Número 40 - 2014 | Artículo |
Depósito legal: M-9276-1998 I.S.S.N.: 1139-6237 |
Grupo Proyecto Clío:
Mª Pilar Rivero
( área de Didáctica de las Ciencias Sociales, Facultad de Ciencias Humanas y de la Educación, Universidad de Zaragoza, c/Valentín Carderera 4, 22003 Huesca.)
Diego Sobrino(comunicación y redes sociales)
Felipe Pizarro Alcalde
(Profesor de Educación Secundaria de Geografía e Historia)
felipe.pizarro@educa.madrid.org
Patricia Cruz Pazos
(Profesora de Educación Secundaria de Geografía e Historia)
patricia.cruzpazos@educa.madrid.org
RESUMEN
La empatía histórica, es decir, “ponerse en lugar de”, es un recurso que podemos emplear en la clase de Historia. Este artículo presenta una propuesta de trabajo: nuestros alumnos se convertirán durante unos días en soldados de la Primera Guerra Mundial (1914-18) y tendrán que confeccionar una carta escrita desde una trinchera de uno de los frentes.
ABSTRACT
Historical empathy, that is, “put in the shoes of”, is a resource that wa can use in history class. This article presents a proposal of work: our students will become soldiers of World War I (1914-1918) for a few days and will have to make a letter written from a trench in one front.
PALABRAS CLAVE: Cartas de soldados, Diarios de soldados, Didáctica de la Historia, Empatía histórica, Material educativo, Primera Guerra Mundial, Recursos de Historia y Trincheras.
KEYWORDS: Diaries of soldiers, Historical empathy, History resources, Letters of soldiers, Teaching History, Teaching materials, Trenches and World War I.
INTRODUCCIÓN
La enseñanza de la Historia presenta al alumnado una serie de conceptos, habilidades y procesos propios. A lo largo de los últimos años se ha investigado y escrito sobre las estrategias y los recursos didácticos que disponemos los docentes para su enseñanza y aprendizaje. Existen numerosas posibilidades, como los juegos -de simulación- o todo lo que los medios audiovisuales e informáticos nos ofrecen (Prats & Santacana, 2011: 51-60 y Prats, 2001).
La empatía histórica, es decir, “ponerse en lugar de”, es otro recurso que podemos emplear en la clase de Historia, diferente del estudio directo de los contenidos. Puede ser una oportunidad para que esta disciplina cobre vida y significado en nuestro alumnado, y se creen unas condiciones óptimas para que el proceso de enseñanza-aprendizaje tenga éxito. El hecho de trabajar de esta manera genera una empatía por los sujetos del pasado. Quizás una de las perspectivas más interesantes sea la de implicar a los estudiantes en los procesos de análisis e investigación propios de la disciplina (Arista, 2011:119-125).
Este artículo presenta una propuesta didáctica de empatía histórica que ha ofrecido excelentes resultados: nuestros alumnos se convertirán durante unos días en soldados de la Primera Guerra Mundial (1914-18) y tendrán que confeccionar y leer una carta escrita desde una trinchera de uno de los frentes de la contienda. Durante la preparación previa para realizar el trabajo, los estudiantes conocerán las condiciones de vida en las trincheras, los frentes, las batallas o las nuevas armas empleadas. Actualmente, esta actividad puede ser realizada en Historia de 4º de ESO, 1º de Bachillerato e incluso en 2º de PCPI (Ámbito Social, Módulo Voluntario).
El trabajo se divide en ocho apartados. Los tres primeros están dedicados a la preparación previa y guiada por el profesor de nuestro alumnado en cuanto a contenidos, elementos visuales -imágenes, documentales y películas- y ejemplos reales de diarios, cartas y otros testimonios. El cuarto detalla de forma clara y exhaustiva las instrucciones a seguir por nuestros estudiantes para realizar correctamente la carta. El quinto presenta los resultados obtenidos con algunos ejemplos concretos. El sexto reflexiona acerca de algunas ideas en forma de conclusiones. El séptimo expone de forma detallada toda la bibliografía citada. Por último, un apéndice presenta la bibliografía, películas y documentales, y páginas web recomendadas, con los títulos que han aparecido en 2013 y especialmente en 2014.
Este año se conmemora el centenario del comienzo de la Primera Guerra Mundial (1914-2014), por lo que han aparecido numerosas monografías, artículos y reportajes en prensa, y se han programado diferentes actividades. En este sentido, nuestro trabajo quiere ser una aportación más al estudio de este acontecimiento trascendental que cambió el mundo.
1. PREPARACIÓN PREVIA: LOS CONTENIDOS
Los alumnos deben afrontar la confección de la carta con unos conocimientos básicos sobre el tema, adquiridos mediante la explicación en clase, la lectura del libro de texto o por una búsqueda de información e investigación individual. A continuación, se exponen unos contenidos claves.
1.1. Lo especial de la Primera Guerra Mundial
¿Qué hace diferente a la Gran Guerra, como la llamaron sus contemporáneos, de otros conflictos anteriores?
1. Se convirtió en uno de los conflictos más largos -cuatro años- y sangrientos - nunca se habían movilizado tantos efectivos ni se habían producido tantos fallecidos y heridos- de la Historia. Se estima que murieron ocho millones de personas (1.800.000 alemanes y 1.700.000 rusos) y otros nueve millones fueron heridos, muchos gravemente mutilados y con secuelas psicológicas de por vida.
2. Tuvo unas dimensiones desconocidas. Desde el punto de vista geográfico, para algunos historiadores fue un conflicto restringido a Europa, sobre todo a la parte occidental -una guerra civil europea-, pero afectó a la mayor parte del planeta. Aunque la contienda fue principalmente europea, se convirtió en el primer conflicto mundial de la historia al enfrentar a las principales potencias europeas y a sus respectivos imperios coloniales, además de contar con la decisiva intervención de Estados Unidos. Nunca, hasta entonces, se habían visto implicados tantos países y seres humanos. Respecto al número de efectivos, se movilizaron sesenta y cinco millones de personas, la mayoría hombres jóvenes. La población civil también se vio afectada y las mujeres se vieron obligadas a trabajar en las fábricas ante la ausencia de los hombres. Las retaguardias de cada país se movilizaron para afrontar el esfuerzo bélico y los estados adoptaron una economía de guerra.
3. Con el transcurso de los años, se transformó en un conflicto extremadamente cruel y doloroso. Los horrores de esta guerra superaron los de todas las anteriores. Los soldados pasaron meses viviendo en condiciones infrahumanas en las trincheras, cubiertos de barro y sometidos a constantes bombardeos. Su larga duración hizo que los estados invirtiesen gran cantidad de capital en investigación científica y se introdujeran nuevas armas cada vez más efectivas y mortíferas para desequilibrar el conflicto: artillería (ametralladoras), tanques, aviones de combate, submarinos y armas químicas (gases tóxicos).
4. Los estados comenzaron a controlar la moral de la población mediante los medios de comunicación y la censura, y la propaganda pasó a ser un arma más del conflicto. Aquellos que combatieron y que la vivieron creían que sería la “guerra que acabaría con todas las guerras” (Ferro, 1988: 19 y Gilbert, 2009: 16). Los altos mandos militares la presentaron como justa, corta -unas pocas semanas-, poco cruenta y victoriosa. Sin embargo, el desánimo pronto surgió cuando las previsiones fracasaron, desbordadas por la dinámica de la guerra, y se hizo imprescindible controlar la moral de la población civil y militar.
5. Las consecuencias demográficas, económicas, políticas y morales fueron muy importantes. Murieron ocho millones de personas y nueve millones fueron heridos. Las pérdidas económicas fueron cuantiosas por la destrucción de infraestructuras. A principios del siglo XX Europa y, en particular, sus grandes potencias -Reino Unido, Francia, Alemania y el Imperio austrohúngaro- dominaban buena parte del mundo, debido a su hegemonía industrial y tecnológica fruto de la Revolución Industrial, y al aumento demográfico. Después de la guerra, la hegemonía pasó a Estados Unidos. Los cambios territoriales implicaron el desmoronamiento de grandes imperios como el alemán, el austrohúngaro y el otomano, sin olvidar los cambios en el mapa europeo y colonial. Las secuelas morales y psicológicas de cuatro años de batallas no fueron menos importantes.
6. Las decisiones de la Conferencia de Paz de París (1919) dejaron muchas heridas abiertas. Los líderes de los cuatro países vencedores -el Comité de los Cuatro- Georges Clemenceau (Francia), Thomas Woodrow Wilson (EE.UU.), David Lloyd George (Reino Unido) y Vittorio EmanueleOrlando (Italia) elaboraron los tratados que debían firmar los vencidos. Para numerosos historiadores las duras condiciones del Tratado de Versalles, impuesto a Alemania, fueron el germen de la Segunda Guerra Mundial (1939-45), es decir, ésta sería una consecuencia de la Primera y del deseo de Alemania de cambiar el resultado.
1.2. Las causas del enfrentamiento
A lo largo de los años se ha mantenido un amplio debate historiográfico sobre las causas y la responsabilidad de la guerra, en el que franceses y alemanes se acusaron mutuamente de ser los culpables del conflicto. Hoy se tiende a pensar en una responsabilidad compartida y en una pluralidad de causas: económicas, militares, diplomáticas, históricas y psicológicas. Sin duda, resulta insuficiente una explicación basada en un único factor.
La Primera Guerra Mundial fue fruto de las tensiones vividas en Europa durante el último tercio del siglo XIX. El revanchismo francés hacia Alemania tras la derrota en la batalla de Sedán (1870) y las pérdidas de Alsacia y Lorena; la rivalidad económica y naval entre Gran Bretaña y Alemania; la tensa situación en los Balcanes; las crisis coloniales en Marruecos; la carrera de armamentos –período conocido como Paz Armada (1890-1914)-, la agresividad del militarismo prusiano y la exacerbación del nacionalismo en la opinión pública son algunos elementos a tener en cuenta (Morrow, 2008: 21).
1.3. Los bloques de alianzas
Desde 1870 se empezaron a formar dos bloques militares que, tras cuarenta años de rivalidad diplomática, acabaron por enfrentarse en julio de 1914. El canciller prusiano, Otto von Bismarck, lideró la política alemana desde 1871 -año de la unificación- hasta 1890 y dominó las relaciones internacionales durante ese periodo, atrayendo a su lado a Austria-Hungría, Rusia e Italia a través de un complejísimo sistema de alianzas conocido como sistemas bismarckianos, cuyo principal objetivo era el aislamiento de Francia, deseosa de revancha tras lo sucedido en Sedán. El Canciller de Hierro se mostró cauto al pensar que una Alemania fuerte, por su situación central, podía aglutinar a sus enemigos. En 1889 ascendió al trono el joven káiser Guillermo II, quién admiraba al imperio británico, tan extraordinariamente rico y con extensas posesiones en ultramar. El nuevo emperador, partidario de una política alemana más agresiva, destituyó a Bismarck en 1890. Inmediatamente, Rusia comenzó a alejarse de la órbita alemana y a acercarse a Francia, justo lo que había querido evitar el canciller prusiano (Morrow, 2008: 21).
A finales del siglo XIX y principios del XX se formaron en Europa dos bloques militares. Por un lado, la Triple Alianza (1882), luego denominado Imperios Centrales, era liderada de forma indiscutible por Alemania, a la que acompañaban el Imperio austrohúngaro e Italia. Francia, temerosa del poderío militar alemán, se alió con Rusia y mejoró sus relaciones con Reino Unido, deterioradas por las disputas coloniales. En 1904 se creó la Entente Cordial anglo-francesa y en 1907 se formó la Triple Entente, luego Aliados -nombre de la alianza que también luchará en la Segunda Guerra Mundial-, integrada por Francia, Reino Unido y Rusia, que había abandonado la Triple a causa de los problemas en los Balcanes. Estos serán los países que inicien el conflicto, a excepción de Italia. La Entente tenía mayor peso demográfico y un armamento más numeroso, pero los ejércitos de la Triple Alianza estaban mejor preparados. En 1914 el imperio alemán poseía el mejor ejército del mundo, formado por los contingentes de los reinos de Prusia -el mayor-, Baviera, Sajonia y Württemberg, y gozaba de un gran prestigio social gracia a que el káiser era su comandante en jefe (Castelló, 2010: 13).
El 28 de junio de 1914 el archiduque Francisco Fernando, heredero al trono del Imperio austrohúngaro, realizó una visita a Sarajevo para demostrar la soberanía austriaca en Bosnia, situada en los Balcanes, y fue asesinado en un atentado, junto con su mujer Sofía, por un terrorista serbio llamado Gravilo Princip, integrante de una organización secreta conocida como la Mano Negra. Austria, apoyada por Alemania, dio un ultimátum a Serbia y la amenazó con la guerra si no permitía que la policía austriaca investigase el atentado. Serbia, apoyada por Rusia, lo rechazó el 25 de julio. Tres días más tarde Austria declaró la guerra a Serbia y las alianzas se pusieron en marcha, sucediéndose las declaraciones de hostilidades entre los países.
Italia no apoyó a Austria ni a Alemania, rompió la Triple Alianza y se adhirió a la Entente en 1915. Nuevos países se fueron sumando a la guerra. Bélgica, Rumanía, Grecia, Portugal, Estados Unidos, Japón o China se integraron en el bando de los Aliados, aunque la participación de los dos últimos no fue muy activa. Los Imperios Centrales recibieron el apoyo del Imperio Turco-Otomano y de Bulgaria. Toda Europa se involucró directa o indirectamente, excepto España, Suiza, Holanda y los países escandinavos. El año de 1917 fue decisivo. Rusia, tras la revolución bolchevique y la llegada del gobierno comunista liderado por Lenin, decidió salirse de la contienda y firmó el tratado de Brest-Litovsk (1918), cediendo una gran cantidad de territorio a Alemania. También en 1917, Estados Unidos decidió entrar en la guerra al lado de los Aliados.
1.4. De la ilusión al desencanto. La propaganda
Después de que los países miembros de las dos alianzas se declarasen la guerra, la población pareció entusiasmada. Las plazas y calles de las grandes ciudades europeas se llenaron de desfiles y manifestaciones patrióticas y en París, Londres y Berlín los soldados partieron cantando y con la con “la flor en el fusil”. Lo mismo ocurría en Gran Bretaña y en Francia, paradigmas de la democracia, que en estructuras autoritarias como los Imperios alemán, austrohúngaro y ruso. Los soldados acudieron dichosos al llamamiento obligatorio y numerosos voluntarios se presentaron sonrientes a alistarse en las oficinas de reclutamiento (Ferro, 1988: 20).
