la ligera
insinuación de las curvas del cuerpo, la palidez de la piel, el brillo, entre
dorado y rojo de los cabellos, la minuciosa reproducción de los detalles del
gesto, un tanto enigmático. Del Greco, adopta
el alargamiento de la figura, la ruptura con las normas de proporción impuestas
por el renacimiento italiano, aunque elimina la línea tan tortuosa de la forma,
esa torsión ondulante y definitoria del arte del Greco, para crear una línea
más suave.
El vestuario del personaje corresponde al atuendo sencillo que sigue
códigos sumamente conservadores y discretos, que evoca las prácticas del Medioevo
propias de un estrato social proletario de campesinos y pastores. No hay coquetería
ni expresión de alegría o calidez en los colores del atuendo: tonos neutros,
mangas largas y cuello redondo, pantalón corto con una especie de sobrefalda
de pliegues o un paño atado a la cintura y botas o medias largas del mismo
color que el resto de las ropas.
El personaje tiene los cabellos cortos y rizados. La forma que adopta
su peinado es la misma que la del contorno de la cabeza, estos cabellos de
tonos solares y luminosos, resultan análogos a una aureola que rodeara el
rostro de la figura, el cual guarda un importante parecido con el rostro de
la pintora, por lo que sugiere un autorretrato.
El personaje femenino se encuentra en un espacio exterior, de pie y
parece emerger de un conjunto rocoso, mientras toca una flauta. Sobre un césped
otoñal, hacia el centro del óleo, se pueden observar un grupo de rocas, cortadas
en forma burda para ser utilizadas en una edificación que puede observarse
en el segundo plano, se trata de una construcción de forma poligonal, en cuya
fachada frontal hay una entrada y cuyo interior da lugar a una escalera. Esta
construcción semeja una torre, todavía incompleta, en la que pueden distinguirse
tres cuerpos escalonados.
En el exterior se representa un espacio
nebuloso que sirve de fondo a la escena.
La propia pintora nos ofrece
una lectura de la obra, en uno de sus escritos, dirigido a su hermano mayor,
el médico Rodrigo Varo, en correspondencia:
El flautista construye esta torre octagonal levantando las piedras
con el poder e impulso del sonido de su flauta, las piedras son fósiles. La
torre es octogonal para simbolizar (algo vagamente, debo decir) la teoría
de las octavas. (Teoría muy importante en ciertas enseñanzas esotéricas).
La mitad de la torre es como transparente y sólo dibujada porque está imaginada
por el que la va construyendo.
Rafael
Santos Torroela señala, en “El tiempo nunca perdido de Remedios Varo”,
que, de acuerdo con un testimonio, esos fósiles son como los de la Montaña
de Santa Brígida, cerca de Peracaula. El crítico de arte y escritor también
observa que algunos de los elementos arquitectónicos de la torre son característicos
de Anglés, como los arcos y la construcción escalonada. Llama la atención
que Remedios Varo señale que la torre es octogonal porque el cuerpo parece
sugerir más bien una edificación hexagonal, que evoca las construcciones de
un panal de miel, cuya estructura, la pintora había utilizado también, aunque
en forma distinta, en “Hacia la torre”,
primera de las partes de su Tríptico en el que también figura, en el óleo
central, una torre, ésta sí octogonal.
La obra nos revela una doble
intertextualidad, sólo parcialmente observada por los estudiosos de la producción
plástica de Remedios Varo. Janet A. Kaplan ha observado la presencia de un
conjunto de signos que remiten a un óleo de Giorgio de Chirico, pintor en
el que la arquitectura desempeña un papel fundamental y representante del
llamado arte metafísico. El óleo de Chirico se titula El vaticinador (o El vidente, 1915) y en él aparece un personaje
maniquí, característico de la obra del artista italiano, frente a una pizarra
en la que se pueden observar trazos de geometría arquitectónica, en el último
plano del óleo y en la parte central del mismo, puede verse una edificación
que sugiere una torre de forma hexagonal y de fachada con elementos eclécticos,
algunos provenientes del neoclásico. Kaplan observa en Flautista, la estructura
del edificio está dibujada con líneas claras sobre fondo oscuro, lo que recuerda
los proyectos sobre ferroprusiato de los ingenieros y arquitectos (reproducciones
en negativo de los planos).
Ciertamente, hay diversos puntos de
contacto entre las obras de Chirico y las de Remedios Varo, ella había pintado,
en 1958, un óleo titulado Despedida en el que tomaba como material intertextual
otro óleo de Chirico, Viaje inquietante, de 1913. La obra de estos dos artistas
plásticos comparte también el empleo de recursos propios de la escenografía
teatral, fachadas sin la parte fundamental del edificio, efectos de casas
de muñecas, encuadres en los que pretende
crear la ilusión de realidad, al mismo tiempo que se hace ver esa realidad
como ilusión de fachadas artificiales, ambos utilizan perspectivas múltiples,
como los flamencos del renacimiento, y los planos del suelo inclinados, además
que se hace evidente un interés por el dibujo isométrico y los planos esquemáticos,
los títeres y las máscaras, en los
dos pintores.
