Número 37 - 2011

 

Depósito legal: M-9276-1998  I.S.S.N.: 1139-6237

Grupo Proyecto Clío:

Chimo Soler

Luis A. Ortega

Mª Pilar Rivero
( área de Didáctica de las Ciencias Sociales, Facultad de Ciencias Humanas y de la Educación, Universidad de Zaragoza, c/Valentín Carderera 4, 22003 Huesca.)

Diego Sobrino(comunicación y redes sociales)

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Red Iris

La historia moderna a través de la historia, el arte y la literatura

 

M ª de los Ángeles Martín Gayango
IES Maestro Diego Llorente de Los Palacios y Villafranca (Sevilla).
mamgayango@yahoo.es

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Resumen: El artículo versa sobre la importancia del Arte y la Literatura para el estudio de la Historia Oficial en la Edad Moderna. Los ejemplos nos muestran, claramente, cómo la Monarquía o la Iglesia han utilizado su poder para glorificarse a través del Arte, y cómo personajes o literatos de la época han hecho uso de la Literatura para mostrarnos el contexto histórico de la Edad Moderna. Los documentos históricos, las obras artísticas y los textos literarios deben ser conservados para nuestro futuro, para que ellos puedan conocer la Historia y transmitirla a generaciones futuras.
Palabras clave: obra de arte, Historia, Literatura, Inquisición, Monarquía, Iglesia, Tableau-vivant, Edad Moderna.

Abstract: This article focuses on the importance of Art and Literature for the study of Official History in the Modern Age. The examples clearly show how the monarchy or the Church have used their power to glorify himself through Art and how characters and writers have used Literature to show the historical context of the Modern Age. Historical documents, artworks and literary texts must be preserved for our future, so they can learn the history and they can trasmit it to future generations.
Keywords: artwork, History, Literature, Inquisition, Monarchy, Church, picture living, Modern Age.

 

En la Edad Moderna, gracias a la historia “oficial”, aquella historia escrita por los cronistas reales, cuya finalidad era escribir una historia verídica, basada en fuentes fidedignas, fiables y preferiblemente en testimonios directos, fue lo que motivó a estos personajes, estos cronistas, a trasladarse a la Corte Real. Además de hacer que se acomodasen a la doctrina ciceroniana de la historia como magister vita, como transmisora de la doctrina moral en beneficio de sus lectores, tanto presentes como futuros.

Debían reflejar la idea de Estado como una gran empresa de publicidad, propagandística y de poder frente a las demás formas de gobierno. De ahí que el poder siempre haya hecho una utilización interesada del Arte como medio propagandístico y apologético de su majestad, soberanía y sacralidad. En última instancia, se pretendía convencer a cualquier súbdito de su misteriosa naturaleza y grandeza, además de los beneficios y bondades del sistema político social imperante. Persiguió el control de las conciencias y la anulación de las críticas y las disidencias. Basta sólo con realizar unas miradas a través de la Historia del Arte de la Edad Moderna.

Así, como ejemplo, podemos destacar en la Florencia renacentista del siglo XVI a los Médici, quienes avezados en sus negocios, utilizaron parte de su inmensa fortuna para glorificarse a través del Arte. Convirtieron a la ciudad del Arno en el gran escenario del Renacimiento italiano. O bien, en España, con los Austrias Mayores (Carlos V y Felipe II) en el siglo XVI o con los Austrias Menores (Felipe III, Felipe IV y Carlos II) en el silgo XVII, quienes utilizaron la historia para justificarse, defender sus derechos, utilizando la historiografía como arma política, en la época de “orto y ocaso”, como la llamó el historiador Antonio Domínguez Ortíz. O Luís XIV, “El Rey Sol”, en la Francia barroca del XVII… De ahí que utilizasen las imágenes para difundir su poder a través del teatro, la pintura, la música, la retórica… Nos basta con ver la película “Vatel”, del director Roland Joffé, cuya sinopsis trata de Vatel (Gérard Depardieu) un experto cocinero que durante el reinado del célebre Luis XIV (Julian Sands), y al servicio del príncipe de Condé (Julian Glover), agasajó con sus artes al conocido como rey Sol para ganar su favor para el decaído príncipe. Invitada la corte al completo al castillo de Condé, el fiel sirviente no sólo dispensará con grandes fiestas y espléndidas comidas los placeres de los nobles y el rey, sino que también se verá él mismo favorecido por los deseos de una de las nobles más bellas y mejor situadas, Anne de Montausier (Uma Thurman), por la que rivalizan el ambicioso marqués de Lauzun (Tim Roth) e incluso el mismísimo rey. Quizás un ejemplo muy clarificador de cómo un monarca absoluto vivía en la época del barroco, donde no hay que obviar su decorado, su música, sus indumentarias a la usanza de la época…Todo representado con gran boato.