En 1914 todo era ilusión. Las tropas desfilaban al son de los himnos patrióticos, eran despedidas con flores y ovacionadas por las mujeres. Los generales a caballo soñaban que se les levantaría una estatua en una plaza con su nombre. Los militares alemanes estaban ansiosos por empezar la contienda. Los vagones de los trenes iban cubiertos de inscripciones que hacían referencia a una victoria segura. Todo dependía de la red de ferrocarriles y se consideraba que estos ganaban guerras. Si una potencia lograba tomar la delantera en el reclutamiento y traslado de un ejército de millones de hombres, podría llegar a las fronteras antes de que el enemigo estuviese preparado (Stone, 2008: 26, 31-32).
Documento 1. La alegría de la población tras las declaraciones de guerra (agosto de 1914)
Fuente: Astorri & Salvadori, 2002: 44.
Documento 2. Oficina de reclutamiento británica (agosto de 1914)
Fuente: Castelló, 2010: 19.
Antes de 1914, la idea de una guerra inminente estaba muy presente entre la población, de ahí que numerosos historiadores empleen el concepto de guerra anunciada. La contienda se había imaginado y preparado desde hacía años, pero no se conocía el momento exacto en que estallaría. Se había imaginado porque se habían publicado numerosas obras literarias que relataban como sería y los escritores de cada país habían inventado batallas victoriosas (Ferro, 1988: 62-67). La idea romántica se impuso y se presentó a la guerra como un acontecimiento capaz de despertar fuertes emociones y romper con la mediocre vida burguesa -la tediosa vida urbana frente al glamour de la vida de soldado-, un saludable bautismo de fuego, una catarsis necesaria o una liberación de la vida, de la que siempre salían vencedores. Los reclutas marcharon al frente convencidos de cumplir la noble y heroica misión de defender los valores de la civilización. Un joven idealista, el británico Julian Grenfell, fallecido en octubre de 1914, aseguró en una carta enviada a sus familiares “adorar” la guerra, actividad que le parecía “la mayor de las diversiones” y que equiparaba a “una gran comida campestre” (Morrow, 2008: 167). Este sentimiento no era exclusivo de los soldados, el 4 de agosto de 1914 el general y ministro de guerra alemán Erich von Falkenhayn le dijo la siguiente frase al canciller Theobald von Bethmann Hollweg: “Aún si perecemos, habrá sido una experiencia exquisita” (Morrow, 2008: 97). Los países se estaban preparando, algunos se habían adherido a una alianza y habían iniciado una carrera de armamentos, un período conocido como Paz Armada. Tras años de preparación, las potencias europeas movilizaban a sus enormes ejércitos, seguras de la victoria (Villani, 1997: 30).
La mayoría de la opinión pública estaba a favor de la guerra, consecuencia del nacionalismo exacerbado y cultivado en ambos bandos -todos los gobiernos estaban convencidos de actuar en defensa de los intereses nacionales-, del patriotismo -la “Unión Sagrada”-, del revanchismo de humillaciones pasadas y de las rivalidades económicas, los problemas coloniales o las tensiones en los Balcanes. La propaganda también hacía su trabajo. Francia soñaba con recuperar Alsacia y Lorena y Gran Bretaña estaba preocupada por el creciente poderío industrial y naval de Alemania. Hay que distinguir distintos momentos y grados de apoyo, pero entre julio y agosto de 1914 los soldados acudían al frente entusiasmados: “parecía que la juventud de Europa marchaba a una boda y no a la muerte” (Villani, 1997: 14-15). En 1914 Thomas Mann, uno de los escritores europeos más importantes, escribía: “Sólo los enemigos del espíritu se oponían a una guerra que habría hecho que Alemania fuera más fuerte, más orgullosa, más libre y más feliz” (Astorri & Salvadori, 2002: 44). Todos estaban convencidos de hallarse en posesión de la verdad y de que su país o bando no tardaría en vencer al adversario. La guerra, justa y necesaria, sería la solución a todos los problemas pendientes.
En todos los países se extendió la idea de que la contienda sería breve y que los soldados estarían “de vuelta por Navidad”, la clásica “continuación de la política por otros medios” de Clausewitz [1] - y que se vencería fácilmente al enemigo. Al pensar que duraría tan poco, no había problema en enviar a los más jóvenes al frente. Alemania pensaba que ganaría la guerra en seis semanas y que sus soldados, como muy tarde, retornarían en Navidad con los laureles de la victoria. Una guerra moderna tenía que ser corta, finalizando tras una o dos batallas (Ferro, 1988: 20 y Stone, 2008: 33).
Los que se oponían a la guerra corrían el riesgo de ser acusados de traidores o de simpatizar con el enemigo. El movimiento pacifista, encabezado por la II Internacional Socialista -sin olvidar a los anarquistas o a los revolucionarios-, fue el único que se opuso al enfrentamiento y a los gobiernos, pero fracasó estrepitosamente cuando los trabajadores de todos los países acudieron a alistarse al primer llamamiento. Jean Jaurès, patriarca del socialismo y ferviente pacifista, fue asesinado. El poderoso partido socialista francés se integró en la Unión Sagrada de todos los partidos y formaciones y la potente personalidad de Georges Clemenceau, apodado el Tigre, fue el agresivo protector e icono de esta situación (Barrera, 2008: 84 y Ferro, 1988: 31).
Al ver que la guerra no terminaba, el descontento de los obreros y de las clases medias despertó al movimiento revolucionario, adormecido desde el inicio del conflicto, y el antibelicismo volvió a aparecer. Los socialistas se agruparon y rechazaron el carácter imperialista de la contienda. En septiembre de 1915, treinta y ocho delegados se reunieron en Zimmerwald (Suiza) e hicieron un llamamiento a los obreros a favor de la paz.
Documento 3. Manifiesto de Zimmerwald (septiembre, 1915)
¡Proletarios de Europa!
¡Hace más de un año que dura la guerra! Millones de cadáveres cubren los campos de batalla. Millones de hombres quedarán mutilados para el resto de sus días (...).
Cualesquiera que sean los principales responsables del desencadenamiento de esta guerra, una cosa es cierta: la guerra que ha provocado todo este caos es producto del imperialismo. Esta guerra ha surgido de la voluntad de las clases capitalistas de cada nación de vivir de la explotación del trabajo humano y de las riquezas naturales del universo; de tal suerte, que las naciones económicamente atrasadas o políticamente débiles caen bajo el yugo de las grandes potencias, que, con esta guerra, intentan rehacer el mapa del mundo, a sangre y fuego, de acuerdo con sus intereses (....).
¡Proletarios!: Desde que la guerra se desencadenó, habéis puesto todas vuestras fuerzas, todo vuestro valor, al servicio de las clases poseedoras para mataros los unos a los otros. Hoy es preciso que, permaneciendo sobre el terreno de la lucha de clases irreductible, actuéis en beneficio de vuestra propia causa por los fines sagrados del socialismo, por la emancipación de los pueblos oprimidos y de las clases esclavizadas (...).
Obreros y obreras, padres y madres, viudas y huérfanos, heridos y mutilados, a todos vosotros, los que sufrís de la guerra y por la guerra, nosotros os decimos: Por encima de las fronteras, por encima de los campos de batalla, por encima de los campos y las ciudades devastadas:
¡Proletarios de todos los países, uníos! (Arjona, Corrales, García Llorente, Vara & Varas, A. M. 2004: 228).
La oposición a la guerra comenzó paulatinamente a manifestarse en la población civil y en el frente. Los estados impusieron el concepto de “guerra total”, es decir, todas las energías y recursos quedaban al servicio de las necesidades bélicas. La comida comenzó a escasear y las mujeres, hasta entonces reducidas al ámbito doméstico, pasaron a ocupar puestos en la cadena productiva. También las personas de edad regresaron a la vida activa debido a la urgente necesidad de mano de obra. Los mandos militares tuvieron que enfrentarse a un nuevo enemigo: la creciente desmoralización de sus tropas. El entusiasmo con que los soldados habían tomado las armas en el verano de 1914 quedó sepultado ese mismo invierno en el fango de las trincheras. Se impuso una cruda realidad: la larga duración del conflicto, las espantosas trincheras, las masacres y las nuevas armas, cada vez más mortíferas. Todo ello provocó un hastío y un descontento cada vez mayor, que los respectivos gobiernos se vieron obligados a atajar recurriendo a todos los medios. Los combatientes no tardaron en plantearse si la continuación de la guerra tenía sentido. ¿Era verdaderamente necesaria tan terrible hecatombe? Habían pasado dos años de carnicería sin ningún resultado. Los medios dirigentes así lo aseguraban, pero ¿era sincero? (Ferro, 1988: 19). Los obstinados estados mayores enviaban a la muerte a millares de hombres cada día. El movimiento pacifista logró extenderse entre los regimientos del frente. La resistencia más o menos abierta, los motines y el grado de indisciplina alcanzado fue tal que los tribunales militares se aplicaron con total severidad y provocaron crisis políticas y de conciencia. Numerosos soldados insumisos fueron fusilados y expuestos ante sus compañeros para dar ejemplo. En la retaguardia se produjeron varias huelgas en la metalurgia.
Desde el inicio de la guerra, los estados beligerantes utilizaron las modernas técnicas de propaganda para conseguir movilizar a una opinión pública favorable a la guerra, comprometerla contra el enemigo y lograr el alistamiento de voluntarios, como demuestran los numerosos carteles editados. En el del ejército británico, el general Herbert Kitchener te apunta con el dedo invitando al reclutamiento y te indica que “Tu país te necesita”, y otro basa su reclamo es una especie de chantaje contra el pundonor personal al escribir: “Papá, ¿qué hiciste TÚ en la Gran Guerra?”.
Documento 4. Carteles de reclutamiento británicos y estadounidense
Fuente: Astorri & Salvadori, 2002: 85 y Arjona et al., 2004: 219 y 224).
Los estados emplearon la propaganda exterior para minar la moral del enemigo y la interior para inflar de patriotismo y de espíritu de resistencia a la población civil y militar. El mantenimiento de la moral alta contribuía a hacer olvidar o a minimizar las privaciones y el sufrimiento. El derrotismo se convirtió en uno de los principales enemigos a combatir (Mateo, 1989: 46). Para vencer al enemigo, los gobiernos tuvieron que apelar a las fuerzas militares y económicas, pero también a la “movilización de los espíritus”, concepto empleado por Marc Ferro (1988: 221-225). Los gobiernos defendieron tres ideas principales: la causa defendida era justa, la derrota traería el triunfo del Mal y la victoria era indudable. La propaganda creaba la ilusión de la victoria y ensalzaba la superioridad de sus jefes, armas y fuerzas.
Durante la primera Navidad, en 1914, tuvo lugar uno de los hechos más sorprendentes de toda la guerra. Aquella Nochebuena, las tropas alemanas colocaron abetos iluminados en el borde de las trincheras, enviados por el Káiser, junto a raciones extras de pan, salchichas y licores. Los franceses y británicos pronto se unieron en la distancia a los cánticos alemanes. Al amanecer, algunos soldados alemanes comenzaron a agitar banderas blancas y a salir desarmados. Los hombres que habían estado matándose, compartieron tabaco, alcohol y chocolate; cada bando pudo recoger a sus compatriotas muertos en combate y darles digna sepultura; y se celebraron ceremonias religiosas e improvisaron partidos de fútbol. Cuando la noticia de esta tregua llegó a los respectivos cuarteles, se adoptaron medidas enérgicas para evitar que volviese a producirse: un número indeterminado de soldados fue fusilado, los alemanes fueron enviados al frente oriental, las cartas donde los soldados narraban los hechos a sus familiares fueron destruidas, los negativos de las fotografías donde se veía a soldados de uno y otro bando amistosamente se confiscaron y algunas informaciones llegadas a los periódicos se censuraron. Estos acontecimientos fueron recogidos en la película francesa Feliz Navidad (Joyeux Noël), dirigida por Christian Carion en 2005 (Castelló, 2010: 41 y Hernández, 2008: 67).
1.5. Las fases, los frentes y las batallas
La Gran Guerra pasó a lo largo de los cuatro años por varias fases. Después de las declaraciones de julio de 1914, la ofensiva la encabezó Alemania mediante la guerra de movimientos, una campaña que terminaría en pocas semanas. La victoriosa estrategia de Von Moltke de 1870 todavía tenía seguidores y el plan Schlieffen [2] era el más elaborado del estado mayor, que consistía atravesar la neutral Bélgica y llevar rápidamente -guerra relámpago- las tropas hacia París para desbordar al ejército francés y luego concentrarse en el frente oriental contra el ejército ruso. Sin embargo, la ofensiva alemana fracasó y fue contenida por las tropas francesas del general Joffre en la batalla del Marne (6-13 de septiembre de 1914), a pocos kilómetros de París. Rusia, atendiendo a las peticiones de Francia, lanzó una precipitada ofensiva sobre Alemania. Los rusos fueron derrotados en la batalla de Tannenberg y los Lagos Masurianos (septiembre de 1914), pero consiguieron forzar a los alemanes a desviar tropas hacia el este.
Tras el fracaso de la ofensiva alemana, los frentes -occidental y oriental- se estabilizaron, la situación era de empate y se cavaron kilómetros de trincheras. La guerra de movimientos se transformó una guerra de posiciones desconocida hasta entonces (1914-17). La contienda iba a ser larga. Hasta julio de 1916 las iniciativas fueron de los Imperios Centrales [3] , para a continuación pasar a la Entente, aunque ninguno consiguió obtener una ventaja definitiva. Los alemanes intentaron romper el frente francés en la batalla de Verdún (21 de febrero-19 de diciembre de 1916) [4] , que duró cuatro meses (Stone, 2008: 78). Por primera vez lucharon juntos los británicos y franceses en la batalla del Somme, que transcurrió entre el 1 de julio y el 18 de noviembre de 1916 Gilbert, 2009: 13 y VV.AA., 2005: 44) [5] . Ambas batallas en suelo francés tuvieron escasos resultados militares, pero enormes pérdidas humanas [6] . Nunca se habían visto escenas tan apocalípticas: millares de hombres eran sacrificados para conquistar unos pocos metros de tierra. Los estados mayores aplicaban la teoría o estrategia del desgaste, que consistía en ocasionar las mayores pérdidas de hombres al enemigo para debilitarlo y arrollarlo en sucesivos ataques. Ante la estabilidad de los frentes principales, los Aliados intentaron romper el equilibrio atacando zonas secundarias. En el Mediterráneo, los británicos intentaron tomar el Bósforo y los Dardanelos parar aislar al Imperio Otomano, pero fracasaron en la batalla de Galípoli (febrero de 1915). En paralelo, se desarrolló un conflicto naval. La batalla de Jutlandia (31 de mayo-1 de junio de 1916) fue el mayor combate naval y la única confrontación directa entre la marina alemana y la armada británica, frente a las costas de Dinamarca, en el mar del Norte. La flota alemana decidió retirarse y cambió su estrategia a favor de la guerra submarina. Por tanto, los principales escenarios de la guerra se situaron en el noroeste de Francia, el frente oriental y el norte de Otlia.