Sin embargo, lo más importante de este proceso de
intertextualidad que Kaplan observa, es el sentido y el conjunto de significados
que involucra en la nueva versión que ofrece Remedios Varo de la obra anterior
italiana. Para Chirico, el vidente era una de las múltiples representaciones
del artista que él identificaba, en gran medida, con el arquitecto, Remedios
Varo nos presenta un arquitecto que no sólo diseña sino que es también constructor
y músico, concibe al artista
como dueño de dominios diversos, su creador interrelaciona las artes y no
se reduce a ser un maniquí viviente sino una especie de mago, un tanto andrógino
y cuyo rostro se parece al de ella.
Su flautista, como el Flautista
de Hamelin posee el poder de hechizar con su música y de lograr que el efecto
de su hechizo haga actuar a los seres.
Esto último nos descubre
una interextualidad literaria que no ha sido observada en el óleo.
La
leyenda del Flautista de Hamelin tiene
sus raíces en la historia de la Cruzada de los Niños. En 1212, tuvo lugar
la llamada Cruzada de los Niños, en la que murieron cerca de 40,000 niños
alemanes. Muchos fueron vendidos en esclavitud, otros perecieron en el mar. El hecho histórico daría lugar a una leyenda.
Según la leyenda, el pueblo de Hamelin se plagó con ratas en 1284.
Misteriosamente, un extraño ofreció librar el pueblo del bicho destructivo,
por una cierta cantidad de dinero. Los superiores del pueblo aceptaron el
contrato y el extraño empezó a tocar su flauta, logrando atraer a todas las
ratas que finalmente murieron en el río Weser, donde se ahogaron. Libres de
la plaga, los pobladores se negaron a pagar al flautista y éste cobró con
un hechizo que afecto a los niños, los alejó de la población hasta hacerlos
desvanecerse tras una entrada, abierta en las rocas, que luego desaparecería, en las Colinas de Koppenberg.
La historia fue popularizada en Inglaterra por el poema del escritor
británico del siglo XIX Robert Browning, amigo del poeta y crítico Carlyle
y del pintor y poeta Gabriel Rossetti. En 1909, Josephine Preston Peabody
usó la historia del poema de Browning para otra obra en verso. Hay doce variaciones
de esta leyenda por lo menos, una de ellas es obra de los hermanos Jacob y
Wilhelm Grimm, la historia ha sido
asunto de una considerable cantidad de obras de arte.
El óleo de Remedios Varo evoca dicha leyenda pero la deconstruye,
hace que la acción del flautista, lejos de destruir (ratones o niños), sea
una labor constructiva, creadora.
Podemos observar, así, que en
esta obra se conjuntan materiales que provienen de diversas artes para producir
un texto en el que la arquitectura, el dibujo, la música y la literatura se
conjuntan con una plástica artesanal, por su laboriosa forma de producción.
En
otra de sus obras, Fenómeno (1962) un óleo sobre masonite, de 55 por 40 centímetros,
se nos revela un proceso de intertextualidad que nos remite a La maravillosa
historia de Peter Schlemihl, novela escrita por Adelbert Von Chamisso, autor
del siglo XVIII, nacido en Francia y emigrado a Alemania, y quien puede ser
considerado como uno de los más destacados representantes de la literatura
romántica alemana, personaje que, por cierto, figura en uno de los relatos
de El plano oblicuo, de Alfonso Reyes, como protagonista de una ficción, en
la que Chamisso establece un dialogo con un aparador holandés, sobre pormenores
de “los parentescos vegetales”.
El tema de la conversación del cuento surge de un hecho histórico, ya que
el poeta y narrador, que fuera también
oficial prusiano, era, en la vida real, un apasionado estudioso de la botánica
y las ciencias naturales, además de haber ejercido diversas influencias en
las ficciones de Alfonso Reyes.
La maravillosa historia de Peter Schlemihl es una narración llena de fantasía y humor, que refiere la forma en que un
joven caballero vende su sombra, a cambio de una bolsa de la suerte, a un
misterioso e increíble personaje que viste levita gris y es capaz de extraer
de su bolsillo cualquier cosa (incluyendo tres caballos con todos sus arreos). El hecho de haberle
entregado a otro, su propia sombra, le causará al joven grandes penalidades,
porque todo el mundo, cuando lo mira, sólo nota que carece de ella, hecho
que lo estigmatiza, lo señala como diferente, digno de compasión, pero también
de rechazo. Pese a poseer todo el dinero y la riqueza material que un hombre
puede desear, el personaje se verá imposibilitado a integrarse, a vincularse
con otros e incluso a mostrarse a otros seres, por lo que queda aislado y
se ve reducido a una sombra de sí mismo, al tratar de permanecer en la oscuridad
para que nadie note su ausencia de sombra. Toma conciencia de que su sombra,
algo que él suponía totalmente superfluo, es tan importante para los demás
que llegará a solicitarle a un pintor que le pinte una sombra artificial,
pues la ausencia de sombra lo ha transformado en un marginado, al punto de
incapacitarlo para contraer matrimonio con la mujer que ama y lo ha convertido
en blanco de sospechas de todos los actos ruines y despreciables.
Hay,
en la novela, un pasaje, particularmente importante, en el que el personaje
intenta hacer que coincidan su figura y la de una sombra, muy semejante a
la que era suya, pero que es autónoma de todo cuerpo por lo que sus movimientos
no coinciden con los del personaje, la sombra huye del muchacho, lucha con
él, intercambia de lugar con él. El misterioso hombre de “levita gris” que
compró su sombra lo estará constantemente espiando, para Intentar que el muchacho
venda su alma a cambio de su sombra y formará parte de esta escena, como de
muchas otras del libro. El final de la historia no es menos maravilloso e
inesperado y llevará al personaje a escribirle a su amigo Chamisso (el autor
del libro), y a referirle su historia para que los hombres adquieran una enseñanza
útil y si quieren vivir entre los hombres aprendan a estimar en primer lugar
su sombra y después el oro, pero si sólo quieren vivir para sí y para su íntimo
perfeccionamiento, sepan que no necesitan ningún consejo.