Mas si trasladamos los ejemplos a imágenes vemos representado en el fresco de Benozzo Gozzoli, del Palazzo Médici, en Florencia, a una serie de retratados de la familia Médici, entre ellos a Lorenzo, “El Magnífico”, en la obra El cortejo de los Reyes Magos (1459), que era uno de los temas donde mejor se podía plasmar todo tipo de lujos y elementos exóticos, para que la obra no pasase desapercibida al resto de los ciudadanos. Y así, un poco más de un decenio después Niccolò Machiavelo hizo notar de qué modo los Médici fueron consumados maestros de la manipulación: “ (con sus festivales) daban a la población un entretenimiento que los abstraía de preocuparse por las cuestiones de estado”.

Muestra de la descripción de un acto político, símbolo de la exaltación de la monarquía, como fue la victoria sobre los protestantes de Carlos V, es la obra del Museo del Prado que lo representa en la Batalla de Mühlberg, realizado por Tiziano Vecelli. Donde el monarca aparece representado como defensor de la Iglesia Católica o Nuevo César. O la representación de uno de sus descendientes, Felipe IV, en un retrato ecuestre realizado por uno de los grandes genios de la pintura española, Diego Velázquez, quien al convertirse en pintor real realizó otro retrato ecuestre al valido del monarca, El Conde-Duque de Olivares. Siendo la fuente que pudo utilizar el pintor para su realización un grabado de “Julio César a caballo” de la serie de Césares romanos de Antonio Tempesta.

A veces nos es difícil distinguir entre el carácter documental, interpretativo o alegórico del cuadro, es decir, destacar el cuadro mismo como un mero objeto; los instrumentos de la pintura que ya se aprecian en las obras literarias de los tratados de Leon Battista Alberti y Benvenuto Cellini.

Así, pues, las obras con carácter histórico se representan como pinturas, tapices, mapas, etc. teniendo todas ellas un trasfondo, un significado que hay conocer para entender el significado completo de éstas, el porqué de su realización, y para eso, tenemos que conocer la Historia. Una “historia” escrita con mayúscula y a la vez con minúscula, pues hay que tener conocimientos tanto de la “Historia como ciencia” y de la “Historia como narración de sucesos” para llegar a comprender qué es lo que se quiso representar a través de sus realizaciones y qué nos quisieron y quieren transmitir.

El pintor holandés Vermeer de Delf, en quien existió una gran predilección por los cartógrafos, como en el “El Geógrafo” (1668-1669) del Museo Städel de Frankfurt, o “El soldado con muchacha sonriente”(1656) del Museo Metropolitano de Nueva York, en cuyo fondo se representa un mapa de Holanda y Frisia, que reproduce un grabado publicado por  Willen Blaen, o incluso en el mapa del fondo de “La mujer de azul leyendo una carta”(1663-1664) del Rijksmuseum de Ámsterdam, pero sobre todo en “La Alegoría de la pintura” (1666) de Viena, aunque representan un gran paralelismo éste último con “El Geógrafo”,  ambos tienen formas diferentes de representar  el mundo, uno a través de la pintura, como hace eco la obra “Alegoría de la pintura” y otro a través de “El Geógrafo”, en una época en que la cartografía era una ciencia joven y aún se encontraba en desarrollo.

Aunque esta relación entre tipo de paisaje y tipo topográfico la encontramos con El Greco, en España, en su obra “Una vista de Toledo” de la Casa del Greco (1610). Por lo tanto, estamos viendo algunos ejemplos de cómo se puede estudiar Historia a través de la pintura, pero si además nos acercamos al mundo de importantes ilustres, como fue el defensor de la caridad don Miguel de Mañara, fundador de la Iglesia del Hospital de la Caridad de Sevilla, nos encontramos cómo la historia es una “escuela que enseña a través de ejemplos, buenos y malos, su disciplina moral para formar “buenas” personas”. De ello nos dejó constancia el propio D. Miguel en su obra Discurso de la Verdad, donde refleja una visión dramática de la vida: “Memento homo, quia pulvis es, et in pulverem reverteris. Es la primera verdad que ha de reinar en nuestros corazones: polvo y ceniza, corrupción y gusanos, sepulcro y olvido. Todo se acaba: hoy somos y mañana pereceremos… ¿Qué hicieron tanto Reyes y Príncipes de la Tierra, que dominaban el mundo? (…)”, y que el mismo autor encargó realizar a Valdés Leal dos pinturas que reflejasen una reflexión sobre la brevedad de la vida y el triunfo de la muerte, que el pintor representa con un realismo truculento y tétrico en In Ictu Oculis y  Finis Gloriae Mundi (1671-72). Así, Valdés Leal nos muestra en sus obras el sentimiento del desengaño y la vanidad presentes en nuestra cultura desde tiempos remotos. La gloria no es eterna, el poder es pasajero; es decir, el sentido efímero del poder que ya aparece en la Biblia y en autores clásicos como: Plinio, Horacio, Homero, Cicerón…

Aunque ya nos lo decía un siglo antes Quevedo: “De la cuna, por gloriosa y poderosa que fuera, a la sepultura, sólo hay un paso”.