En 1917 tuvieron lugar dos hechos decisivos. En Rusia se produjo la revolución bolchevique de octubre y se impuso un gobierno comunista dirigido por Lenin, quién firmó el tratado de Brest-Litovsk (1918), por el que Rusia abandonaba la guerra. Estados Unidos, que se había declarado neutral pero que en la práctica vendía suministros a los Aliados, entró en guerra al lado de los Aliados y aportó más de un millón de soldados y su potente industria.
La retirada rusa permitió a Alemania una última ofensiva en primavera, pero el apoyo estadounidense hizo que fracasara. La segunda batalla del Marne (15 de julio-6 de agosto de 1918) fue disputada entre el ejército alemán y los ejércitos aliados de Francia, Inglaterra y EE.UU. y cambió el rumbo de la guerra a favor de los Aliados. Los Imperios Centrales se rindieron: primero Turquía, luego Austria y finalmente Alemania, donde el káiser Guillermo II abdicó. En noviembre de 1918 la guerra había terminado.
1.6. La vida en la trinchera
El fracaso alemán en la guerra de movimientos hizo que se pasara a la fase del estancamiento o guerra de posiciones, y se construyesen kilómetros de trincheras. Esta es la imagen que ha perdurado de la Gran Guerra, sobre todo las del frente occidental. No eran un fenómeno nuevo en la historia militar, ya que habían aparecido durante el final de la Guerra de Secesión norteamericana (1861-65), pero nunca hasta entonces habían alcanzado tal extensión. Por ejemplo, en el frente occidental se abrieron desde Suiza hasta el mar del Norte. A partir de noviembre de 1914 los soldados tuvieron que enterrarse para sobrevivir (Hernández, 2008: 62-67).
Los ejércitos de ambas alianzas fijaron sus posiciones en un sistema defensivo paralelo, sin que ninguno lograse avanzar. En la nueva forma de guerra predominaban los métodos defensivos frente a los ofensivos. Las trincheras tenían por objeto proteger a los soldados propios frente al fuego enemigo y obstaculizar el avance de los contrarios (Gil, 1985: 32 y Quero, 2009).
Las trincheras comenzaron a construirse como un sistema defensivo provisional, pero con el tiempo se hicieron más sofisticadas y se convirtieron en una forma de vida para millones de soldados. Los alemanes se mostraron como auténticos maestros en el arte de la fortificación e hicieron las mejores, con pasadizos, laberintos y abrigos, y en algunos sectores realizaron hasta tres trincheras independientes, en ocasiones reforzadas con hormigón e incluso alumbradas con electricidad. Los ingleses les imitaron, pero franceses y rusos las prepararon con menos cuidado porque no imaginaban que permanecerían en ellas durante tres años (Hernández, 2008: 64-65 y Stone, 2008: 49).
La construcción de las trincheras requería un gran esfuerzo. Lo primero era cavar las zanjas, colocar las alambradas -de alambre de espino-, maniobra peligrosa por la exposición a los disparos de las ametralladoras enemigas; y después se colocaban sacos de tierra para protegerse de la artillería y de los bombardeos. El suelo de las trincheras solía cubrirse con tablas de madera, sobre todo en los campos de batalla de Flandes, siempre inundados. Los únicos “refugios” disponibles para los soldados eran unos cubículos subterráneos cavados en la tierra, semejantes a las galerías de las minas. Las trincheras también contaban con puestos vigías, que vigilaban día y noche (Ferro, 1988: 101 y 166).
Cada trinchera tenía su propio nombre, ya que era fácil perderse en esos auténticos laberintos. El conocimiento de las calles era fundamental para localizar un punto, la posición de alguna unidad o de un soldado concreto. Las trincheras albergaban a los combatientes de primera línea y se comunicaban con la segunda, donde se encontraban los puestos de mando, socorro y radio, a través de estrechas galerías.
Los ataques para tomar una trinchera eran prácticamente misiones suicidas y la táctica para tener éxito permanecería inalterable. Para aquellos hombres, todavía había algo peor que estar atrincherados: el momento en el que los oficiales hacían sonar sus silbatos. Tras el lanzamiento de una lluvia de bombas para neutralizar el fuego enemigo y forzarle a abandonar sus posiciones más adelantadas, los soldados, cargados con el fusil y una pesada mochila, debían trepar por la pared de la trinchera, salir a “tierra de nadie” y avanzar amparados por la cortina de humo a través de un mar de cráteres bajo el tableteo de las ametralladoras enemigas. El objetivo era abrir las alambradas y que los enemigos no tuvieran tiempo de salir. Ambos bandos acabaron organizando un sistema defensivo casi perfecto, invulnerable hasta la irrupción de los tanques británicos (Hernández, 2008: 64-65).
Las trincheras fueron descritas como una “sepultura de fango y balas”. Aquellos lugares estaban impregnados de tragedia, muerte y destrucción. La vida diaria de los soldados estaba anclada en una tediosa rutina: comían, dormían, hacían sus necesidades, jugaban y, sobre todo, se aburrían. Durante las horas de luz, debían mantenerse ocultos, a salvo de los francotiradores enemigos y de los observadores aéreos, por lo que pasaban horas durmiendo en los refugios o escribiendo diarios y cartas. Combatían el aburrimiento confeccionando pequeñas obras de arte con objetos cotidianos: crucifijos con balas, figuras con troncos destruidos por la metralla o esculturas de proyectiles, trabajos conocidos como el “arte de la trinchera”. Esta relajación nunca podía ser completa, siempre podía llegar un ataque de la infantería enemiga, una salva de proyectiles o lo que era más temido, un ataque de gas. Para este último caso, existía una campana para dar la alarma y en pocos segundos los soldados debían colocarse la máscara, su seguro de vida, de la que nunca podían separarse (Castelló, 2010: 45 y Hernández, 2008: 66-67).
Al llegar la noche no había lugar para la pereza. Sin el temor de los francotiradores, se iniciaba una carrera frenética por reparar las alambradas, cavar nuevas zanjas y enviar patrullas para obtener información de las posiciones enemigas. Los soldados también debían permanecer alerta ante posibles ataques.
El ruido de las balas y bombas enemigas hacía que los soldados padeciesen un miedo constante, sin olvidar el terror que provocaron los gases tóxicos y la necesidad de tener siempre a mano la máscara antigás. Los hombres sufrían un frío y una humedad intensos al estar cerca del barro -a veces pegajoso al mezclarse con la sangre de los muertos- y cubiertos por el cielo raso. La ropa estaba casi siempre húmeda y los soldados no podían cambiarse durante varios días. La suciedad, el insomnio, la falta de condiciones higiénicas y la mala alimentación eran una constante. La alimentación se cubría con latas de carne enmohecida, galletas duras o productos enviados por sus familiares en paquetes, aunque lo más deseado, sobre todo en invierno, era una reconfortante sopa. En numerosas ocasiones, el único agua disponible era el que había quedado encharcado tras los bombardeos, con el consiguiente riesgo de infección. Sin embargo, el vino abundaba, sobre todo, en las filas francesas. La mortificante presencia de los bichos, sobre todo de piojos y ratas, que se alimentaban de los cuerpos caídos en combate, era otras de las pesadillas y hacía que la vida fuera casi insoportable. Uno de los mayores placeres era matar con sus propias uñas a estos pequeños insectos que inundaban los uniformes, pero era una batalla perdida, ya que volvían a reproducirse sin ningún problema. Periódicamente, los hombres eran enviados a la retaguardia para despiojarse, lavarse y coger ropa limpia, pero cuando volvían los piojos inundaban sus uniformes (Castelló, 2010: 45; Hernández, 2008: 67 y Stone, 2008: 49).
El goteo de bajas era continuo por la enfermedad conocida como “pie de trinchera”, causada por la humedad, que en ocasiones requería la amputación de la extremidad afectada. La infección de una pequeña herida podía resultar muy grave ya que aún no existían los antibióticos. A causa de la falta de higiene, el tifus, el cólera o los parásitos intestinales causaron verdaderos estragos entre los soldados. La costumbre de dejar los cadáveres en el campo de combate o clavados en las alambradas también contribuyó a que proliferasen enfermedades de todo tipo. Debido a las numerosas bajas producidas, las enfermeras tuvieron que instalarse en el frente. Algunos hombres quedaban paralizados, aturdidos, sufrían crisis nerviosas y eran incapaces de luchar. A los que no se acusaba de cobardía, tenían la suerte de ser atendidos por un psiquiatra, que les diagnosticaba una difusa enfermedad nerviosa, que en realidad se denomina “neurosis de guerra” o “estrés postraumático”. Algunos decidieron desertar y otros autolesionarse para ser enviados a la retaguardia, pero los que decían haber recibido un disparo en el pie o en la mano eran examinados minuciosamente para detectar posibles simulaciones. Si hallaban pólvora en la herida, significaba que el disparo se había efectuado a corta distancia. Casi todos los que lo intentaron acabaron en un consejo de guerra (Ferro, 1988: 163 y Hernández, 2008: 67).
Sin menospreciar los horrores y sufrimientos, la idea que se tiene sobre la vida en las trincheras se encuentra lastrada por algunos tópicos, que sitúa a los soldados durante varios meses en primera línea y en una dinámica de frecuentes combates. En realidad, los hombres permanecían en el frente alrededor de un mes al año y el período durante el que quedaban bajo el fuego enemigo podía ir de uno a quince días. Después, eran trasladados a una segunda línea o a la retaguardia para realizar labores de apoyo, donde pasaban unos cinco meses. El resto del año se encontraban de permiso, en campos de entrenamiento o en los cuarteles de su país (Hernández, 2008: 65).
Documento 5. La vida en las trincheras
Fuente: http://blogdelaclasedehistoria.blogspot.com.es/2011/01/la-vida-en-las-trincheras-en-la-i.html
1.7. La nuevas armas
Desde finales del siglo XIX y principios del XX, se había acelerado la carrera de armamentos, de ahí que se conozca a este periodo como la Paz Armada. Al inicio de la contienda se emplearon las armas tradicionales, pero el nuevo tipo de guerra fue evolucionando y aparecieron nuevas armas, cada vez más mortíferas. Los estados invirtieron grandes sumas de dinero en investigar nuevas armas capaces de ganar la contienda. Aunque se emplearon caballos, los regimientos de caballería se convirtieron en piezas de museo y las fortalezas en reliquias (Stone, 2008: 31). La infantería fue la gran protagonista de la guerra.
En la artillería, a los revólveres, fusiles y obuses, se sumaron los avances en las ametralladoras, sobre todo en las alemanas, y la fabricación de cañones cada vez más poderosos. La lucha cara a cara con el enemigo provocó una vuelta a las granadas. El lanzallamas fue inventado por los alemanes y se experimentó en octubre de 1914 (Ferro, 1988: 169).
Para poner fin a esta guerra hubo que esperar a un arma completamente nueva: el carro de asalto, blindado o tanque. Los británicos inventaron los blindados en 1916 para hacer frente a la guerra de trincheras y se emplearon por primera vez en la batalla del Somme. Concebidos como fortalezas móviles, estaban armados con cañones y ametralladoras. Mas que el avión, los blindados fueron los artífices de la victoria aliada (Ferro, 1988: 169).
En cuanto a la aviación, los alemanes desarrollaron el zeppelín o dirigible, pero su tamaño lo hacía demasiado vulnerable. Los aviones primero se utilizaron en misiones de observación, pero al añadírseles ametralladoras y bombas pudieron ser empleados en pequeños bombardeos. El piloto de combate más conocido fue el alemán Manfred Von Richthofen (1892-1918), llamado el Barón Rojo por el color de su Fokker DR-1, con el que llegó a batir 80 aviones enemigos antes de morir en combate a los 26 años (Arjona et al., 2004: 237 y Astorri & Salvadori, 2002: 116).
En la guerra marítima, los alemanes utilizaron los submarinos para intentar estrangular la economía británica.
En referencia a las armas químicas, los alemanes utilizaron gases asfixiantes el 22 de abril de 1915 y después los emplearon todos los contendientes, sobre todo en el frente occidental (Ferro, 1988: 169). Los gases tóxicos y venenosos, entre los que se encontraba el mostaza, causaban ceguera, quemaduras cutáneas y lesiones pulmonares. Los soldados -y los caballos- tuvieron que llevar máscaras antigás (Stone, 2008: 62).
El equipamiento también fue evolucionando en ambos bandos a lo largo de la guerra: uniforme, botas, manta, casco de acero, máscara antigás, cantimplora, petate, fusiles, granadas de mano eran algunos de los objetos que debía portar un soldado (Valero, 2009: 147-179).
Documento 6. Cronología básica de la Primera Guerra Mundial (1914-18)
1914 |
|
28 de junio |
Asesinato de Francisco Fernando, archiduque del Imperio austrohúngaro, en Sarajevo. |
23 de julio |
Ultimátum de Austria-Hungría a Serbia. |
28 de julio |
Austria-Hungría declara la guerra a Serbia. |
Agosto |
Declaraciones de guerra. El 3 de agosto Alemania declara la guerra a Francia e invade la neutral Bélgica. |
26-30 de agosto |
Victoria de los ejércitos alemanes ante Rusia en la batalla de Tannenberg. |
5-12 de septiembre |
Primera batalla del Marne. Los franceses frenan el avance alemán en el frente occidental. |
1915 |
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22 de abril |
Los alemanes emplean por primera vez los gases asfixiantes. |
25 de abril |
Los aliados desembarcan en la península de Gallípoli (Turquía) con la intención de forzar su abandono de la contienda. |
26 de abril |
Italia firma el Tratado de Londres, por el que se compromete a entrar en la guerra juntos a los aliados. |
1916 |
|
15 de diciembre de 1915 - enero de 1916 |
Los aliados evacuan sus tropas de Gallípoli tras fracasar en su intento de derrotar a Turquía. |
21 de febrero-19 de diciembre de 1916 |
Batalla de Verdún |
1 de julio-18 de noviembre de 1916 |
Batalla del Somme |
31 de mayo-1 de junio de 1916 |
Batalla naval de Jutlandia, entre las flotas alemana y británica, que termina con la retirada alemana de los puertos. |
1917 |
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2 de abril |
Estados Unidos entra en guerra |
24 de octubre |
Los italianos sufren una gran derrota en Caporetto. Británicos y franceses envían refuerzos para evitar el colapso de Italia. |
6 y 7 de noviembre |
Revolución Rusa. El gobierno bolchevique solicita el armisticio a los imperios centrales. |
1918 |
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3 de marzo |
Firma del tratado de paz de Brest-Litovsk. Rusia abandona la guerra. |
15 de julio-6 de agosto |
Segunda batalla del Marne |
6 de noviembre |
Alemania solicita el armisticio. |
9 de noviembre |
Guillermo II abdica como emperador de Alemania. Se proclama la República. |
11 de noviembre |
Alemania firma el armisticio. |
1919 |
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8 de enero |
Proclamación de los Catorce Puntos del presidente norteamericano Wilson. |
18 de enero |
Inauguración de la Conferencia de Paz de París |
28 de mayo |
Firma del Tratado de Versalles entre los países vencedores y Alemania |
2. PREPARACIÓN PREVIA: IMÁGENES, VISIONADO DE DOCUMENTALES Y FRAGMENTOS DE PELÍCULAS
La preparación para realizar correctamente la carta continúa con un análisis de imágenes de la Primera Guerra Mundial: el equipamiento de los soldados, donde quizás lo más llamativo sea la máscara antigás; la dura vida en las trincheras conviviendo con la suciedad, el barro, los piojos y las ratas, los cadáveres y los bombardeos; o las nuevas armas, aviones, blindados, ametralladoras o gases tóxicos [7] .