Puede
observarse que Remedios Varo ha pintado una escena que corresponde, en diversos
puntos, a la historia escrita por Chamisso: una sombra de aspecto humano se
encuentra de pie, detrás de esa figura, en el lugar en que debería aparecer
la sombra aparece una figura humana sin volumen que se deforma como si fuese
una proyección de luz sobre los escalones y el piso del lugar, una especie
de terraza que evoca un escenario teatral y un patio de adoquines, una bruma
blanca ocupa la parte superior derecha del espacio, hasta donde se interpone
una barda por la que se asoman algunas ramas de árboles sin hojas, que sugieren
una estación invernal, elementos del paisaje que figuran recurrentemente en
las obras de Remedios Varo. En el muro más extenso del escenario hay una pequeña
ventana por la que se asoma otro rostro humano masculino, detrás de una pequeña
cortina. Algunos de los adoquines del patio flotan ingrávidos, no todos proyectan
sombra, pero sí la mayoría.
Varo ha creado una nueva versión de
la escena que ocurre en la novela en el campo, entre árboles del bosque, ha
reducido al personaje a una mera proyección de quien es el verdadero protagonista:
la sombra, lo cual no es poco importante pues el protagonista es, en el cuadro,
un ser oscuro que carece de identidad, no tiene rostro, y pese a ser sólo
una sombra es capaz de sostener un cuerpo “material”, un bastón delgado, y
someter al que debiera ser su “dueño” a una subordinación que le fuera propia
a la sombra. Esta imagen ilustra una problemática del doble que figura reiteradamente
en la tradición discursiva psicoanalítica, de muy variadas formas, como expresión
de una problemática de la identidad en la que el sujeto se percibe como disociado,
metáfora visual de una doble identidad en la que la personalidad dominante
no es la que corresponde al sujeto cuyo rostro se muestra al espectador sino
a la proyección oscura que se manifiesta como autónoma del “yo” y lo domina.
En esta versión pictórica de una historia literaria, se establece un juego
particular de identificación/ diferenciación con el doble: el doble es diferente,
pero también semejante, es complementario, pero también es opuesto. Dicha
representación del doble coincide, en varios puntos, con la reiteradamente
estudiada estructura del doble que remite a una problemática de la identidad que puede localizarse en diversas obras
literarias hispanoamericanas, manifestándose en formas diversas.
El
doble, como tema, personaje, estructura y mito, que se manifiesta en la literatura
hispanoamericana y la problemática de identidad que este elemento expresa,
adquieren diversas modalidades en cada una de las obras particulares, sin
embargo, puede observarse que en los autores más involucrados con una definición
del ser nacional se vincula a un conflicto de culturas indígenas y europeas,
y en los autores más inclinados hacia una definición del ser individual, frente
al mundo, se vincula a un conflicto interno entre un “yo” agredido o subordinado
y una especie de “alter ego” agresor y subordinante. En este segundo caso
es posible detectar en los autores que involucran dicha modalidad del doble,
una marcada tendencia hacia el cosmopolitismo.
La presencia de un elemento estructural común a
tantos autores hispanoamericanos nos revela que, Remedios Varo, pese a haber
nacido en España, comparte un mismo contexto no sólo espacial o geográfico
con los latinoamericanos, sino un mismo contexto cultural y social, con el
que se identifica y que determina algunos de los elementos que están presentes
en sus producciones.
No sólo la problemática del doble como manifestación
de una problemática de la identidad se hace manifiesta en su obra, la mirada
que observa a ese ser doble (hombre y sombra), una mirada agresora, en la
medida en que invade la intimidad y acecha, para despojar al personaje de
lo que es suyo, su alma, de acuerdo con el material intertextual al que refiere
la escena, aparece también, y, de otras maneras, podemos también localizarla
en muchas de las obras hispanoamericanas, manifestando que ese ser doble,
problemático, es potencial victima de otro que se manifiesta como su agresor:
Agresor que en el óleo es una figura que se oculta en las sombras y cuyos
rasgos fisonómicos no difieren en mucho de los del propio personaje, salvo
por ciertos detalles que los hacen diferentes (la delgada barba, el sombrero,
el tamaño de los ojos).
El óleo nos descubre también que la problemática
de la identidad es representada, con una carga importante de individualismo,
para precisar esta afirmación observemos que en la escena podemos localizar
un conjunto de cuerpos ingrávidos que flotan, los adoquines de la parte inferior
izquierda, y que están colocados en una línea horizontal, ligeramente inclinada
con respecto al personaje doble, se trata de un conjunto de cuerpos homogéneos,
salvo uno que parece no está completo y que no tiene sombra. Este conjunto
de adoquines proyecta, cada uno, una sombra que no se manifiesta como transgresora,
sino que responde a una lógica convencional, pese a comportarse, ellos mismos,
en forma no “lógica”, se trata de objetos que forman un ser colectivo y paralelo
al personaje doble y que no están conflictuados con su sombra, mientras lo
diferente a ellos, lo “humano”, posee una sombra transgresora, en la medida en que ésta no corresponde a una lógica
convencional.