Toda esta temática está presente en el Arte desde el Mundo Antiguo, pasando por la Edad Media y el Renacimiento, pero cuando llega el Barroco, se profundiza, pues se señala el concepto de vanidad al que se añade el de desengaño. Todo es una pequeña circunstancia, tan breve, tan insustancial… que ya lo dejó escrito el propio Miguel de Mañara.

Por tanto, el Barroco propugna el empuje de las ideas de la Contrarreforma. A la Iglesia le interesa concienciar a la gente de que “la vida es mentira, es algo pasajero…” Donde podemos destacar obras como Las Coplas  de  Jorge Manrique, donde nos habla de esos poderos que finalmente no son nada, o El Arcipreste de Hita, quien en sus textos maldice a la muerte. Estas literaturas medievalistas ya al borde del modernismo crean un clima exacerbado. La única vida que existe es la eterna, donde todo es seguro, todo es confortador; al contrario que en el mundo terrenal, donde prima la inseguridad, la tristeza…y que Rodrigo Fernández de Santaella, fundador de la Universidad de Sevilla y un notable escritor eclesiástico, escribió en “Arte del buen morir”,  hacia 1500-1505, que hay que vivir espiritualmente para poder morir, o ya el mencionado Miguel de Mañara  en su “Discurso de la verdad”, y cuyos pensamientos Valdés Leal representó en sus vánitas, las más terribles que se han pintado en España y Europa.

Otro gran erudito que supo representar el espíritu de la época que le tocó vivir fue Pedro Calderón de la Barca, quien refleja la vida como sueño unida a la idea del mundo como teatro en su obra “Vida es sueño”.

Todas estas ideas de formas de pensamientos, de historia… eran llevadas a los indígenas para su cristianización en la Edad Moderna, donde es obvio hacer mención a “Antiguos habitantes del Estado mexicano” (1556) de Fray Bernardino o los “Evangelios” de forma iconográfica de Fray Pedro de Gante, con los que se cristianizaba a los indígenas.

Pero en esta época no podemos olvidar de destacar la censura de los libros por la Inquisición española, hecho del que queda constancia no sólo por escritos, sino por obras pictóricas como las que Pedro Berruguete realizó “El quemadero de libros” y “El auto de Fe precedido por Santo Domingo de Guzmán”, ambas en el Museo del Prado, que sirven para enaltecer al Santo Oficio en su lucha contra los herejes. Es un tema que Miguel de Avilés estudió en su obra “Verdaderas y falsas imágenes de la Inquisición española”(1982). O resaltar por las mismas fechas, a finales del siglo XV, la “Quema de libros” que se produjo en Florencia, junto a importantes obras artísticas, por considerarlas inmorales en la llamada “Hoguera de las vanidades”, promovida por Girolamo Savonarola.

Estos son algunos claros ejemplos de cómo el arte y la literatura están al servicio de la monarquía o la Iglesia en la Edad Moderna. Se muestra una visión de la importancia de la Historia como elemento conocedor de nuestro pasado a través de crónicas, diarios, autobiografías… que nos legaron nuestros antepasados, pero teniendo presente para su estudio las obras de Arte en su contexto histórico-cultural, como punto de partida para el análisis de los diferentes factores y circunstancias implicadas en el proceso de creación de la obra artística y enseñar a entender estas obras como muestras para enseñarnos a estudiar la historia no sólo a través de documentos, ya sean literarios, legales…sino a través del arte y la literatura, o ¿por qué no a través de las fiestas?. Todos los elementos efímeros, no perdurables en el tiempo, que llegan hasta hoy día y nos rodean sin darnos cuenta, como son: la Festividad del Corpus Christi, las Santificaciones de Santos, la Semana Santa…

Todo ello conlleva un entramado histórico que sólo es perceptible con el paso del tiempo. Así, podemos destacar los tableaux vivants, las iluminarias, los carros de representaciones, el entoldado de las calles, las arquitecturas efímeras (arcos triunfales, altares, túmulos funerarios, justas, torneos…Tomamos como ejemplo la Reconstrucción del Túmulo del Emperador Carlos V en México, de Claudio de Arciniega (1559). Aquí lo que destaca es el “Tiempo histórico”: Las fiestas anuales, las estaciones, los momentos vitales del hombre o las fiestas circunstanciales.

Podemos conocer la Historia a través de la “Historiografía”, como resultado de la investigación, para cuando se trate de escritos, siendo el jesuita García de Villada quien en 1921 indicaba que “historiografía era el arte o modo de escribir la historia”, pero como vemos, también podemos estudiarla a través del Arte. Bien al servicio de la monarquía o la Iglesia, y que tan buenos ejemplos nos legaron en la Edad Moderna. Resaltando cómo el Arte sirve de propaganda política, no sólo en estos siglos, sino a lo largo de toda nuestra historia. Y cómo gracias a estos “documentos” conservados, el Arte, en sus diferentes ramas artísticas, pero sobre todo en las obras pictóricas, podemos apreciar y comprender de forma fidedigna la historia hispánica de la Edad Moderna.

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