Hay numerosos fragmentos de documentales y películas muy interesantes (Romero, 2013). Es muy recomendable el empleo de partes del documental La I Guerra Mundial en color, especialmente el segundo capítulo dedicado a la matanza en las trincheras.
La película que más utilizamos es Largo Domingo de Noviazgo (Un long dimanche de fiançailles), film francés de 2004, cuyo director es Jean-Pierre Jeunet, autor de la célebre Amelie. Está basada en la novela de Sébastian Japrisot. En Hispanoamérica se tituló Amor eterno. Se trata de una historia de amor ambientada en la Primera Guerra Mundial, con imágenes espectaculares (“nunca el verde fue tan intenso ni el amarillo tan cálido”), que mantiene a los alumnos en tensión hasta el final. A punto de terminar la contienda, Mathilde recibe la noticia de que su prometido -Manech- ha fallecido en el campo de batalla o al menos eso es lo que dice la nota oficial. Mathilde no está dispuesta a creer que ese sea su destino. Manech era uno de los cinco soldados condenados a muerte por un consejo de guerra tras autolesionarse la mano en una trinchera llamada Bingo Crepúsculo y habría muerto al ser enviado a “tierra de nadie”, entre el fuego francés y alemán en el frente del Somme. A pesar de todo, la protagonista emprende un duro camino para conocer el destino de su amado al mantener la esperanza de que siga vivo. Durante esta investigación, se puede ver el reclutamiento obligatorio, el desánimo de los soldados, la mutilación voluntaria para escapar del infierno, los consejos de guerra, la crueldad, la vida en las trincheras, el ataque al enemigo o las nuevas armas. Se trata, pues, de una película muy bien ambientada y bastante completa en cuanto al conocimiento de la guerra. Sin embargo, en nuestras clases no la vemos entera, sino que utilizamos una primera parte, los primeros 25 minutos aproximadamente, y una segunda, con los 45 minutos finales.
Documento 7. Carátula de Largo Domingo de Noviazgo
Fuente: http://www.filmaffinity.com/es/film738255.html
Otra película, un clásico, es Senderos de Gloria (Paths of Glory), film estadounidense de 1957, en blanco y negro, dirigida por Stanley Kubrick. En la Francia de 1916, el general Boulard ordena la conquista de una inexpugnable posición alemana, encarga la misión al ambicioso general Mireau y el coronel Dax (Kirk Douglas) dirige el ataque para conquistar la colina, que termina en un estrepitoso fracaso. El alto mando militar decide imponer al regimiento un terrible castigo para dar ejemplo. La primera parte resulta muy interesante para ver el ataque desde las trincheras y también para analizar el comportamiento del alto mando francés y del consejo de guerra.
Otras películas de las que se pueden extraer fragmentos son las siguientes. Caballo de Batalla (War Horse), película estadounidense de 2011, dirigida por Steven Spielberg, cuenta la historia del hijo de un granjero y de su caballo Joey, que será vendido y que luchará en la Primera Guerra Mundial. Otra película a tener en cuenta es Feliz Navidad (Joyeux Noël), film francés dirigido por Christian Carion en 2005, basado en un hecho real que sucedió en diciembre de 1914 -la primera Navidad de la Gran Guerra-, cuando soldados alemanes, franceses y escoceses dejaron atrás sus diferencias, enterraron a sus muertos e incluso jugaron un partido de fútbol. Resulta muy esclarecedor el inicio del film, cuando un niño francés, una niña británica y un niño alemán salen recitando en la escuela una serie de consignas hacia sus enemigos [8] . Otras películas con las que se puede trabajar son Sin Novedad en el Frente (muy interesante para ver el entusiasmo inicial de los soldados, que salen junto con el maestro a luchar por el honor de su patria), Adiós a las Armas [9] o Johnny cogió su fusil [10] .
3. PREPARACIÓN PREVIA: DIARIOS, CARTAS Y OTROS TESTIMONIOS
Detrás de las alianzas y de los países que lucharon en la Primera Guerra Mundial, los nombres de las batallas, los dirigentes políticos y los números que muestran las numerosas bajas, existe una realidad de sufrimiento y destrucción, vivida en primera persona por los soldados que lucharon en los campos de batalla. En las trincheras, en los submarinos o en los hangares, los combatientes fueron escribiendo su memoria de la guerra. Los testimonios se encontraron en libretas o diarios -algunos con hermosos poemas- que llevaban en sus bolsillos los soldados muertos en combate, cartas, canciones, fotografías, artículos de prensa y libros o novelas publicadas, donde los propios protagonistas contaban su historia y expresaban sus sentimientos.
Para la elaboración de este apartado hemos utilizado la obra de Marc Ferro (1988). Como señala en la Introducción el gran experto en la historia de las relaciones internacionales Pierre Renouvin, el historiador francés pone el acento en “la psicología de los hombres de esos albores del siglo XX”, en sus sentimientos y aspiraciones. De especial interés es el capítulo 10, “El material humano y la guerra del material” (Ferro, 1988: 10). Los testimonios directos que ofrece son muy interesantes, así como las indicaciones que suministran los archivos de control postal, constatándose que la correspondencia de los civiles estaba tan vigilada como la de los militares.
Otra monografía aparecida recientemente es la de Peter Englund (2011), en la que el historiador sueco expone los testimonios -diarios, cartas y fotos- de veinte personas reales que vivieron en esta época y no todos son soldados. Como señala el propio autor, a cada uno la guerra les robó algo, la juventud, las ilusiones, la esperanza, la humanidad o la vida. También hay que destacar el número monográfico de la revista Muy Historia dedicado a la Primera Guerra Mundial aparecido en 2008 -ya que en 2014 se ha publicado otro-, especialmente los artículos de Susana Santolaria (2008: 60-61) relativo a las cartas y diarios de los soldados [11] o el ya citado en otros apartados de Jesús Hernández (2008: 62-67) sobre la vida en las trincheras.
Por último, debemos citar los textos extraídos de novelas escritas por los propios combatientes que contaron su experiencia y los expuestos en los libros de texto. Sin novedad en el frente, la vida en las trincheras es una novela publicada en un periódico alemán en 1928 y luego como libro en 1929. Erich Maria Remarque (1898-1970), seudónimo del escritor alemán Erich Paul Remark, relata de manera casi autobiográfica la realidad de la guerra en las trincheras. El propio autor participó con dieciocho años, por lo que vio el horror en primera línea. Se trata de un durísimo alegato antibelicista. Posteriormente, se llevó al cine. Es muy interesante la primera parte cuando están los alumnos en la escuela y salen todos ilusionados a luchar por el honor de su patria. Ernest Hemingway publicó Adiós a las armas por primera en 1929, constituyendo también otro relato de primera mano.
Las cartas reales de que disponemos constituyen un material fundamental para conocer de forma directa cómo fue vivida la guerra por los propios soldados y los dramas que padecieron. Las misivas reflejan el sufrimiento de aquellos hombres, de la ilusión de los que partieron al frente a la dura realidad de las trincheras. En los bolsillos de los muertos de Verdún se encontraron cuadernillos donde escribían sus impresiones y recuerdos. Además, contamos con los testimonios de los supervivientes. Toda esta documentación señala los momentos más significativos de sus vidas, la llegada al frente, la espera, el ataque, el desencanto, los motines, la dura convivencia con ratas y piojos, el calvario de los heridos y, para los vivos, el relevo y el retorno (Ferro, 1988: 169). Los soldados confían sus sentimientos a las cartas.
El tráfico postal fue una cuestión relevante durante la Primera Guerra Mundial. Las autoridades priorizaron estos envíos, a pesar de que se remitían millones de cartas diarias, al ser conscientes de la importancia que tenía el correo para mantener alta la moral de la tropa. Uno de los pocos momentos de alegría en la triste vida en las trincheras era la llegada de la correspondencia que traía noticias de casa. Para las mujeres que esperaban, la llegada de una carta significaba la certeza momentánea de que el marido, el hijo o el padre seguían con vida. A través de las palabras, los soldados intentaban consolidar los vínculos y los recuerdos, además de mantener su identidad entre la multitud de individuos con un destino parecido al suyo (Astorri & Salvadori, 2002: 64).
Los soldados obtuvieron todo tipo de facilidades para poder comunicarse con sus familias: se repartieron tarjetas postales sin necesidad de franqueo y, para los que no sabían escribir, pusieron a su disposición tarjetas con frases ya impresas o palabras que tenían más que ver con la propaganda de la guerra, que la persona se limitaba a firmar (Hernández, 2008: 65).
Los combatientes escribían a su familia, padres, mujer o novia, y a veces la llegada de una carta era la única alegría del día. Durante el tiempo en que permanecían despiertos, leían una y otra vez las noticias que llegaban de su familia. La comunicación desde el frente hacia el hogar -y a la inversa- era fluida y ambos bandos consiguieron que los combatientes recibiesen cartas cada dos o tres días (Hernández, 2008: 65).
La censura también afectó a la correspondencia postal. Ambos bandos organizaron una red de comités de censura de forma que desde el frente no se filtrase información útil al enemigo, como el lugar desde el que se escribía, pero sobre todo había que evitar que se conociese el desánimo, el descontento traducido en motines o en deserciones y, en definitiva, que escribiesen comentarios antipatrióticos. Esta situación produjo que cuando las misivas llegaban a su destino contuviesen tachones y que no siempre estuviesen completas. Sin duda, el objetivo era que no se conociese la dura realidad del frente y que este pesimismo pudiese influir en el ánimo de la población civil.
Documento 8. Buzón del correo militar italiano en el frente del Isonzo.
Fuente: Astorri & Salvadori, 2002: 64.
Documento 9. La clasificación de la correspondencia en el frente ruso
Fuente: Astorri & Salvadori, 2002: 64.
3.1. La partida al frente
Documento 10. Elfriede Kuhr, colegiala alemana de doce años, describe en su diario la partida al frente occidental del 149º regimiento de Infantería alemana en Schneidemühl (martes, 4 de agosto de 1914)
“Llegó finalmente el 149º marchando hombro con hombro e inundó los andenes como una marea gris. Todos los soldados llevaban largas guirnaldas de flores colgando del cuello o atadas al pecho. De la boca de sus rifles salían ásteres, alhelíes y rosas, como si pensaran disparar con flores contra el enemigo. Los rostros de los soldados eran graves. Yo me había imaginado que reirían y gritarían de alegría” [...]
“Los vítores se convirtieron en alarido, los rostros de los soldados se apretujaban en las puertas abiertas, las flores volaban por los aires, y de repente muchas de esas personas allí congregadas rompieron a llorar.
¡Hasta la vista! ¡Nos veremos en casa!
¡No temáis! ¡Ponto estaremos de vuelta!
¡Celebraremos las Navidades juntos, madre!
¡Sí, sí, sí, vuelve sano y salvo!” (Englund, 2011, 23-24 y 25).
Documento 11. La partida al frente contada por Louis-Ferdinand Céline
“Después marchamos mucho rato. Calles y más calles que nunca se acababan, llenas de civiles y sus mujeres que nos animaban y lanzaban flores, desde las terrazas, delante de las estaciones, desde las iglesias atestadas. ¡Había una de la patriotas! Y después empezó a haber menos... Empezó a llover y cada vez había menos y luego nadie nos animaba, ni uno, por el camino” (Céline, 2001. Citado por Guía Fnac para marchar al frente, “La guerra a la que yo querría ir”, Madrid, 2014, p. 12).
3.2. La ilusión
Documento 12. Kresten Andresen, soldado voluntario danés del ejército alemán de veinte y tres años, repasa sus pertrechos para ir al frente francés y escribe en su diario su deseo de “mostrar su hombría a través del bautismo de fuego” (jueves, 19 de noviembre de 1914)
“Partir a la guerra, no por el oro ni los bienes, no por el honor ni por la patria, tampoco para perseguir la muerte del enemigo, sino para fortalecer mi carácter, fortalecerlo en cuanto a fuerza y a voluntad, en cuanto a temple, disciplina y costumbres. Por eso quiero ir a la guerra” (Englund, 2011: 71-72).
3.3. La desilusión y la crítica a los altos mandos
Documento 13. Testimonio escrito de un soldado desde el frente (enero de 1915)
“[...] va a ser difícil que sobreviva uno solo de nosotros y vuelva sano y salvo de la guerra. [...] las balas de fusil y de cañón caen del cielo como la nieve” (Morrow, 2008: 190).
Documento 14. Testimonio de Blanchard, oficial francés (22 de enero de 1915)
“¿La guerra? Durará hasta que me maten. Lo demás importa poco” (Morrow, 2008: 171).
Documento 15. Herbert Sulzbach, artillero alemán de veintiún años, anota en su diario sus experiencias en el campo de batalla (domingo, 28 de febrero de 1915)
“Los ataques franceses siguen sin remitir, hundiendo nuestra ya deprimida moral. Nuestros nervios y fuerzas están casi extenuados, ya que estos ataques y batallas de la guerra estática parecen más pesados de lo que serían en la guerra móvil. ¿Dónde se habrán metido los refuerzos? Dicen que la 1ª. Guardia de la División de Infantería está de camino” (Englund, 2011: 113).