Podemos observar que la sombra se levanta frente a la figura
que está en el suelo, al mismo tiempo, algunos de estos adoquine parecen negarse
a formar parte del piso, se levantan autónomos y se colocan por encima del
nivel que ocupa la figura proyectada, lo que los iguala, en cierta forma,
a la sombra que está de pie. Los adoquines no tienen signos de una identidad
que los individualice, se han trasladado
del lugar que corresponde al estrato más bajo y de subordinación, en tanto que en él se encuentra el personaje
humano reducido a una proyección.
La piedra ha sido, desde la antigüedad,
clásica una materia que ha servido para expresar metafóricamente la muerte,
lo no humano, lo no viviente, observemos que para connotar de vida a las piedras
que aparecen en el óleo de El Flautista, Remedios Varo ha trazado signos de
restos fósiles sobre ellas, mientras que estas otras están lisas y son uniformes,
pero estas piedras, marcadamente no vivientes, están animadas, se mueven ingrávidas
y sin la ayuda de ninguna música mágica sino sólo como reflejando el movimiento
de la sombra que parece a punto de desprenderse del cuerpo proyectado, para
asimilarse a lo humano, para cobrar capacidades que sólo corresponderían a
un ser viviente.
Al describir de esta manera, los signos visuales
del óleo, se hace posible captar ciertas huellas ideológicas: se puede observar
la diferenciación/ identificación entre la sombra y los adoquines, distintos
a la sombra pero como ella, capaces de desprenderse del suelo. También puede
observarse que esta diferenciación/ identificación involucra hacer semejantes
y a la vez diferentes, un personaje único y un conjunto de actantes, lo que
equivale a oponer e identificar, al mismo tiempo, lo individual y lo colectivo.
Sin embargo, sólo lo individual está humanizado. Mientras que lo colectivo
es representado por objetos, está marcadamente reificado. De esto deriva que
hablemos de huellas de un claro individualismo.
La
metáfora visual expresa una serie de enunciados interesantes: un conflicto
entre dos partes de un mismo ser que se ha vuelto un ser doble y ha invertido
los papeles de cada una de sus partes (el personaje y su sombra) lo que trae
como consecuencia que la parte tradicionalmente subordinada se haya vuelto
subordinante, además de ilustrar un acto de acecho (el espionaje del personaje
detrás de la cortina), a esto se suma la ilustración de la acción de separarse
del suelo del que se forma parte o en el que se está, pues al suelo pertenecen
los adoquines y la sombra, es decir, Remedios Varo ha ilustrado un exilio,
puesto que el exilio es eso, ese acto de separarse del suelo al que se pertenece,
del que se es parte o en el que se está.
Estos dos exilios, el de los adoquines y el de la sombra,
tienen rasgos particulares y distintos: la sombra, deja en su lugar, su identidad, al hombre que le daba origen
y que debe conformarse con el rol de ser una sombra de su sombra, los adoquines
dejan huecos o pequeñas fosas, sombras en el suelo del que se desprenden en
grupo.
Una de las características de la plástica de Remedios Varo
es la presencia recurrente de elementos autobiográficos que figuran, con frecuencia,
de manera metafórica y sumamente modificados, por ejemplo, realizó un viaje
a Venezuela y participó en exploraciones con un grupo de científicos y entomólogos,
experiencia que se puede localizar, transformada en metáforas llenas de magia,
en obras como Explorando las fuentes del Orinoco y en Descubrimiento de un
geólogo mutante. Trabajó por varios años como publicista para los laboratorios
Bayer y en varias de sus obras figuran recipientes de laboratorio que relaciona
con la alquimia y con diversos elementos mágicos y fantásticos (La ciencia
inútil o el alquimista, llamada originalmente
El laberinto mecánico es un ejemplo de ello, pero también lo es La llamada).
Podemos observar que estos elementos que proceden de la experiencia
individual son meras huellas textuales de una vida, no son lo fundamental
en los cuadros y su significación depende del texto mismo y de las relaciones
que establecen con el resto de los signos de la obra plástica, no determinan
la significación de las obras.
Resulta aventurado determinar los motivos que un autor tiene
para elegir determinados materiales intertextuales y hasta qué punto la presencia
de un elemento que está vinculado a una experiencia vital figura en una obra
por la importancia que para el autor tiene, aunque luego adquiera otros sentidos,
sin embargo, no deja de ser significativo, en este caso, que Remedios Varo
haya elegido una obra alemana, ya que estaba casada con un hombre cuya cultura
de origen era esa, también es significativo que haya elegido a un personaje
que era un exilado, un marginal, que logró, pese a todos sus infortunios y
errores, la paz y la sabiduría, un personaje que convivía con la magia y lo
maravilloso y que viajó por todos los lugares del mundo para encontrar su
lugar en el mundo, un personaje que abandonó lo que tenía a cambio de lo que
deseaba, para después perderlo todo, en parte por voluntad propia, en parte
por las circunstancias, y luego, en forma casual, pudo encontrar algo más
valioso que todo lo que tenía, que todo lo que había perdido.
