Reseña |
Enrique MORADIELLOS
Diputación de Badajoz, Área de Cultura, Departamento de Publicaciones, Badajoz, 2013
ISBN: 978-84-7796-232-8
315páginas
Andrea Cabaleiro Pérez
Universidad de Santiago de Compostela
andrea.cabaleiro.perez@hotmail.com
Enrique Moradiellos (Oviedo 1961) es en la actualidad catedrático de Historia Contemporánea de la Universidad de Extremadura. Ha dedicado más de veinte años a la docencia de la historia contemporánea en cuatro universidades (tres españolas y una británica). Ha ido alternando esta labor docente con la investigación historiográfica, plasmada en diversos ensayos y artículos que versan en su mayoría sobre la II República y la Guerra Civil española, así como sobre Didáctica de la Historia.
En Clío y las aulas Moradiellos se basa en recursos bibliográficos clasificados en “obras generales sobre Ciencia y Educación”, “obras monográficas sobre teoría de la historia como ciencia humana” y “obras específicas sobre enseñanza y aprendizaje de la historia”. Se sirve, a su vez, de las contribuciones de su dilatada experiencia profesional, lo que imprime a la obra un alto grado de compromiso con el ámbito de la educación en general.
El objetivo perseguido por el autor es el de proporcionar una panorámica de la evolución de la Educación y, a través de ella, argumentar la necesidad ineludible de la presencia de la Historia como disciplina dentro de los programas educativos generales. Comienza esbozando y analizando las características y virtudes de la Educación como institución cultural humana necesaria para, a continuación, abordar los problemas y beneficios de la historia como saber disciplinar de obligada enseñanza y aprendizaje para cualquier sociedad.
Con este propósito divide la obra en tres partes que, aun tratando cuestiones claramente delimitadas en cuanto a significaciones, como lo serían la naturaleza histórica y antropológica de la Educación y la Historia como disciplina, se van interrelacionando a lo largo del ensayo para concluir con la íntima vinculación que en la práctica poseen.
En la primera parte “La educación como fenómeno histórico y antropológico”, se consigue sintetizar muy eficazmente la evolución de la Educación como actividad institucionalizada desde la revolución neolítica y el surgimiento de las primeras civilizaciones urbanas de base productiva agro-ganadera hasta el siglo XXI. En apenas cuarenta páginas logra explicar de forma concisa a la vez que efectiva, el tránsito de la educación como actividad humana de núcleo familiar y horizonte social limitado, a la educación como institución humana reglada y formalizada de creciente complejidad. Dicha complejidad alcanza su culmen en el siglo XXI en el que, siguiendo el informe a la UNESCO de la Comisión Internacional sobre la educación para el siglo XXI “la educación deberá transmitir, masiva y eficazmente, un volumen cada vez mayor de conocimientos teóricos y técnicos evolutivos, adaptados a la civilización cognitiva (…) y hallar y definir orientaciones que permitan no dejarse sumergir por las corrientes de informaciones más o menos efímeras que invaden los espacios públicos y privados y conservar el rumbo en proyectos de desarrollo individuales y colectivos”(p.85).
En este sentido podría dedicarse una mayor atención a la cuestión de la situación de la escolarización en el siglo XXI, aspecto en el que apenas profundiza el autor y que resulta elemental conocer para actuar sobre ella. Siguiendo a Serón (1996), el sistema educativo incorpora hoy en día una importante esperanza de igualdad y movilidad social en la mayoría de las sociedades, atribuyéndosele una labor decisiva en la estratificación y asignación de puestos en la escala social. La extensión y generalización de la educación han sido motivos clásicos y reiterados en los programas y medidas políticas de partidos y gobiernos reformistas, que han considerado la igualdad de acceso u oportunidades educativas el punto de partida para conseguir la igualdad social. Múltiples evidencias muestran como la educación contribuye a la desigualdad social. A nivel general, las teorías de la reproducción ya señalan su contribución a reproducir la estructura social mediante la reproducción de la cultura y de las condiciones sociales de la producción. A nivel institucional, el sistema educativo dispone de mecanismos variados de distinción social a través de la escolarización. Estos pueden ser de tipo horizontal, donde se incluyen la existencia de una doble red privada-pública o de tipo vertical, cuando el sistema educativo posibilita una mayor escolarización para distinguir a aquellos que puedan permitirse esa continuidad, mediante la obtención de títulos más escasos y cotizados. Con esto queda manifiesto el doble papel de la escuela como responsable de la desigualdad social y como contribuyente, a la vez, a la igualdad y movilidad sociales.