Documento 16. Testimonio de un soldado francés (junio de 1915)
“Sólo tengo que sobrevivir unas horas más para cumplir los veinte. Espero lograrlo, porque sé que nunca voy a cumplir los veintiuno” (Morrow, 2008: 171).
Documento 17. Olive King, conductora del ejército serbio, australiana, de veintinueve años, envía una carta a su madrastra en la que deja traslucir por primera vez el desánimo (enviada el viernes 12 de noviembre de 1915)
“A veces dudo de que pueda volver a casa algún día, como si esta maldita guerra fuera a durar para siempre. En vez de terminar crece, cada vez son más los países arrastrados a ella, las cosas van de mal en peor. En cuanto a nosotras, no tenemos ni idea de adónde nos mandarán” (Englund, 2011: 214).
Documento 18. Testimonio de un fusilero del 25º de Lancanshire en África oriental (1916)
“¡Lo que yo daría por estar en Francia…! Allí, uno vive como un caballero y muere como un hombre, y aquí vives como un cerdo y mueres como un perro” (Morrow, 2008: 281).
Documento 19. Sophie Bocharski, enfermera del ejército ruso, de veintitrés años, lee la carta enviada por su primo Vladimir, teniente ruso, donde critica a los altos mandos (sábado, 18 de marzo de 1916).
“Mi muy querida Sophie:
Esto no es un asalto, sino una carnicería. Ya sabrás que ha fracasado; no culpes a los soldados. Ellos se han portado bien. Tampoco les eches la culpa a los oficiales de primera línea. Toda la responsabilidad recae en el cuartel general. Para ser sincero, esta ofensiva me ha hecho perder las ganas de seguir adelante. He visto hombres arriesgar la vida de miles de personas por el afán de ganar alguna medalla. En estos momentos no hay ninguna posibilidad de romper la línea alemana. Tal vez pueda hacerse más tarde, cuando se hayan efectuado cambios en el Estado Mayor” (Englund, 2011: 289).
Documento 20. Paolo Monelli, cazador de montaña del ejército italiano, de veinticinco años, participa en la retirada de la cima Undici y se pregunta por los “misteriosos dioses que tejen los hilos de nuestro destino” (martes, 23 de mayo de 1916)
“La guerra es esto. No es el riesgo de morir, ni los fuegos artificiales de la granada roja que te ciega al caer silbando, sino el presentimiento de ser una marioneta en manos de un titiritero desconocido, y hay veces en que ese presentimiento te hiela el corazón como si la muerte misma tirase de los hilos” (Englund, 2011: 304).
Documento 21. Laurie, un soldado francés desde el frente occidental, escribe una carta a su amada (5 de febrero de 1918)
Carta de un soldado desde el frente
5 de febrero de 1918. Francia por la noche
Cariño mío:
[...] Quizá te gustará saber cómo está el ánimo de los hombres aquí. Bien, la verdad es que (y como te dije antes, me fusilarán si alguien de importancia pilla esta misiva) todo el mundo está totalmente harto y a ninguno le queda nada de lo que se conoce como patriotismo. A nadie le importa un rábano si Alemania tiene Alsacia, Bélgica o Francia. Lo único que quiere todo el mundo es acabar con esto de una vez e irse a casa. Esta es honestamente la verdad, y cualquiera que haya estado en los últimos meses te dirá lo mismo.
De hecho, y esto no es una exageración, la mayor esperanza de la gran mayoría de los hombres es que los disturbios y protestas en casa obliguen al gobierno a acabar como sea. Ahora ya sabes el estado real de la situación.
Yo también puedo añadir que he perdido prácticamente todo el patriotismo que me quedaba; solo me queda el pensar en todos los que estáis allí; todos a los que amo y que confían en mí para que contribuya al esfuerzo necesario para vuestra seguridad y libertad. Esto es lo único que me mantiene y me da fuerzas para aguantarlo. En cuanto a la religión, que Dios me perdone, no es algo que ocupe ni uno entre un millón de todos los pensamientos que ocupan las mentes de los hombres aquí.
Dios te bendiga cariño, y a todos los que amo y me aman, porque sin su amor y confianza desfallecería y fracasaría. Pero no te preocupes, corazón mío, porque continuaré hasta el final, sea bueno o malo [...]
Laurie (Grence Ruiz, T. et al., 2012: 125).
Documento 22. Hodgson, británico de veinte y tres años y conocido por sus compañeros cariñosamente como “Sonrisas”, escribió este poema que tituló “Antes de la acción”
“Yo, desde mi colina familiar
contemplé con ojos atónitos
cientos de Tus atardeceres derramar
su fresco y ardiente sacrificio,
¡antes que el sol blanda su espada en apogeo
debo despedirme de todo esto!
Por todos los goces que no veré,
ayúdame, oh Señor, a morir” (Gilbert, 2009: 76).
3.4. El ataque
Documento 23. Los soldados se enteran de que el ataque es inminente
“Las horas se deslizan lentas, pero inexorables. Nadie puede tragar nada porque tenemos un nudo en la garganta. Siempre, siempre la idea angustiosa de si dentro de unas horas estaré aún en este mundo o no seré ya más que una cadáver horrible despedazado por los obuses. Sin embargo, se aproxima la hora H. No quedan más que treinta minutos, veinte, diez, las agujas del reloj avanzan constantemente sin que nada pueda pararlas; no separo de ellas los ojos y cuento... Con el bolsillo abarrotado de cartuchos y el fusil de un muerto en la mano, me levanto lentamente sobre las rodillas. Las 17,58, las 17,59..., las 18, abro la boca para gritar: “¡Adelante!”, cuando me ciega un fogonazo rojo que me tira al suelo. Tengo atravesada la rodilla derecha, una herida en el vientre y otra en la mejilla. A mi lado, otros caen heridos, muertos...” (Ferro, 1988: 170).
Documento 24. Erich María Remarque describe el asalto de las trincheras
“De repente dejan de caer obuses a nuestro alrededor. El fuego continúa, pero ha avanzado poco; nuestra trinchera está libre. Tomamos las granadas de mano, las tiramos delante del refugio y saltamos fuera. Aquel terrible bombardeo ha cesado, pero ahora efectúan, a nuestras espaldas, un intenso fuego de bloqueo. Ya está aquí el ataque.
Nadie podría creer que este desierto removido quedaran hombres; pero ahora emergen de todas las trincheras los cascos de acero y a cincuenta metros de nosotros han emplazado ya una ametralladora que empieza a precipitar en seguida.
Las defensas de alambre están destruidas, pero todavía pueden contener un poco. Nuestra artillería relampaguea. Matraquean las ametralladoras y crepitan los fusiles. Los del otro bando se esfuerzan por avanzar [...]” (Remarque, 2007. Citado por VV. AA., 2005: 245).
Documento 25. Erich María Remarque describe el ataque de trincheras
“El fuego de artillería del frente zumba en torno a nuestro refugio. Un leve resplandor nos ilumina el rostro; en la pared bailan las sombras. De vez en cuando se oye un crujido sordo y el cobertizo tiembla. Bombas de aviación. Una vez oímos gritos ahogados. Le deben haber dado a un barracón.
Los aviones zumban; se oye el tac-tac de las ametralladoras. Pero donde estamos no escapa ni un rayo de luz que pueda delatarnos” (Remarque, 2007. Citado por Grence Ruiz, T. et al., 2012: 132).
Documento 26. Un fusilero, alcanzado en la cabeza durante la ofensiva lanzada contra Neuve Chapelle, describió así lo sucedido cuando llegaron a las trincheras alemanas
“[...] usamos la bayoneta y el kukri [un cuchillo largo y curvo], y la sangre corría con tanta abundancia que ni siquiera éramos capaces de reconocer a los nuestros por la cara. Todo el suelo estaba cubierto de sangre; había montañas de cabezas, y a algunos soldados les faltaban las piernas. A otros, les habían cortado las manos o sacado los ojos” (Morrow, 2008: 191).
Documento 27. Erich María Remarque describe un ataque de gas
“El cráter se abre ante mí. Lo acaricio con los ojos como si fueran mis manos, tengo que meterme en él de un salto. En ese momento recibo un golpe en la cara, una mano se aferra a mi hombro. ¿Ha despertado el cadáver? La mano se sacude, vuelvo la cabeza, y, bajo un resplandor momentáneo, veo el rostro de Katczinsky, con la boca desencajada, gritando; gritando; no oigo nada. Mas sacude con fuerza, se acerca más; cuando decrece el ruido, me llega su voz:
¡Gas! ¡Gaas! ¡Gaas! ¡Que corra la voz!
Cojo la máscara antigás. Hay alguien cerca de mí. No pienso en nada más que en esto: tiene que saberlo.
¡Gaas! ¡Gaas!
[...] Los primeros minutos con las máscara deciden entre la vida y la muerte: ¿estará bien cerrada? Conozco las terribles imágenes del hospital: enfermos de gas que, en un ahogo que dura días enteros, escupen a pedazos sus pulmones calcinados” (Remarque, 2007. Citado por Grence Ruiz, T. et al., 2012: 132).
Documento 28. El ayudante-jefe Daguenet, del Regimiento de Infantería 321, describe el ataque a una trinchera
“Al recorrer el pasadizo de Haumont los obuses alemanes nos enfilaron y el pasadizo se llenó de cadáveres por todos sitios. Los moribundos, entre el barro, con los estertores de la agonía, nos piden de beber o nos suplican que los rematemos. La nieve sigue cayendo y la artillería está causando pérdidas cada instante. Cuando llegamos al mojón B no me quedan más que diecisiete hombres de los treinta y nueve que tenía al salir” (Ferro, 1988: p. 169).
Documento 29. Un oficial italiano describe horrorizado un ataque, pocas horas antes de morir (10 de octubre de 1916)
“En el momento en que te escribo, un fuego infernal de artillería y bombas lo destroza todo a nuestro alrededor [...] Nunca había visto tanto desastre. Sin embargo, con tu ayuda, con la ayuda de Dios al que rezas con fervor, mi ánimo está sereno [...] y cumpliré con mi deber hasta el último...” (Astorri & Salvadori, 2002: 64).
3.5. Los horrores de la batalla
Documento 30. Galtier-Boissière describe como su cuerpo del ejército retrocedió en retirada general (22 de agosto de 1914)
“De repente, unos silbidos estridentes nos precipitan cara a tierra, aterrados. La ráfaga acaba de estallar encima de nosotros. Los hombres, de rodillas, encogidos, con la mochila sobre la cabeza y estirando la espalda, se pegan unos a otros. Por debajo de la mochila echo una mirada a mis vecinos: anhelosos, sacudidos de temblores nerviosos y con la boca contraída en un rictus terrible, les castañeaban los dientes, y con la cabeza baja tienen aspecto de condenados ofreciendo la cabeza a los verdugos. Esta espera de la muerte es terrible. El cabo, que ha perdido su quepis, me dice: “Si hubiese sabido que esto era la guerra, chico, si va a ser así todos los días, prefiero que me maten en seguida”. No somos soldados de cartón, pero este primer contacto con la guerra ha sido una sorpresa bastante dura. En su alegre inconsciencia, la mayor parte de mis camaradas no había reflexionado jamás en los horrores de la guerra y no veían la batalla más que a través de los cromos patrióticos; desde nuestra salida de París, el Boletín de los Ejércitos nos conservaba en la inocente ilusión de la guerra para andar por casa y todos creíamos en la historia de los alboches que se rinden por un bollo. Persuadidos de la aplastante superioridad de nuestra artillería, nos representábamos la campaña como un paseo militar. El trueno de hace un instante sacudió nuestro sistema nervioso, que no esperaba semejante sacudida, y nos hizo comprender que la lucha que comenzaba sería una prueba terrible. “Oiga, mi teniente, parece que se defienden estos cerdos” (Ferro, 1988: 164).
Documento 31. Georges Matheson, cabo del Primer Batallón, Cameron Highlanders, Cuerpo Expedicionario Británico (Ypres, 11 de noviembre de 1914).
“Esto no es una guerra, sino un homicidio” (Morrow, 2008: 97).
Documento 32. Rafael de Nogales, oficial de caballería del ejército otomano, venezolano, de treinta y seis años, es testigo de la masacre de Sairt (viernes, 18 de junio de 1915)
[La ladera está] “coronada de millares de cadáveres medio desnudos y ensangrentados, amontonados unos sobre otros o entrelazados en el postrer abrazo de la muerte. Padres, hermanos, hijos y nietos yacían allí conforme habían caído bajo las balas y los yagatanes asesinos. De más de un montón de aquellos sobresalían las extremidades temblorosas de los agonizantes. De más de una garganta abierta de una cuchillada se escapaba la vida en medio de bocanadas de tibia sangre. Bandadas de cuervos picoteaban por doquiera los ojos de los muertos y de los agonizantes, que en sus miradas rígidas parecían reflejar aún todos los horrores de una agonía indecible, en tanto que los perros carroñeros clavaban sus afiladas dentaduras en las entrañas de seres que palpitaban todavía bajo el impulso de la vida” (Englund, 2011: 171).
Documento 33. Diario de un soldado francés en el que relata sus experiencias de la batalla de Verdún (febrero-marzo de 1916)
“Viernes, 25 de febrero. El ejército, de 250.000 a 300.000 hombres, bajo el mando del comandante Kronprinz se precipira sobre nuestras trincheras que defienden Verdún. Hasta ahora no aparecemos. Hay que soportar el golpe sin decaer. Nuestras tropas han cedido terreno bajo la avalancha de hierro de la gran artillería y bajo la impetuosidad del ataque (...)
Las pérdidas son inmensas en ambos lados. Nosotros habíamos perdido 3.000 prisioneros y un gran cantidad de material. Nuestros comunicados, muy sobrios, indican que hemos debido ocupar las posiciones de repliegue, pero que nuestro frente no se había hundido.
Miércoles, 29 de marzo. La batalla de Verdún, la más larga y espantosa de la historia universal, continúa. Los alemanes, con una tenacidad inaudita, con una violencia sin igual, atacan nuestras líneas, que machacan y roen (...). Nuestros heroicos poilus [sobrenombre del soldado francés] están bien, a pesar del diluvio de acero (....)” (Castelló, 2010: 113).
Documento 34. Carta de un soldado francés donde describe lo vivido en la batalla de Verdún (marzo de 1916)
“Esos tres días pasados encogidos en la tierra, sin beber ni comer, los quejidos de los heridos, luego el ataque de los boches [alemanes] y nosotros. Después, al fina, paran las quejas; y los obuses, que nos destrozan los nervios y nos apestan, no nos dan tregua alguna, y las terribles horas que pasan con las máscaras y las gafas en el rostro, ¡los ojos lloran y se escupe sangre!, después los oficiales que se van para siempre; noticias fúnebres que se transmiten de boca en boca en el agujero; y las órdenes boches dadas en voz alta a 50 metros de nosotros; todos de pie, luego el trabajo con el pico bajo las terribles balas y el horrible ta-ta-ta de las ametralladoras” (Castelló, 2010: 113).