Podemos
afirmar que, al tomar una serie de materiales preconstruidos, los elementos
que proceden del texto literario, la pintora los organiza y presenta en tal
forma que la escena no expresa ya, únicamente la carga de sentidos que originalmente
tenían, sino que estos obedecen a un nuevo sistema de significaciones cuya
lectura ideológica y social se logra al interrelacionar dicho sistema de signos
con las claves de interpretación que ofrece el conocimiento del contexto específico
al que el productor del texto pertenece, lo cual no quiere decir que el significado
de la obra pueda ser reducido a dicho contexto, pero sí que ese contexto se
hace presente, de diversas formas y en este caso, sólo aparece en el nivel
de las estructuras de los signos, pues resulta difícil no notar que las estructuras
que dan origen a una escena plástica de múltiples y variados significados,
se puede vincular también con una serie de hechos que afectaron la vida de
la autora. Remedios Varo había salido de un país dividido en dos, en guerra
civil, acechado por el nazismo y el fascismo, había salido al mismo tiempo
que un grupo de exilados, había visto morir a sus compatriotas, a aquellos
que eran parte de su mismo suelo, un suelo en el que los muertos y el éxodo
había dejado huellas materiales de las ausencias. Como todo exilado, al partir
de su patria, Remedios Varo había dejado parte de su identidad, en ese escenario
sin más actor que una proyección plana de lo que debería ser un hombre.
La
lectura intrínseca, interna, de los signos textuales, nos permite precisar
rasgos, formas de organización, funciones, fenómenos y procesos que determinan
la significación de los signos, pero la lectura e interpretación ideológica
de tales signos no se hace posible si a este análisis no sumamos, el estudio
del contexto que debió determinar u orientar los códigos, la norma impuesta
por una determinada experiencia, colectiva e individual, de simbolización
y significación de tales elementos.
La importancia que le reconocemos
aquí a la experiencia del exilio como experiencia que determina la estructura
de la metáfora visual, no ha sido extrapolada por nosotros, los signos de
la imagen expresan una serie de fenómenos que corresponden, al ser analizados,
a dicha experiencia: la sombra, cuyo lugar natural es el suelo o el muro sobre
el que se proyectaría, su ambiente natural o lógico, se ha desprendido de
ese suelo, se ha levantado y se encuentra en gesto de partir, de avanzar,
de caminar hacia delante, dejando atrás, a quien debiera estar en su lugar.
La sombra, como metáfora de nuestro lado oscuro, ha dominado al personaje
que se ve obligado a quedarse como una mera proyección.
En su obra,
Remedios Varo ha retomado ciertos elementos del texto literario, pero ha incluido,
transformado y eliminado otros, la selección del pasaje del texto literario
que ilustra el óleo es también significativa, pues no ha seleccionado ni el
momento del encuentro con el agresor ni el del triunfo sobre las penalidades,
sino el pasaje del conflicto del personaje con su sombra, el del conflicto
con el doble de sí mismo.
En la ilustración de un pasaje de un texto
literario, se destacan la caracterización de un ser doble, representado a
través de juegos que remiten a la óptica y que la trasgreden, como también
trasgreden las convenciones de representación y la ley de gravedad, para producir
una escena tan fantástica como el texto literario que le da origen.
Nos
parece importante que la autora haya elegido un libro que tuvo una enorme
importancia en la narrativa de Alfonso Reyes, particularmente, porque en otra
de las obras de la pintora, Presencia inesperada (1959),
se hará visible un fenómeno de coincidencias que involucra, esta vez, uno
de los relatos del propio Alfonso Reyes, “Floreal”, escrito en Madrid, en
1915, y que pasó a formar parte de la recopilación póstuma de narraciones
de Reyes, “Vida y ficción”, realizada por Ernesto Mejía Sánchez. En este
breve cuento, narrado en tercera persona por un personaje masculino, se refiere,
a manera de confesión intimista, la historia de una recién casada que le envía
al narrador cartas breves, en las que le habla de los crepúsculos de colores
insospechados y del rápido envejecimiento de sus muebles, le manda también
fotografías del lugar en que ella vivía con su marido, una ciudad del Norte
(Torreón). Aunque la narración de Reyes involucra diversas elipsis que le
dan a la historia una ambigüedad peculiar, se puede deducir que el narrador
sentía un especial afecto por la muchacha, la referencia a la joven aparece
inmediatamente después de una copla que señala: “mis sufrimientos son por
un amor”. El narrador encuentra que la joven está, en las imágenes fotográficas,
muy delgada, en comparación con la imagen que él debía tener de ella, y refiere
una anécdota particular: el marido de la joven hizo una mesa rustica que fue
colocada en la cocina (el recuerdo de ese hecho le produce a él amargura,
una amargura tan cierta como es cierto que los hombres mueren), de esa mesa,
tiempo después, saldrían brotes, el florecimiento prodigioso de la mesa le
otorga a los ojos de ella un misterio singular y ella misma parece haber florecido.
En Presencia inesperada, Remedios Varo ha pintado una escena que
parece corresponder a la historia del relato de Reyes: en el interior de una
habitación de pisos y muros azules, aparece una joven muy delgada, sentada
en un sillón, ante una mesa sencilla de madera, de la que brotan diversas
ramas, separando y levantando la superficie del mueble, del respaldo del sillón
emerge la cabeza de un hombre que lame el cuello de la joven, al mismo tiempo
que los diseños del tapiz del respaldo salen disparados de la tela.