La segunda parte “La didáctica pedagógica y los elementos del proceso educativo” presenta la controvertida cuestión de las formulaciones y pretensiones realizadas desde Pedagogía y su rama didáctica. Moradiellos no desdeña las capacidades analíticas de esta disciplina para mejorar el proceso educativo general, pero critica fuertemente su pretensión de ser “la ciencia” de la “educación” en sentido estricto, considerando que se debe “mantener a raya la verborrea pretenciosa y vacua de una supuesta ciencia holística de la educación formal, inmaterial e incontaminada de contenidos efectivos conceptuales y empíricos” (p.100). Comulga en este sentido con la idea, defendida como él apunta, por la pensadora Hannah Arendt, de que la pedagogía se ha llegado a emancipar totalmente de la materia concreta que se va a transmitir.
Compartiendo el fondo del discurso de Moradiellos, consideramos que podría hacer una reflexión más profunda en lo que se refiere a la necesidad de conciliar la teoría historiográfica y la práctica educativa. Él mismo apunta que una de las “características exigidas para la función docente concierne al dominio de un mínimo de conocimientos, habilidades y destrezas de orden pedagógico y didáctico” (p.115). Para una buena práctica docente es imprescindible conocer en profundidad la materia e igualmente poseer ciertos conocimientos didácticos, por lo que la incidencia en la comunicación entre el profesorado y los departamentos de didáctica resultaría fundamental y debe ser un elemento a tener muy en cuenta (López Facal, 2010).
En la tercera parte “La Historia como disciplina intelectual: el largo trayecto del mito al logos” Moradiellos analiza y argumenta brillantemente la necesidad de la Historia como disciplina en la educación. Cabe destacar la extraordinaria síntesis que realiza sobre el devenir de la historiografía contemporánea así como sus observaciones sobre los debates surgidos en torno a los perfiles de la “identidad/es” colectiva y de la “memoria/s” histórica dentro del espacio geográfico peninsular sometido a numerosos cambios sociales, políticos y culturales a lo largo del tiempo y que hoy conocemos como “España”. La reformas iniciadas en el último tercio del siglo XX han supuesto cambios importantes respecto a la selección de contenidos, pero debemos cuestionarnos aquí “si resulta aceptable mantener el viejo modelo de las historias generales -con una estructura creada en el Antiguo Régimen reformulada en el siglo XIX con una intencionalidad de adoctrinamiento patriótico- para formar ciudadanos críticos del siglo XXI” (López Facal, 2008).
Clío y las aulas es un ensayo de muy recomendable lectura que logra condensar en no muchas páginas un análisis rico y argumentado acerca del fenómeno de la educación en general y de la enseñanza de la Historia como disciplina en particular. Constituye una reflexión extraordinaria sobre temáticas actuales y polémicas, analizadas desde la perspectiva de un especialista en la materia que promueve la cavilación del lector en cuanto a la idea principal que empapa toda la obra, primun discere, deinde docere afirmación que, aunque parezca obvia, no es tenida en cuenta en múltiples ocasiones desde el marco educativo actual.
Uno de los elementos de justificación de la obra es el hecho de que una muy buena parte de los licenciados y egresados en Historia adopten como salida profesional la docencia histórica en la enseñanza secundaria. En este sentido, este trabajo supone, a nivel práctico, una reflexión muy útil y recurrente para todos aquellos relacionados con el ámbito de la enseñanza y, como indica el autor, a los que en buena parte va dirigida la obra, como son los profesores, alumnos, padres de alumnos, estudiantes universitarios en vísperas de graduación, gestores educativos, público en general afectado, etc.
Referencias bibliográficas