Documento 35. El soldado alemán Gerhard Gürtler describe el sufrimiento de la batalla (14 de agosto de 1917)
“Los que siguen en la línea del frente no escuchan más que proyectiles, los gemidos de los camaradas heridos, los relinchos de los caballos moribundos, el latido salvaje de su propio corazón... y así hora tras hora, noche tras noche. Incluso durante los cortos descansos, sus cerebros siguen atrapados por los recuerdos de tanto sufrimiento... El campo de batalla no es más que un vasto cementerio” (Santolaria, 2008: 61).
Fuente: Santolaria, 2008: 61.
Documento 36. Soldado hindú del frente oriental.
“Esto no es una guerra: es el fin del mundo” (Morrow, 2008: 171 y 190).
Documento 37. Max Dauville describe como las primeras cargas reglamentadas no eran como se habían imaginado
“En la pradera –cuenta Max Dauville- avanza una compañía de tiradores... Los hombres, doblados en dos y con la mochila a la espalda y el fusil en la mano, corren pesadamente para tumbarse y seguir a la primera señal. Uno de ellos pasa cerca de mí, su cara de campesino cambia de repente en una mueca dolorosa y, continuando a paso de carrera, levanta el brazo a cuyo extremo se bambolea la mano con los dedos cortados por la mitad, de una bala... Los hombres se echan al suelo... El soldado continúa dando saltitos y aún oigo sus gritos: “Mi teniente, mi teniente, ¿dónde está usted?” (Ferro, 1988: 165).
Documento 38. Friedrich Hinkel, cabo primero alemán de la 7ª Compañía, 99º Regimiento de Infantería de Reserva, recuerda el intenso bombardeo la artillería británica
“El enemigo empezó a martillear nuestras trincheras y conexiones con la retaguardia con una lluvia de acero de todos los calibres [...]
¡Fuego de artillería! Siete largos días de incesante fuego de artillería, que fue aumentando en frecuencia hasta convertirse en una intensa cortina de fuego. Después, durante los días 27 y 28 hubo ataques de gas en nuestras trincheras. ¡La tortura y la fatiga, por no mencionar la tensión de los nervios, eran indescriptibles!. El cabo primero Hinkel explicaba: No había más que una sincera oración en nuestros labios: “Oh Dios, líbranos de este infierno, danos alivio a través de la batalla, concédenos la victoria; ¡Dios Nuestro Señor, haz que vengan!” (Gilbert, 2009: 70).
Documento 39. Gustavo Heger, del 28 Regimiento de Infantería, describe la dificultad para sacar a los heridos del campo de batalla
“Desentierro a un poilu de la 270, más fácil de sacar. Hay todavía varios enterrados que gritan; los alemanes deben oírles porque nos abrasan desde cubierto con sus ametralladoras. No es posible trabajar de pie y por un momento tengo casi ganas de marcharme, pero la verdad es que no puedo dejar así a los camaradas… Intento desprender al viejo Mazé, que sigue gritando; pero cuanta más tierra quito, más se hunde; lo desentierro por fin hasta el pecho y puede respirar un poco mejor; me voy entonces a socorrer a un hombre de la 270 que grita también, pero más débilmente, y consigo liberarle la cabeza hasta el cuello, mientras llora y me suplica que no le deje allí. Deben quedar otros dos, pero no se oye nada y vuelvo a cavar para despegarles la cabeza. Me doy cuenta entonces de que los dos están muertos. Me tumbo un poco porque estoy agotado; el bombardeo continúa” (Ferro, 1988: 171).
Documento 40. Testimonio de una enfermera británica en el frente ruso
“Le retiré las ropas y solo vi una pasta, la masa informe de un cuerpo totalmente destrozado, de costillas abajo (...). Los ojos sin brillo del soldado me seguían mirando y sus labios se movieron, incapaces de articular palabra. No puedo describir lo que me costó alejarme sin prestarle ayuda. Pero no podíamos perder tiempo ni malgastar material en casos perdidos, y había muchos otros esperando” (Castelló, 2010: 114).
3.6. Las condiciones de vida en las trincheras
Documento 41. Descripción anónima de una trinchera en la región de Champaña
“Un olor infecto se nos agarra a la garganta al llegar a nuestra nueva trinchera, a la derecha de los Éparges. Llueve a torrentes y nos encontramos con que hay lonas de tiendas de campaña clavadas en los muros de la trinchera. Al alba del día siguiente constatamos con estupor que nuestras trincheras están hechas sobre un montón de cadáveres y que las lonas que han colocado nuestros predecesores están para ocultar a la vista los cuerpos y restos humanos que allí hay” (Ferro, 1988: 169).
Documento 42. La larga espera en la trinchera
Nos ha llegado la orden de la brigada: “Tenéis que resistir cueste lo que cueste, no retroceder bajo ningún pretexto y dejaros matar hasta el último antes que ceder una pulgada de terreno”. De ese modo –dicen los hombres- la cosa está clara. Es la segunda noche que vamos a pasar sin dormir. En cuanto oscurece, el frío cae sobre nosotros y nuestros pies son como bloques de hielo (Ferro, 1988: 170).
Documento 43. Los heridos
“Siguen llegando los heridos a este cafetucho; han extendido paja a toda prisa sobre las baldosas azules. Los sacos abiertos sobre las mesas desembuchan vendas, frascos oscuros, instrumentos niquelados… Fuera, mientras hablo con un camillero, una bala le parte la pierna de cuajo; se ha oído un ruido seco, como de una tabla de madera que se partiese, y el hombre cae dando gritos... Uno de nuestros hombres vuelve titubeando con los ojos fijos: una bala le ha atravesado la cabeza; su sangre corre por la paja formando una aureola roja y muere al poco. Los heridos entran y salen sin parar… Hay que darse prisa porque, apenas vendado un herido, aparecen en la embocadura de la puerta caras con los rasgos demacrados que están esperando. Otros desgraciados, inertes, esperan en la camilla” (Ferro, 1988: 165).
Documento 44. El lugarteniente Benech describe como toda una sección del campo de batalla llevaba a sus heridos a un túnel, llamado de Tavannes, fuera de uso
“Llegamos al túnel. ¿Estaremos realmente condenados a vivir aquí? Prefiero la lucha al aire libre, el abrazo de la muerte en terreno descubierto. Fuera se tiene el riesgo de una bala, pero aquí el peligro de la locura. Una pila de sacos de tierra se levanta hasta la bóveda y cierra nuestro refugio. Fuera sigue la tormenta en la noche y el martilleo continuo de los obuses de todos los calibres. Por encima de nosotros, bajo la bóveda que retumba, algunas bombillas sucias arrojan una claridad dudosa y enjambres de moscas danzan a su alrededor en zarabanda. Acuden al asalto de nuestra epidermis con su zumbido irritante y los manotazos no logran apartarlas. Las caras de todos están húmedas y el aire es tibio y nauseabundo. Acostado en la arena cenagosa, sobre el carril, mirando a la bóveda o faz contra tierra, hechos un ovillo, estos hombres embrutecidos esperan, duermen, roncan, sueñan y ni siquiera se mueven cuando un camarada les aplasta un pie. En algunos sitios corre un chorro. ¿Es agua u orina? Se nos agarra a la garganta y nos revuelve el estómago un olor fuerte, animal, en el que surgen relentes de pólvora, de éter, de azufre y de cloro, un olor de deyecciones y de cadáveres, de sudor y de suciedad humana. Es imposible tomar alimento. Solamente el agua de café de la cantimplora tibia y espumosa calma un poco la fiebre que nos anima. Los demás puestos de socorro no gozan ni siquiera de unos instantes de seguridad... Me llega un cabo muy joven, solo, con las dos manos arrancadas de raíz por los puños, que mira sus dos muñones rojos y horribles con los ojos desorbitados” (Ferro, 1988: 172).
Documento 45. Un artículo periodístico describe la suciedad de los soldados (abril de 1915)
“Dentro de este fangal, los combatientes tienen el aspecto más extraño. La suciedad ha revestido a los soldados de un uniforme en el cual la invisibilidad desafía todo reconocimiento. Van vestidos de tierra, maquillados de tierra. Los pantalones, la capa, la cara, las armas están llenas de fango. (...) Sólo la culata de los fusiles está cubierta con un trapo para protegerla. No podemos distinguir si los cadáveres que encontramos por el camino son franceses o alemanes” (Artículo periodístico, abril de 1915. Citado por García & Gatell, 2008: 119).
Documento 46. El sargento A. Lovell describe el sufrimiento de los piojos
Diario de guerra
2 de enero de 1915
Los malditos piojos te chupaban la sangre. Te dabas las vuelta a la chaqueta para sacártelos de encima y al día siguiente volvías a estar lleno de piojos, porque los huevos que ponían se abrían por la noche. No valía la pena perder el tiempo.
Sargento A. Lovell (Santolaria, 2008: 60).
Fuente: Santolaria, 2008: 60.
Documento 47. Erich María Remarque describe el problema de las ratas
“Las ratas se han multiplicado en estos últimos tiempos, sobre todo desde que no se limpian las trincheras (...), las ratas son aquí particularmente repugnantes a causa de su tamaño. (...) Parecen muy hambrientas. Se comen el pan de casi todo el mundo. Kropp tiene su pedazo de pan envuelto y escondido debajo de su cabeza, pero no puede dormir porque las ratas se pasean por encima de su cara para ir a buscar el pan. (...) Los primeros momentos con una careta antigás son decisivos para saber si vivirás o morirás: la cuestión consiste en comprobar que es impermeable y que no está rota” (Remarque, 2007. Citado por García & Gatell, 2008: 119).
Documento 48. Raymond Naegelen describe la escena del campo de batalla y el problema de las ratas (septiembre de 1915)
“A lo largo de todo el frente de la colina de Souain yacen, desde septiembre de 1915, los soldados barridos por las ametralladoras, extendidos cara a tierra y alineados como si estuviesen en plena maniobra. La lluvia cae sobre ellos inexorable, y las balas siguen rompiendo sus huesos blanqueados. Una noche, Jacques, que iba de patrulla, ha visto huir a las ratas saliendo por debajo de sus capotes desteñidos, enormes ratas engordadas con carne humana. Latiéndole el corazón, se arrastraba hacia un muerto cuyo casco había rodado; el hombre mostraba su cabeza vacía de carne en una mueca siniestra, desnudo el cráneo, devorados los ojos. La dentadura postiza se había deslizado sobre la camisa podrida y de la boca abierta saltó una bestia inmunda” (Ferro, 1988: 170).
3.7. El deseo de paz
Documento 49. El capitán J. A. Liddel expresa su deseo de paz. Frente occidental (noviembre de 1914)
Querido amigo,
Esta guerra es horrible. Y ahora que han empezado a usar granadas y bombas es peor aún que antes. Algunas de las líneas están llenas de agua y de fango. Hace frío y humedad. Estoy seguro de que a ninguno de los diez millones de soldados que luchan en ella les parecería mal que se firmase la paz mañana mismo.
Capitán J. A. Liddel (Santolaria, 2008: 60).
Fuente: Santolaria, 2008: 60.
Documento 50. Kresten Andresen escribe en su diario sobre la paz y el final de la guerra (Montigny, lunes 14 de febrero de 1916)
“La ofensiva que se había emprendido aquí se ha detenido por completo, y ahora reina una calma total. Hace mucho que no se oyen cañones. Yo también creo que la guerra habrá terminado antes de agosto, pero eso no significa que nos manden a casa enseguida. Seguro que el caos en que se sumirán el viejo mundo será terrible. Creo que la vida se detendrá un tiempo para después florecer con renovado vigor” (Englund,, 2011: 275).
4. INSTRUCCIONES PARA PREPARAR EL TRABAJO
El trabajo consiste en “ponerse en la piel” de un soldado de la Primera Guerra Mundial y escribir un carta relatando lo que está viviendo. Los alumnos deben haber adquirido previamente unos conocimientos básicos y haber leído diarios, cartas y fragmentos de novelas contemporáneas.
Documento 51. Instrucciones para confeccionar la carta
1. DATOS PERSONALES
1.1. Nombre y apellidos del soldado. Inventado o real, pero adecuado a su nacionalidad. Las alumnas deberán adoptar uno, ya que las mujeres no eran reclutadas para luchar en primera línea.
1.2. La nacionalidad y la alianza. Aunque ya ha debido quedar claro el anterior apartado, debe reflejarse a qué país y a qué alianza pertenece el combatiente.
2. CONOCIMIENTO HISTÓRICO
2.1. El frente: occidental u oriental. Batalla. Lugar y fecha. El soldado debe estar en uno de los frentes y luchar en una batalla. Se pueden utilizar las más conocidas -Marne (primera), Tannenberg, Verdún, Somme o Marne (segunda)- o investigar sobre otras menos conocidas. La misiva debe llevar indicado en el margen derecho de la parte de arriba el lugar, nombre de la batalla y la fecha (día, mes y año).
2.2. La vida en las trincheras. En la carta se debe aludir a las condiciones infrahumanas que soportaron los soldados: mala alimentación, frío, humedad, barro, suciedad, enfermedades, convivencia con ratas y piojos, etc.
2.3. Las nuevas armas. Se deben citar algunas de las nuevas armas empleadas, como aviones, carros de combate, ametralladoras, granadas, obuses, gas y, por consiguiente, la utilización máscaras antigás.
2.4. La censura. Se puede aludir a la censura por la que pasaba la correspondencia o la peligrosidad del contenido de la misiva.
3. SENTIMIENTO
3.1. El destinatario. El alumno debe dejar claro a quién escribe, normalmente a un familiar (madre, padre -o a ambos-, hermanas, mujer e hijos), a su novia o amigos. La carta debe ser creíble y los sentimientos de tristeza y alegría deben estar presentes.
3.2. Nueva comunicación y respuesta a otra/s misivas. La carta puede ser una nueva comunicación o una respuesta a correspondencia anterior.
3. 3. Estado de ánimo. En virtud de la fecha y batalla elegida, se dejaría traslucir el estado de ánimo de la tropa: ilusión, patriotismo, odio al enemigo, desesperación, desilusión, motines, deseo de paz, etc.