La
inquietante imagen de un crecimiento vegetal incontrolado es simultánea a
la extraña aparición del rostro de un hombre, que como los brotes con respecto
a la superficie de la mesa, separa y levanta la tapicería del respaldo del
sillón, para lamer con lascivia el cuello de la pálida y rubia joven, al mismo
tiempo que las flores de lis, que constituían la decoración heráldica de la
tela del mueble, actúan como flores vivientes, o como semillas arrojadizas
que salen despedidas hacia el espacio para penetrar en el mosaico y en los
muros y continuar su germinación. Las dos salidas visibles en la habitación
son también significativas, porque hacen visual la situación de encontrarse
ante dos rutas o caminos diferentes, sólo una de ellas nos muestra su interioridad
profunda, en forma parcial.
Son importantes los signos plásticos
que nos remiten al texto literario y, sin embargo, Remedios Varo nos ofrece
una versión en la que la vida potencial de los materiales y objetos inertes
se destaca y en la que los sentimientos latentes surgen inesperadamente de
las cosas, la insinuación de un erotismo que surge del tacto, del toque delicado
de los bordes que se levantan, la ondulante y trepadora línea de los brotes
de la planta, la caricia con la lengua, contribuyen a expresar una energía
abrumadora, fecunda, entre juguetona y siniestra, que surge de lo aparentemente
sin vida y que invade la imagen.
Además de las relaciones que este
óleo guarda con el relato de Alfonso Reyes, Isabel Castells ha encontrado
algunos puntos de contacto con uno de los “sueños” que Remedios Varo escribiera
en sus cuadernos. El escrito es un tanto angustioso, en él, no figuran algunos
de los rasgos que fueran característicos de la mayoría de sus textos, narraciones
en las que los sucesos extraños son generalmente presentados como algo normal
y cotidiano, y en las que las enumeraciones caóticas, los conjuntos heteroclíticos,
el tópico del mundo al revés, contribuyen al humor y la crítica, que también
caracteriza algunos de sus óleos, en los que frecuentemente se burla del capitalismo,
como en Banqueros en acción), al pintar a los banqueros como aves de rapiña
que vuelan acechando a un pobre mujer, o cuando se burla del psicoanálisis
como en Mujer saliendo del psicoanalista, o ironiza sobre la moda y el interés
por el cuidado personal, como en Au bonheur des dames y en Visita al cirujano
plástico.
La literatura prehispánica de Mesoamérica era una literatura
que involucraba diversas manifestaciones artísticas, la ópera ballet de El
guerrero de Rabinal lo atestigua, como también lo testimonia el hecho de que
la poesía estuviera acompañada por música y canto, además, era una literatura
que se registraba mediante signos plásticos. Pudiéramos pensar que en una
autora tan cosmopolita como Remedios Varo resulta difícil localizar elementos
que revelen una intertextualidad que proceda de la tradición prehispánica,
sin embargo, Isabel Castells, en su introducción a los textos narrativos y
las cartas de Remedios Varo, reproduce un dibujo
de los apuntes de la pintora, contenido en un apartado titulado “Proyecto
para una obra teatral”, el cual es comparado con una imagen extraída del Códice
Tro-Cortesiano, para destacar los signos de una intertextualidad que se hace
visible en este caso y que será camuflageada y totalmente deconstruída, en
un óleo titulado El camino árido (1962).
La
intertextualidad literaria no sólo se asume de una manera soterrada obligando
al lector a descubrirla y a poner en acción su competencia literaria, en ocasiones,
la autora la descubre en forma explícita, como ocurre con la serie de imágenes
sobre los personajes de El gran teatro del mundo de Calderón de la Barca.
La literatura
constituía para ella una fuente constante de creación plástica pero también
de otro tipo, pues sabemos que, junto con la también escritora y pintora Leonora
Carrington, diseñó trajes y sombreros para La loca de Chaillot de Jean Giraudoux
y que retomó ciertos elementos del vestuario, diseñado por Esteban Francés
para La Bella y la Bestia en uno de sus óleos, Aurora (1962).
En
Música solar (1955), el sonido, puesto en relación con la luz, actúa como
generador de vida. Esta misma relación puede encontrarse en el poema “Aventures
d’un orteil”, de Benjamín Péret y reaparece en uno
de los escritos de la propia Remedios Varo, la carta número 8, dirigida a
un científico.
Isabel Castells señala la influencia de la novel
Mont Analogue de René Daumal, en el origen del cuadro de Remedios Varo, titulado
Ascensión al monte análogo. También localiza ciertos elementos provenientes
de Alfred Kubin, escritor muy apreciado por las vanguardias francesas, estos
elementos proceden de la novela La otra parte cuya intertextualidad
figura en el óleo Hallazgo de Remedios Varo.
En otra obra de la
pintora, Locomoción capilar, aparece la imagen de figuras masculinas viajando
sobre su propia barba, esta imagen remite, nuevamente, a unos versos de Péret,
incluidos en Le grand jeu
Sabemos
que Remedios Varo escribió, en 1942, una novela, hasta hoy inédita, titulada
Lady Milagra. En colaboración con el escritor peruano César Moro escribió
Costumbres tropicales, libro también inédito.
En cambio, las obras
más difundidas de su producción escrita son “De Homo Rodans” y Consejos y
recetas, así como las explicaciones, en forma de breves relatos, que acompañan
algunos de sus cuadros y que han visto varias publicaciones.
Natacha
Seseña ha señalado respecto a estos textos:
Dichos escritos tienen
un valor inestimable [...] No sabemos, como acertadamente se pregunta Ida
Rodríguez Prampolini, qué fue primero, si la imagen o la palabra [...] Más
importante es, a mi entender, comprobar hasta que punto la obra de Remedios
se nos muestra como una creación literaria visualizada [...]