4. PRESENTACIÓN Y CUESTIONES FORMALES
4.1. Cartulina o folio, sobre y plástico. La presentación del documento se puede realizar en una cartulina con un color adecuado o en un folio al que se dotará de un color ligeramente marrón o sepia -no tan oscuro que no se pueda ver la letra-, normalmente conseguido con un poco de café. También hay alumnos que optan por quemar la hoja por algunas partes o recortarla. La carta se entregará en un plástico o en un sobre con un sello, incluso con algunas cuerdas, donde se escribirá el nombre y apellidos del destinatario y del remitente por detrás.
4.2. Letra legible y adecuada para la época. La letra debe ser legible, con diferenciación de párrafos por temas y, si es posible, un poco inclinada a la derecha. Se deben evitar las faltas de ortografía.
4.3. Espacio. El espacio recomendado es el de una cara de una hoja de un folio, aunque si es necesario en virtud del tamaño de letra o de los contenidos, se puede ampliar a dos caras.
4.4. Identificación del alumno/a. El alumno escribirá su nombre, apellidos y grupo por detrás de la cara del folio escrito, en una esquina. Al lado de estos datos, el profesor realizará los comentarios, tanto positivos como negativos, y pondrá la nota correspondiente.
5. LECTURA
5.1. Lectura en clase de pie ante sus compañeros. La lectura en clase de las cartas resulta muy interesante y algo necesario para completar el trabajo, incluso se han dado casos de alumnos que se han metido tanto en el papel que han llegado a emocionarse: “esto es sentirse como un soldado”. También se puede optar por poner un fondo musical adecuado mientras se realizan las lecturas.
Nota: los puntos sugeridos en los apartados, sobre todo en los primeros, no tienen por qué presentarse en el orden expuesto en estas instrucciones, pero sí deben aparecer en el trabajo. Eso sí, es muy importante que no haya incoherencias en la carta, por ejemplo fechar una carta con el año que no se corresponde a la batalla aludida, hablar de un soldado que lucha contra alguien de su alianza o citar el empleo de un tanque antes de la fecha en que se introdujo.
5. LOS RESULTADOS
El trabajo que se presenta ha sido mejorado en virtud de la experiencia docente durante los dos cursos que se ha puesto en práctica. Por ello, los ejemplos del primer año, e incluso los del segundo, carecen de algunos de los contenidos expuestos en las instrucciones anteriores. A continuación, se exponen algunos de los documentos de nuestros alumnos-soldados.
Documento 52. Cartas de los alumnos del IES Gaspar Melchor de Jovellanos (Fuenlabrada, Madrid). 4º ESO C. Curso 2012-13
Documento 53. Presentación en sobre con cuerdas de una alumna del IES Gaspar Melchor de Jovellanos (Fuenlabrada, Madrid). 4º ESO A. Curso 2012-13
Documento 54. Carta de un alumno del IES Gaspar Melchor de Jovellanos (Fuenlabrada, Madrid). 4º ESO C. Curso 2012-13
Documento 55. Cartas de los alumnos del IES Gaspar Melchor de Jovellanos (Fuenlabrada, Madrid). 4º ESO A. Curso 2013-14
Documento 56. Carta de una alumna del IES Gaspar Melchor de Jovellanos (Fuenlabrada, Madrid). 4º ESO A. Curso 2013-14
Documento 57. Carta de una alumna del IES Gaspar Melchor de Jovellanos (Fuenlabrada, Madrid). 4º ESO A. Curso 2013-14
Documento 58. Cartas de los alumnos del IES Gaspar Melchor de Jovellanos (Fuenlabrada, Madrid). 4º ESO B. Curso 2013-14
Documento 59. Carta de una alumna del IES Gaspar Melchor de Jovellanos (Fuenlabrada, Madrid). 4º ESO B. Curso 2013-14
Documento 60. Carta de una alumna del IES Gaspar Melchor de Jovellanos (Fuenlabrada, Madrid). 4º ESO B. Curso 2013-14
Documento 61. Cartas de los alumnos del IES Menéndez Pelayo (Getafe, Madrid). 1º de Bachillerato D y E. Curso 2013-14
Documento 62. Carta de una alumna del IES La Poveda (Arganda del Rey, Madrid). 2º PCPI Grupo B. Curso 2012-13
6. CONCLUSIONES
En 1914 estalló la Primera Guerra Mundial, el mayor conflicto bélico al que se había enfrentado la humanidad. La contienda duró cuatro largos años y todo lo que se vivió fue decisivo para entender la historia del siglo XX. Esta guerra cambió el devenir del mundo y sus consecuencias fueron tales que todavía se notan hoy en día, un siglo después. El mundo que surgió de la Gran Guerra es, en gran medida, el actual, sobre todo, en lo que se refiere a las fronteras europeas. Europa perdió su hegemonía mundial, que pasó a Estados Unidos.
Más allá de las fechas, los países, las alianzas, los nombres de los dirigentes y de las batallas, se encuentra el sufrimiento y el dolor de los miles de soldados que combatieron -y muchos perecieron- en los campos de batalla. Y es precisamente este aspecto en el que nuestro alumnado debería conocer al estudiar este periodo.
Por ello, la propuesta didáctica de escribir una carta, como si ellos fuesen uno de esos soldados y empleando conocimientos específicos, resulta una aproximación muy interesante y ha ofrecido excelentes resultados. En general, los alumnos han manifestado un gran interés y se ha apreciado una motivación. Podríamos decir que han creado verdaderas “obras de arte” y, en numerosas ocasiones, se ha superado las expectativas. A través del estudio en clase, guiado por el profesor, y de una investigación personal para confeccionar la misiva, fruto de su interés y curiosidad, los estudiantes aprenden los contenidos de la Primera Guerra Mundial.
En este artículo se han ofrecido algunas herramientas, como unos conocimientos básicos acerca de aquella guerra y algunos documentos tales como textos de diarios y cartas reales o de novelas escritas de primera mano por personas que vivieron de cerca el enfrentamiento. También se han dado algunas recomendaciones para el análisis de imágenes, fragmentos de películas y documentales. Además, se han proporcionado unas instrucciones para la realización del trabajo y se han mostrado algunos de los resultados obtenidos. Todo ello para servir de guía tanto a profesores como a alumnos interesados en este recurso.
7. REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS, PELÍCULAS Y DOCUMENTALES Y PÁGINAS WEB
7. 1. Bibliografía
7.1.1. Manuales y obras generales
Villani, P. (1997). La edad contemporánea, 1914-1945. Barcelona: Ariel.
7.1.2. Monografías
Astorri, A. & Salvadori, P. (2002). Atlas Ilustrado de la Primera Guerra Mundial. Madrid: Susaeta.
Castelló, J. E. (2010). La Primera Guerra Mundial: la Gran Guerra. Madrid: Anaya.
Englund, P. (2011) La belleza y el dolor de la batalla: la Primera Guerra Mundial en 277 fragmentos. Barcelona: Roca.
Ferro, M. (1988). La Gran Guerra (1914-1918). Madrid: Alianza [12] .
Gilbert, M. (2009). La batalla del Somme: la batalla más sangrienta de la Primera Guerra Mundial. Barcelona: Ariel.
Mateo Menéndez, M. S. (1989). La Primera Guerra Mundial. Madrid: Akal.
Morrow, Jr., J. H. (2008). La Gran Guerra. Barcelona: Edhasa.
Quero Rodiles, F. (2009). Historia militar de la Primera Guerra Mundial: “de la caballería al carro de combate”. Madrid: Sílex.
Romero, E. G. (2013). La Primera Guerra Mundial en el cine. Madrid: T & B.
Stone, N. (2008). Breve historia de la Primera Guerra Mundial. Barcelona: Ariel.
Valero de Castro, C. (2009). La Enciclopedia de los uniformes militares. Madrid: Lisba.
7.1.3. Enseñanza y aprendizaje de la Historia
Arista Trejo, V. (2011). Estrategias y recursos didácticos para la enseñanza y el aprendizaje de la historia. En Prats, J. et al., Enseñanza y aprendizaje de la Historia en la Educación Básica (119-125). México: Secretaría de Educación Pública y Universidad Pedagógica Nacional. Recuperado de http://www.ub.edu/histodidactica/images/documentos/pdf/
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Prats, J. & Santacana, J. (2011). Nuevas perspectivas sobre la enseñanza de la historia. En Prats, J. et al., Enseñanza y aprendizaje de la Historia en la Educación Básica (51-60). México: Secretaría de Educación Pública y Universidad Pedagógica Nacional. Recuperado de http://www.ub.edu/histodidactica/images/documentos/pdf/
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Prats, J. (2001). Enseñar historia: notas para una didáctica innovadora. Mérida: Junta de Extremadura. Recuperado de http://histodidactica.es/libros/Ens_Hist.pdf
Prats, J. et al. (2001). Enseñanza y aprendizaje de la Historia en la Educación Básica, colección Teoría y práctica curricular de la educación básica. México: Secretaría de Educación Pública y Universidad Pedagógica Nacional. Recuperado de http://www.ub.edu/histodidactica/images/documentos/pdf/
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7.1.4. Libros de texto
Arjona, E., Corrales, L., García Llorente, P., Vara, V. & Varas, A. M. (2004). Historia COU. Barcelona: Teide.
García Sebastián, M. & Gatell Arimont, C. (2008). Ciencias Sociales, Historia, Cuarto Curso. Barcelona: Vicens Vives, Proyecto Demos.
Grence Ruiz, T. et al. (2012). Historia 4 ESO. Madrid: Santillana, Proyecto Los Caminos del Saber.
VV. AA. (2005). Historia Universal. La Enciclopedia del Estudiante. Madrid: Santillana-El País.
7.1.5. Artículos
Barrera, A. (2008). Del fervor patriótico al desencanto: la sociedad civil en la contienda. Muy Historia, 17, 83-97.
Gil Pecharromán, J. (1985). La I Guerra Mundial (y 2). Cuadernos de Historia 16, 36, 3-31.
Guía Fnac para marchar al frente, “La guerra a la que yo querría ir”, Madrid, 2014, 1-24.
Hernández, J. (2008). Cuerpo a tierra: la guerra de trincheras. Muy Historia, 17, 62-67.
Santolaria, S. (2008). Novedades desde el frente: cartas y diarios de los soldados. Muy Historia, 17, 60-61.
VV. AA. (2008). La I Guerra Mundial, 90 años después. Muy Historia, 17, 3-95.
VV. AA. (2014). La Gran Guerra. 100 años después. La tragedia que transformó el mundo. Muy Historia, 52, 3-98.
7.1.6. Obras contemporáneas a la guerra
Céline, L. F. (2001). Viaje al fin de la noche. Barcelona: Edhasa [13] .
Hemingway, E. (1999). Adiós a las armas. Madrid: Unidad Editorial [14] .
Remarque, E. M. (2007). Sin novedad en el frente. Barcelona: Edhasa [15] .
7.2. Películas y documentales
7.2.1. Películas
Borzage, F. (Director). (1932). Adiós a las armas (A farewell to Arms) [Película]. Paramount Pictures [16] .
Carion, Ch. (Director). (2005). Feliz Navidad (Joyeux Noël) [Película]. Coproducción Francia-Alemania-Bélgica-Rumanía.
Jeunet, J. P. (Director). (2004). Largo Domingo de Noviazgo (Un long dimanche de fiançailles) [Película]. Coproducción Francia-USA; 2003 Productions / Warner Bros. Pictures.
Kubrick, S. (Director). (1957). Senderos de gloria (Paths of Glory) [Película]. MGM: Bryna Productions [17] .
Mann, D. (Director). (1979). Sin novedad en el frente (Hallmark Hall of Fame: All Quiet on the Western Front, TV) [Película]. Coproducción EEUU-Reino Unido; Hallmark Hall of Fame Productions / ITC Films Inc. / Marble Arch Productions / Columbia Broadcasting System (CBS) [18] .
Milestone, L. (Director). (1930). Sin novedad en el frente (All Quiet on the Western Front) [Película]. Universal Pictures [19] .
Spielberg, S. (Director). (2011). Caballo de Batalla (War Horse) [Película]. Dreamworks Pictures / Reliance Entertainment / Amblin Entertainment/ The Kennedy / Marshall Company / Touchstone Pictures [20] .
Trumbo, D. (Director). (1971). Johnny cogió su fusil (Dalton Trumbo's Johnny Got His Gun) [Película]. World Entertainment [21] .
Vidor, Ch. (Director). (1957). Adiós a las armas (A farewell to Arms) [Película]. 20th Century Fox [22] .
7.2.2. Documentales
Marshall, G. (Director de investigación). (2003). La I Guerra Mundial en color. Barcelona: Track Media.
7.3. Páginas Web
http://blogdelaclasedehistoria.blogspot.com.es/2011/01/la-vida-en-las-trincheras-en-la-i.html
8. APÉNDICE: OTRA BIBLIOGRAFÍA RECOMENDADA, PELÍCULAS Y DOCUMENTALES Y PÁGINAS WEB
8.1. Bibliografía
8.1.1. Manuales y obras generales
Casanova, J. (2011). Europa contra Europa, 1914-1945. Barcelona: Crítica.
Roberts, J. M. (1980). Europa desde 1880 hasta 1945. Madrid: Aguilar.
8.1.2. Monografías
Adams, S. (2006). La Primera Guerra Mundial. Madrid: Pearson Educación.
Artola, R. (2014). La Primera Guerra Mundial: De Lieja a Versalles. Madrid: Alianza.
Caamaño, J. E. (2014). Manfred von Richthofen El Barón Rojo. Córdoba: Almuzara.
Canales Torres, C. & Rey Vicente, M. del (2014). La Gran Guerra: grandeza y dolor en las trincheras. Madrid: Edaf.
Clark, Ch. M. (2014). Sonámbulos: cómo Europa fue a la guerra en 1914. Barcelona: Galaxia Gutenberg, Círculo de Lectores.
Eslava Galán, J. (2014). La Primera Guerra Mundial contada para escépticos. Barcelona: Planeta.
Fedórchenko, S. (2012). El pueblo en guerra: testimonios de soldados en el frente de la Primera Guerra Mundial. Madrid: Hermida Editores.
García Sanz, F. (2014). España en la Gran Guerra: espías, diplomáticos y traficantes. Barcelona: Galaxia Gutenberg, Círculo de Lectores.
Gilbert, M. (2011). La Primera Guerra Mundial. Madrid: La Esfera de los Libros.
Gilbert, M. (2003). Atlas Akal de la Primera Guerra Mundial. Madrid: Akal.
Haffner, S. (2006). Los siete pecados capitales del Imperio alemán en la Primera Guerra Mundial. Barcelona: Destino.
Hart, P. (2014). La Gran Guerra (1914-1918): historia militar de la Primera Guerra Mundial. Barcelona: Crítica.
Hastings, M. (2013). 1914, el año de la catástrofe. Barcelona: Crítica.
Hernández, J. (2007). Todo lo que debe saber sobre la Primera Guerra Mundial: 1914-1918, las campañas, personajes y hechos clave del conflicto bélico que cambió la historia del siglo XX. Madrid: Nowtilus.
Hochschild, A. (2013). Para acabar con todas las guerras. Una historia de lealtad y rebelión 1914-1918. Barcelona: Península.
Howard, M. (2008). La Primera Guerra Mundial. Barcelona: Crítica.
VV. AA., Canal Historia (2013). La Gran Guerra: la Primera Guerra Mundial al descubierto. Barcelona: Plaza & Janés.
Lozano, Á. (2014). La Gran Guerra (1914-1918). Madrid: Marcial Pons Historia.
MacMillan, M. (2013). 1914, de la paz a la guerra. Madrid: Turner.
MacMillan, M. (2005). París, 1919: seis meses que cambiaron el mundo. Barcelona: Tusquets.
Mueller, R. (1990). El Barón Rojo. Barcelona: Timun Mas.
Neiberg, M. S. (2006). La Gran Guerra: una historia global (1914-1918). Barcelona: Paidós.
Renouvin, P. (1990). La crisis europea y la Primera Guerra Mundial (1914-1918). Madrid: Akal.
Renouvin, P. (1995). La Primera Guerra Mundial. Barcelona: Orbis-Fabbri.
Stevenson, D. (2013). 1914-1918: historia de la Primera Guerra Mundial. Barcelona: Debate.
Strachan, H. (2004). La Primera Guerra Mundial. Barcelona: Crítica.
Tuchman, B. W. (2012). Los cañones de agosto: treinta y un días de 1914 que cambiaron la faz del mundo. Barcelona: RBA [23] .
Tuchman, B. W. (2010). El telegrama Zimmermann. Barcelona: RBA.
Tuchman, B. W. (2007). La torre del orgullo: 1890-1914: una semblanza del mundo antes de la primera guerra mundial. Barcelona: Península.
Vargas González, A. (2012). Los novelistas de la Gran Guerra (1914-1918): testigos de un mundo que agoniza. Barcelona: Erasmus.
Veiga, F. & Martín, P. (2014). Las guerras de la Gran Guerra (1914-1923). Madrid: Catarata.
Willmott, H. P. (2004). La Primera Guerra Mundial. Barcelona: Inédita Editores.
8.1.3. Enseñanza y aprendizaje de la Historia
Feliu Torruela, M. y Hernández Cardona, F. X., 12 Ideas Clave. Enseñar y aprender historia, Graò, Barcelona, 2011.
Trepat, C. (2000). Aspectos didácticos de ciencias sociales 14. Zaragoza: Instituto de Ciencias de Educación (Universidad de Zaragoza).
Trepat, C. (1995). Procedimientos en historia: un punto de vista didáctico. Barcelona: Instituto de Ciencias de la Educación (Universidad de Barcelona), Graó Editorial.
8.1.4. Obras contemporáneas a la guerra
Barbusse, H. (2009). El fuego (diario de una escuadra). Barcelona: Montesinos [24] .
Barthas, L. (2014). Cuadernos de guerra (1914-1918). Madrid: Páginas de Espuma.
Blasco Ibáñez, V. (2014). Crónica de la guerra europea 1914-1918: una historia en la trinchera de la Primera Guerra Mundial. Madrid: La Esfera de los Libros.
Blasco Ibáñez, V. (2012). Cuentos de la Gran Guerra. Madrid: Clan.
Blasco Ibáñez, V. (2007). Los cuatro jinetes del Apocalipsis. Madrid: Espasa Calpe.
Conrad, J. (2006). El corazón de las tinieblas. Barcelona: Juventud [25] .
Chevallier, G. (2009). El miedo. Barcelona: Quaderns Crema, SAU.
Churchill, W. (2014). La crisis mundial, 1911-1918. Barcelona: Debolsillo [26] .
Dos Passos, J. (2014). La iniciación de un hombre: 1917. Madrid: Errata Naturae.
Gaziel (2013). Diario de un estudiante, París 1914. Barcelona: Diëresis.
Graves, R. (1985). Adiós a todo eso. Barcelona: Edhasa [27] .
Jünger, E. (2013). Diario de Guerra 1914-1918. Barcelona: Tusquets.
Lawrence, T. E. (1999). Los siete pilares de la sabiduría. Barcelona: Ediciones B [28] .
Lussu, E. (2010). Un año en el altiplano. Barcelona: Asteroide [29] .
Radiguet, R. (1997). El diablo en el cuerpo. Barcelona: Altaya [30] .
Renn, L. (2014). Guerra: un soldado alemán en la Gran Guerra 1914-1918. Madrid: Fórcola.
Roberto, F. de (2010). El miedo. Madrid: Gallo Nero [31] .
Roth, J. (2005). La marcha Radetzky. Barcelona: Edhasa [32] .
8.1.5. Poesía
Aguiló, B. y Clark, B. (Ed.). (2011). Tengo una cita con la muerte (Antología de poetas muertos en la Gran Guerra). Orense: Linteo.
Apollinaire, G. (1996). Caligramas. Barcelona: Altaya [33] .
Owen, W. (2011). Poemas de guerra. Barcelona: Acantilado.
Sassoon, S. (2011). Contraataque. Santander: El Desvelo.
Thomas, E. (2012). Poesía completa. Valencia: Pre-Textos.
Ungaretti, G. (2005). Il porto sepolto. En Ungaretti, G., L´Allegria. Barcelona: Mondadori [34] .
8.1.6. Cómics
Hugault, Y. (2013). El piloto del Edelweiss Valentine. Barcelona: Norma.
Nury, F. & Alary, P. (2013). Silas Corey: la red Aquila. Madrid: Dibbuks.
Sacco, J. (2014). La Gran Guerra: 1 de julio de 1916: primer día de la Batalla del Somme. Barcelona: Reservoir Books.
Tardi, J. & Verney, J. P. (2009). ¡Puta guerra!. Barcelona: Norma.
Tardi, J. (2010). La guerra de las trincheras, 1914-1918. Barcelona: Norma.
8.1.7. Novela histórica
Boyne, J. (2013). Quedaos en la trinchera y luego corred. Barcelona: Nube de Tinta.
Cather, W. (2013). Uno de los nuestros. Madrid: Nórdica Libros.
Díaz, J. (2014). Cartas a palacio. Barcelona: Plaza & Janés.
Echenoz, J. (2013). 14. Barcelona: Anagrama.
Follett, K. (2010). La caída de los gigantes. Barcelona: Plaza & Janés.
Ford, F. M. (2009). El final del desfile. Barcelona: Lumen.
Fullerton, A. (2008). 60 minutos en el infierno. Barcelona: Planeta.
Garrido, G. (2014). Las flores de Baudelaire. Barcelona: Debolsillo.
Keyserling, E. V. (2013). En un rincón tranquilo. Madrid: Nocturna.
Navarro, J. (2011). Dime quién soy. Barcelona: Debolsillo.
8.2. Películas y documentales
8.2.1. Películas
Attenborough, R. (Director). (1997). En el amor y en la guerra (In Love and War) [Película]. New Line Cinema [35] .
Autant-Lara, C. (Director). (1947). El diablo en el cuerpo (Le diable au corps) [Película]. Transcontinental Films [36] .
Bill, T. (Director). (2006). Flyboys: héroes del aire (Flyboys) [Película]. Coproducción USA-Francia; MGM / Electric Entertainment.
Boyd, W. (Director). (1999). La trinchera (The Trench) [Película]. Coproducción Reino Unido-Francia; British Screen / Arts Council of England / Bonaparte Films / Blue PM / Skyline Films / Galatee Films / Canal +.
Corman, R. (Director). (1971). El Barón Rojo (Von Richthofen and Brown, AKA The Red Baron) [Película]. United Artists / The Corman Company [37] .
Chaplin, Ch. (Director). (1918). Armas al hombro (Shoulder Arms) [Película]. Charles Chaplin Productions [38] .
Fitzmaurice, G. (Director). (1931). Mata Hari ) [Película]. Metro-Goldwyn-Mayer (MGM) [39] .
Gilliam, T. (Director). (1995). 12 monos (12 Monkeys) [Película]. Universal Pictures [40] .
Harrington, C. (Director). (1985). Mata Hari [Película]. Cannon Group [41] .
Lean, D. (Director). (1962). Lawrence de Arabia (Lawrence of Arabia) [Película]. Columbia Pictures (Horizon Pictures Production) [42] .
Monicelli, M. (Director). (1959). La Gran Guerra (La Grande Guerra) [Película]. Coproducción Italia-Francia; Dino de Laurentiis Cinematografica / Gray-Film.
Mulcahy, R. (Director). (2001). El batallón perdido (The Lost Battalion) [Película]. A&E Television Networks [43] .
Renoir, J. (Director). (1937). La gran ilusión (La grande illusion) [Película]. RAC [44] .
Tavernier, B. (Director). (1989). La vida y nada más (La vie et rien d´autre) [Película]. Hachette Première / AB Films / Little Bear / Films A2 / La Sofica Sofinergie / Investimage / CNC [45] .
Tavernier, B. (Director). (1996). Capitán Conan (Capitaine Conan) [Película]. Alain Sarde / Little Bear / TF1 Production [46] .
Taviani, P. & Taviani, V. (Directores). (1986). Good Morning, Babilonia (Goog Morning, Babylon) [Película]. Coproducción Italia-Francia-EEUU.
Vernon Sewell, G. U. (Director). (1933). Amanecer rojo (Mongenrot) [Película]. Universum Film [47] .
Weir, P. (Director). (1981). Gallipoli [Película]. Paramount Pictures [48] .
Zanovello, A. (Director). (2013). Cartas de mujeres (Lettres de femmes) [Película]. Pictor Media [49] .
Zwick, E. (Director). (1994). Leyendas de Pasión (Legends of the Fall) [Película]. TriStar Pictures / Columbia Pictures / Bedford Falls Productions [50] .
8.2.2. Documentales
El suicidio de Hitler y el asesinato que
empezó una guerra, en
Días que marcaron al mundo (serie documental de la
BBC), 3, Planeta DeAgostini, 2003.
8.3. Páginas Web
http://clio.rediris.es/udidactica/IGM/
http://granguerra.crearforo.com/
http://www.claseshistoria.com/1guerramundial/esquema.htm
http://www.filmaffinity.com/es/main.html
Fecha de recepción 17 de abril de 2014.
Fecha de aceptación 5 de junio de 2014.
[1] Carl von Clausewitz fue un militar prusiano y uno de los más influyentes historiadores y teóricos de la ciencia militar moderna. Es conocido principalmente por su tratado De la guerra, en el analiza los conflictos armados, desde su planteamiento y motivaciones hasta su ejecución, abarcando comentarios sobre táctica, estrategia e incluso filosofía.
[2] El general y conde Alfred von Schlieffen, jefe del Estado Mayor, sostenía que el ejército alemán tendría tiempo suficiente para repetir la victoria de 1870 sobre Francia, antes de volverse hacia Rusia.
[3] Los tres grandes generales del Estado Mayor alemán fueron Erich von Falkenhayen, Erich Ludendorff y Paul von Hindenburg. Este último fue presidente de la República de Weimar.
[4] Considerada la batalla más larga y la segunda más sangrienta, tras la batalla del Somme. El saldo fue de un millón de muertos aliados y 800.000 alemanes. La batalla se popularizó por el famoso slogan “¡No pasarán!”, dicho por el comandante francés Robert Nivelle. Acabó en cierto sentido con el ejército francés y el país jamás se recuperó del todo.
[5] La batalla del Somme fue la más sangrienta y costosa de la guerra. Cayeron más de 600.000 soldados británicos, franceses, alemanes y de la Commonwealth y el doble de esta cifra resultaron heridos. Se utilizaron por primera vez tanques. Los alemanes sufrieron 440.000 bajas, los británicos 420.000 y los franceses 194.000.
[6] De ahí que se conozcan a estas batallas como el “infierno” de Verdún o del Somme.
[7] Véase el apartado de páginas web en la parte final de este trabajo.
[8] Véase en este artículo el apartado 1.4. De la ilusión al desencanto. La propaganda.
[9] Estas dos películas están basadas en libros escritos por personas que combatieron. Sin novedad en el frente, la vida en las trincheras es una novela publicada en un periódico alemán en 1928 y luego como libro en 1929. Erich Maria Remarque (1898-1970), seudónimo del escritor alemán Erich Paul Remark, relata de manera casi autobiográfica la realidad de la guerra en las trincheras. El propio autor participó con dieciocho años por lo que vio el horror en primera línea. Se trata de un durísimo alegato antibelicista. Posteriormente, se llevó al cine.
[10] Véase el apartado 7.2.1. Películas.
[11] El problema es que no se citan las fuentes de estos testimonios, quizás por ser una revista de divulgación.
[12] Primera edición en español en 1970.
[13] Publicada por primera vez en 1932.
[14] Publicada por primera vez en 1929.
[15] Publicada por primera vez en 1929.
[16] Película estadounidense. Primera adaptación de la novela homónima de Ernest Hemingway.
[17] Película estadounidense.
[18] Segunda adaptación de la novela de homónima de Erich María Remarque.
[19] Película estadounidense. Primera adaptación de la novela homónima de Erich María Remarque.
[20] Película estadounidense.
[21] Película estadounidense basada en la novela de Dalton Trumbo.
[22] Película estadounidense. Segunda adaptación de la novela homónima de Ernest Hemingway.
[23] Primera edición de 1962.
[24] Publicado por primera vez en 1917.
[25] Publicada originalmente por entregas en 1899 y en forma de libro en 1902.
[26] Primera edición de 1944.
[27] Publicada por primera vez en 1929 y posteriormente en 1957.
[28] Publicada por primera vez en 1926. En este libro se basó la película Lawrence de Arabia.
[29] Publicado por primera vez en 1937.
[30] Publicado por primera vez en 1923.
[31] Publicada por primera vez en 1921.
[32] Publicada por primera vez en 1932.
[33] Poemas publicados por este soldado en 1918.
[34] Poemas publicados en 1916.
[35] Película estadounidense.
[36] Película francesa basada en la novela escrita por Raymond Radiguet.
[37] Película estadounidense.
[38] Película muda estadounidense.
[39] Película estadounidense.
[40] Película estadounidense.
[41] Película estadounidense.
[42] Película estadounidense.
[43] Película estadounidense.
[44] Película francesa.
[45] Película francesa.
[46] Película francesa.
[47] Película alemana.
[48] Película australiana.
[49] Película francesa.
[50] Película estadounidense.