“De
Homo Rodans” (1959) es un relato que refiere la historia narrada y firmada
por Halikcio von Fuhrangschmidt, parodia de un antropólogo, como el texto
lo es de un ensayo científico o de un antiguo tratado. En este texto, lleno
de humor e imaginación, Remedios Varo refiere una serie de anécdotas que se
interrelacionan y que le sirven para burlarse de los estudios del origen y
significado de las palabras, del quehacer científico y la retórica de los
tratados, ataca, sobre todo, a las teorías evolucionistas, al igualarlas a
creaciones narrativas fantásticas, que pueden ser demostradas con un poco
de ingenio y creatividad mágica, introduce temas que abordan el erotismo,
con gracia y humor, en un documento que debería tener un tono solemne, se
burla de las citas y las máximas, del uso de latinismos, al crear un latín
inventado que como ella señalaba “ni yo misma entiendo”, para también, luego,
inventar lugares y palabras y hacer gala de digresiones que, lejos de aburrir
al lector, refieren hechos prodigiosos que hacen sonreír. Esta parodia lleva
a extremos más hilarantes algunas de las técnicas que Borges utiliza en sus
relatos, cuando falsifica el dato, crea autoridades, cita a otros autores
y nos ofrece su interpretación, muy personal, de los mismos. Refiere una serie
de sucesos acerca de unas sorprendentes excavaciones, del modo que sigue:
Para
ilustrar este anhelo trascendental, quiero recordaros aquel singular hallazgo
hecho en las excavaciones de Lilibia en Mesopotamia, cuando, después de sacar
a la superficie desde una profundidad de 25 metros el famoso cofre tallado
en roca hipogénica que contenía las tabletas de arcilla con el diario cuneiforme
de la reina Tol, se continuó excavando y apareció un paraguas, dos metros
más debajo de lo que estaba el cofre.
Este objeto, actualmente en
el Museo Británico, dio lugar a grandes controversias, y se han escrito un
total de 32 ensayos que tratan de aclarar su origen y naturaleza. Todos ellos
están equivocados. Los unos pretenden que no se trata de un paraguas, sino
de un ala, bastante completa y muy bien conservada, de un joven pterodáctilo;
los otros afirman que es un paraguas ordinario, arrastrado hasta allí por
un deslizamiento subterráneo de tierras arcilloides.
El hecho de
que el objeto se hallase rodeado de carbón 1/3 353 y de no menos de 50 huesos lumbares, todo ellos
pertenecientes al mismo individuo, ni siquiera se menciona, y creo que es
el momento de mencionarlo.
El
relato continúa señalando que la presencia de ese tipo de carbono coincide
con los inicios del uso del bastón del que, al empezar a caminar sobre dos
extremidades, los hombres se valieron, para luego dejarlo de usar, lo que
trajo como consecuencia que los bastones se sintieran frustrados y buscaran
otras formas de locomoción: “Las poderosas alas del pterodáctilo fueron la
meta para muchos bastones, y así lo fue para el bastón aparaguado que se halló
en Mesopotamia”. Para reforzar el dato sobre los bastones mutantes, se hace
referencia a un documento, el libro quinto del Multimirto Cadencioso, un conjunto
de poemas y cantares del año 2 300 antes de Cristo, obra de un anónimo persa,
documento que se conserva en la colección de palimpsestos del palacio del
príncipe Odelfo di Malspartini en Mantúa. El texto sigue para señalar que
esas 50 vértebras lumbares pertenecen a una especie, el Homo Rodans, anterior
al Homo Sapiens.
Aunque la historia sigue refiriendo otras muchas
y disparatadas cosas, lo que nos interesa destacar, en este caso, es la forma
en que el texto literario dio origen a una diversidad de obras plásticas.
Remedios Varo no se conformó con crear en un texto de palabras al Homo Rodans,
realizó diversos dibujos y óleos, así como una escultura hecha de huesos de
aves que tiene por nombre Homo Rodans, la cual acompañaría al texto literario
que había escrito.
Un fenómeno semejante afectaba su proyecto de
obra teatral, pues en relación con el escrito, Remedios Varo incluía diseños
de vestuario y dibujos de personajes.
Su otro escrito, Consejo y
recetas, fue publicado en México, en 1985. Se trata de una
recopilación de textos manuscritos que estaban acompañados por dibujos, bocetos
y poemas. Entre los primeros destaca una serie de fórmulas mágicas y ecuaciones,
a modo de jeroglíficos, escritos en clave. En los segundos, Remedios Varo
propone recetas para ahuyentar los sueños inoportunos, el insomnio, los desiertos
de arenas movedizas bajo la cama, para provocar sueños eróticos, encontramos
aquí frase como: “La mariposa es el cartero mensajero de las cosas sólidas.
Se duerme de pronto sobre una camisa”. Se trata de un conjunto de historias
breves, con argumentos fantásticos, llenos de humor e imaginación, escritos
en un lenguaje coloquial, en los que con frecuencia encuentran tópicos o elementos
que figuran también en sus óleos.
De hecho, toda la producción
escrita y la plástica de Remedios Varo establece relaciones múltiples, en
ocasiones, de ilustración, complementación, variaciones, ya sea que el texto
escrito anteceda al texto plástico o a la inversa. Sus cartas a personajes imaginarios refieren a sus dibujos y óleos,
por lo que no es extraño encontrar en ellas a los mismos personajes que habían
sido creados en la obra plástica.
En ocasiones, la importancia del
lenguaje verbal llega a ser tan grande que la imagen plástica se transforma
en la ilustración creativa de una frase hecha, como en Rompiendo el círculo
vicioso.
Sin embargo, su vinculo con la literatura no sólo la llevó
a convertirse ella misma en personaje literario de sus propios escritos, también
fue personaje de otros autores, así en La trompetilla acústica de Leonora
Carrington, Remedios Varo aparece bajo el nombre de Carmela, personaje cuyo
mayor placer consiste en escribirle a personas que nunca ha conocido. Ojalá
que la falta de difusión de su obra escrita no llegue a ser un impedimento
para que dichos escritos lleguen un día a sus lectores.
El
cine, por ejemplo, ha dejado huellas profundas en la narrativa hispanoamericana
de la segunda mitad del siglo, la historieta aparece lo mismo en la poesía
de José Carlos Becerra que en la narrativa de Carlos Fuentes, la música
se hace omnipresente en las novelas de Alejo Carpentier y Severo Sarduy,
y las mitologías y tradiciones más variadas dan origen a textos de Augusto
Roa Bastos, Gabriel García Márquez, Luis Britto García, Manuel Escorza o
Fernando del Paso.
Janet A. Kaplan, Viajes inesperados. El arte y la vida de Remedios Varo,
Era/ Fundación Banco Exterior, 1989, p. 128.
Remedios Varo, citado en Catálogo Razonado, México, Era, 1994, p. 52.
En Remedios Varo, Madrid, Fundación Banco Exterior de España,
1989, pp. 56-57.
Las referencias
a la música figura en numerosas obras de la pintora, por ejemplo: en Música
solar, llamado originalmente Música de luz.
Alfonso Reyes, “De cómo Chamisso dialogó con un aparador holandés”,
en “El plano oblicuo”, en Obras completas, V. III, México, Fondo de Cultura
Económica, 1956, p. 21.
Adelbert Chamisso, La maravillosa historia de Peter Schlemihl,
Madrid, Siruela, 1994, 112 pp.
La bolsa mágica del personaje de dibujos animados, Félix El Gato, está inspirada
también en esta narración.
[9] Como en
Pedro Páramo de Juan Rulfo, en la poesía de Xavier Villaurrutia, en El laberinto
de soledad de Octavio Paz, en Palinuro de México de Fernando del Paso, en
todas las narraciones de Carlos Fuentes y de Homero Aridjis, en varios de
los relatos de Jorge Luis Borges, en varios libros de Gabriel García Márquez,
en especial en Cien años de soledad, en Rayuela de Julio Cortázar, en la
narrativa de Ernesto Sábato, en la de Alejo Carpentier, en la de Lezama
Lima, en la de Roa Bastos, etc..
La presencia
del doble puede localizarse en producciones culturales de otras muchas regiones
del mundo, sin embargo, como ya han destacado diversos investigadores, su
presencia reiterada en la obras hispanoamericanas obedece a una serie de
situaciones sociales que son condicionantes de que la problemática de la
identidad se manifieste dentro de nuestras culturas en forma más aguda,
radical, conflictuada y constante, y entre tales condicionantes se encuentran:
1) formar parte de culturas en las que el sincretismo constituye un rasgo
dominante, lo cual hace más difícil el establecimiento de una identidad
cultural e individual, 2) estar afectados por una marginalidad, subordinación
o dominio, económico, tecnológico o bélico, 3) vivir el conflicto generado
por una necesidad de reivindicación y 4) interpretar ese conflicto y esa marginación
como un fenómeno de problemática de identidad antes que como un fenómeno
de lucha de poderes, es decir, intentar explicar la marginalidad y subordinación
como consecuencia de un defecto o estigma de carácter, de personalidad,
de origen étnico y no explicarlo por causas económicas e históricas que
más que afectar el carácter del individuo afectan su situación en una jerarquía
social e independencia.
Las situaciones descritas caracterizan
un contexto cultural específico que impone, mediante formas diversas, sus
propias normas de expresión y de lectura, no sólo de los signos sino de
los hechos históricos, y que afecta, en mayor o menor medida a todos aquellos
que forman parte de dicho contexto.
Remedios Varo pintó
Papilla estelar en 1958. Se trata de un óleo en el que utilizó la técnica
de impresiones de colores sobre el material en el que iba a trabajar. En
esta obra aparece el mismo personaje femenino que protagoniza varios de
los óleos de la pintora y que reaparece en Presencia inesperada.
Alfonso Reyes, en Obras completas, t. XXIII, México, Fondo
de Cultura Económica, 1989, pp. 27-28.
Cartas, sueños, México, Era, 1997, p. 21.
Un montaje
fotográfico en el que aparece la pintora y el rostro del poeta Péret nos
vuelve a hacer presente una intertextualidad que remite, esta vez a la escultura
prehispánica, pues esa imagen fotográfica de doble rostro guarda puntos
de similitud tangibles con una estatuilla precolombina de Tlatico.
Oeuvres complétes, t. I, París, Le Terrain Vague, 1969, p.
89.
Alfred Kubin, Madrid, Siruela, 1988.
En Oeuvres complétes, op. cit., p. 147
Remedios Varo, op. cit., pp. 21-22.
Museo Biblioteca Pape, México, 1985.